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Universo eleganteHijos de las Estrellas

Hijos de las Estrellas

 

Son muy pocos los testimonios por escrito de discursos y declaraciones pronunciados por líderes africanos durante el avance de las colonias europeas en el continente negro. En una de esas raras ocasiones, recogida por el historiador sueco Sven Linqvist en su fabuloso ensayo “Exterminad a todos los salvajes” (Turner 2004), apenas unos párrafos del representante de los Ndebele -de la hoy Zimbabwe- son suficientes para reconstruir el incomprensible escenario de crueldad en el que las colonizaciones del siglo XIX tuvieron lugar:

       «Yo visité una vez Bulawayo», dijo Somabulano. «Vine para atender al intendente. Yo tenía conmigo mis caciques menores y mi personal de servicio. Yo soy un cacique y estoy acostumbrado a viajar con servidores y consejeros. Llegué por la mañana temprano a Bulawayo, antes de que el sol hubiese evaporado el rocío. Me instalé frente al edificio de la justicia y le mandé un mensaje al intendente diciéndole que estaba esperando para atenderlo y servirlo. Y allí permanecí hasta que las sombras se hicieron largas en la noche. Entonces le mandé, de nuevo, un mensaje al intendente en el que decía que yo de ninguna manera quería presionarlo descortésmente, que yo podía esperar hasta que él tuviese deseos de verme, pero que mi gente estaba hambrienta y que, cuando los hombres blancos me visitaban, mi costumbre era carnear algo para que tuviesen para comer. La respuesta del intendente fue que la ciudad estaba llena de perros sin dueño y que los perros corresponden a los perros: podíamos matar tantos como deseásemos y comerlos, si éramos capaces de cazarlos.»

       Si traemos a colación a Somabulano en este momento es para homenajear a otra voz, recientemente desaparecida, que no dudó en retratar por escrito el basto fondo de brutalidad descubierto y auspiciado en las prácticas del apartheid. “Su culpa / no es muy diferente de la nuestra: / -quién no ha disfrutado del ejercicio arbitrario del poder”, escribió el poeta sudafricano Dennis Brutus, “pero en su culpa / … / queda nuestro sufrimiento reflejado / aunque en una escala social, masiva y organizada / que lo amplía enormemente / de la misma forma que el deshabillé íntimo del amor / se vuelve obsceno en las orgías”.

       Dennis Brutus, fallecido el pasado 26 de diciembre, no fue solamente uno de los más destacados poetas de la literatura africana en inglés del siglo XX, sino uno de los activistas contra el apartheid más lúcidos y eficaces. Si bien no es éste el lugar para una recesión de sus trabajos y sus acciones, queremos sin embargo recuperar en esta sección la perturbadora contraposición en su poesía entre el horror persistente en toda forma de segregación y el entrañable abrigo que en los sentidos, el sueño o la compañía encuentra el superviviente. “De algún modo sobrevivimos
/ y la ternura, frustrada, no se marchita.”

       Una reserva de íntima dignidad invocada en el siguiente juego, a modo de canción de cuna, que parte a su vez de las palabras de Somabulano:

       «Ustedes llegaron. Ustedes triunfaron. Los más fuertes toman el país. Nosotros aceptamos su dominio. Vivimos sometidos a ustedes. Pero no como perros. Si tenemos que ser perros es mejor morir. Nunca lograrán convertir a Amandabele en un perro. Pueden eliminarnos, pero los hijos de las estrellas jamás serán perros.»

 

Abelardo Gil-Fournier

 

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