Recuerdo como si el bálsamo del tiempo no me hubiese afectado. Cuando hace ya más de veinte años jugaba a los pies de las estanterías del estudio de mi padre. Aquellas majestuosas estanterías pobladas por los libros de los grandes de la fotografía. Y es que nunca un puñado de disparos llenó tantas bellas páginas de la Historia: Cartier-Bresson, Ansel Adams, Robert Capa, Nadar, Man Ray, Eugene Smith y tantos otros. Sus obras armadas bajo distintas suertes de encuadernados, coronaban junto a la enciclopedia de Kodak de la fotografía, y otros tantos libros de diversas técnicas fotográficas y métodos de revelado de la época.
Con ellos comencé a viajar, a sentir, a pensar, a observar la belleza y la crueldad a partes iguales. Y, casi sin darme cuenta, a formar mi vida en torno a la fotografía. Como profesional, pero también (y sobre todo) como persona. Buscando para cada nuevo disparo un acontecimiento marcado y viceversa. Estableciendo ese breve pero eterno nexo de vida entre el fotógrafo y el retratado. Preguntándome por las historias de las personas que viven en las imágenes de mi memoria, y tratando de formular nuevas preguntas a otros espectadores.
Así fue como –mientras comenzaba a publicar en distintos medios, con la estela del ya casi desahuciado blanco y negro– inicié mi proyecto fotográfico Perdidos. Un lugar para encontrar. En él decidí retratar en un ambiente descontextualizado de la rutina de creación habitual a un nutrido grupo de escritores. Ocultos para el público en general, pero fundamentales en la literatura de vanguardia de los últimos veinte años en nuestro país. Situando a cada uno de ellos en un lugar en el que poder perderse, pero también encontrarse. Lugares para mostrarse a sí mismos (y a los demás), su realidad… o su ficción.
Al avanzar en la realización del mismo, Perdidos. Un lugar para encontrar ha ido creciendo hasta convertirse en la génesis de un futuro largometraje documental. Comencé a establecer las diferentes conexiones e influencias de los distintos autores, y de cómo se enfrentan unidos a los molinos de viento del anonimato que los aguarda. Así nació la necesidad de realizar una crónica documental sobre las experiencias vitales de una generación de escritores que permanece totalmente invisible en las repisas de las librerías de nuestro país. Buscando nuevos disparos que fusilen perjuicios y conciencias.
Demian Ortiz (Madrid, 1981) es fotógrafo editorial y de reportaje de Babel Estudio (CEO) y Cordon Press y director de Perdidos. Un lugar para encontrar. Tras cursar diseño gráfico y web en las escuelas NTM y CICE, realizó las especializaciones de retrato fotográfico, fotografía documental en la Escuela Ultravioleta, y de cámara e iluminación de cine en la Escuela de Cine y TV Septima Ars. En Facebook: facebook.com/fotografodemianortiz. En Twitter: @_DemianOrtiz.