La poesía es el arpón de luz enhebrando los agujeros negros, recusando a la Nada.
A veces la Poesía se encarna y habita entre nosotros: lo hizo en René Char. Cuando Francia fue invadida por los nazis decidió sumarse a la Resistencia. Bajo el nombre de Capitán Alexandre dirigió un comando guerrillero. En los bosques, escondido, fue escribiendo durante los últimos años de la guerra breves tajos de poesía que recogió tras la contienda en un libro, Hojas de Hipnos. Son 237 pedazos de vidrio cortante llovidos desde el espejo de la realidad roto a puñetazos. Char nos lleva a su lado, agazapados, sobre la linde donde se encuentran la esperanza y el pavor, ocultos de la muerte, oponiéndonos a su lógica: presentados en el presente, convocados a no bajar las almas cuando hayan dejado de apuntarnos.
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Esta guerra se prolongará más allá de los armisticios platónicos. Proseguirá contradictoriamente la implantación de los conceptos políticos, en medio de las convulsiones y so capa de una hipocresía segura de sus derechos. No sonriáis. Deshaceos del escepticismo y de la resignación, y preparad vuestra alma mortal para enfrentaros intramuros con demonios helados análogos a los genios microbianos.
Pasó como un camión de basura por los noticieros, reconocible por el ruido familiar y el hedor, efímero, irrelevante: el 18 de febrero un grupo de militares se hizo con el poder en Níger tras dar un golpe de estado. El Presidente del país, Mamadou Tandja, se encontraba reunido con sus ministros cuando los golpistas empezaron a disparar a las afueras del Palacio Presidencial. Detenido el gobierno, los principales oficiales el ejército formaron el Consejo Supremo para la Restauración de la Democracia. El Comandante Salou Djibo se convirtió en jefe de la Junta. Después de unos primeros instantes de desconcierto la comunidad internacional aceptó el nuevo panorama e hizo votos por el regreso de Níger a la democracia: la Junta había asegurado a los gobiernos y a las empresas extranjeras que en un plazo breve de tiempo se celebrarían elecciones libres que devolverían el poder a los civiles y, sobre todo, que la extracción de materias primas no se vería en modo alguno afectada.
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Erramos cerca de brocales a los que se ha sustraído el pozo.
No es oficialmente decoroso defender un golpe de estado, pero casi todo el mundo ha respirado aliviado esta vez. En mayo de 2009 Mamadou Tandja había propuesto cambiar la Constitución para poder presentarse a un tercer mandato. Cuando los jueces dictaminaron que el referéndum era ilegal, Tandja suspendió la Constitución, se libró de los jueces y deshizo el Parlamento. Meses después obtuvo el 92% en un referéndum amañado. Por si esto fuera poco el ya ex-Presidente había logrado enfurecer a su ejército: al tiempo que ofrecía a los rebeldes tuaregs del norte dinero y mansiones para comprar la paz, en Niamey, la capital, destituía a treintaisiete miembros de la Guardia Presidencial y anunciaba que las primas a la tropa bajarían este año. No sorprende su impopularidad entre la soldadesca que lo ha depuesto.
Durante sus diez años en el poder Tandja se las arregló para hundir más todavía la cabeza de su país en la arena. El 85% de los nigerinos vive con menos de dos dólares al día. Entre 1999 y 2006 la malnutrición creció. Tras las plagas y las sequías de la pasada estación se estima que 2,7 millones de personas, el 18% de la población, ha empezado a reducir el número de comidas diarias o a consumir alimentos de baja calidad. Según Jenny Aker del Center for Global Development, muchas familias están emigrando hacia Libia y Nigeria en busca de sustento. El descenso a los infiernos de Níger, o más bien su encostrarse en ellos, se ha hecho en medio de un incremento espectacular de su producción de uranio y de una batalla extraordinaria entre Francia y China por rebañar sus recursos. En las últimas décadas las riquezas de Níger han hecho opulenta a mucha gente en Europa: en Níger se cuentan con los dedos de unos puños. En estos meses se rumoreaba que Tandja andaba dejándose cortejar por Venezuela, Libia e Irán como reacción a las críticas occidentales: esto pudo sellar su condena como mandatario. Lo esencial para unos y otros es que Níger siga siendo un gigantesco bazar abierto y barato.
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Llegará el tiempo en que las naciones, sobre la rayuela del universo, serán tan estrechamente interdependientes como los órganos de un mismo cuerpo, solidarias en su economía.
El cerebro, lleno de máquinas hasta casi estallar, ¿podrá todavía garantizar la existencia del riachuelo de sueño y evasión? El hombre, con paso de sonámbulo, camina hacia las minas criminales, guiado por el canto de los inventores…
En África el golpe de estado es uno de los pocos grandes animales que no corre peligro de extinción. En los últimos años han retoñado en Mauritania, Guinea Bissau, la República Centroafricana o Guinea Conakry. En Conakry la situación fue parecida a la que se resuelve ahora en Niamey: muerto el anciano dictador, Lansana Conté, un grupo de jóvenes militares tomó las riendas por la fuerza ante la mirada comprensiva de los países del norte, que durante un cuarto de siglo habían hecho lucrativos negocios con Conté. El problema de los golpes de estado es que dependes de la buena voluntad de una turba de hombres armados para que el país vaya a mejor. En Guinea Conakry no fue el caso: tras el golpe llegaron las masacres. Nadie sabe qué ocurrirá en Níger, sólo es claro que la exportación de uranio continuará.
Y sin embrago, calladamente, lejos de agencias de noticias y casandras, los africanos prosiguen inaugurándose. Pese a las grandes multinacionales, pese a los intereses geopolíticos, pese a la economía mundial, pese a la historia y sus grilletes, muchos países avanzan hacia la democracia. Malí, Benín, Ghana o Tanzania han vivido transiciones pacíficas de poder. Liberia y Sierra Leona van emergiendo de guerras civiles atroces y aunque su herencia está envenenada se afanan en sortear los cepos. Por todas partes se siente el ansia de cambio, un formidable deseo de alquimiar los miserables enseres que centurias de esclavismo, colonialismo, expolio e independencias criminales abandonaron en el continente. Y lo van a hacer, lo están haciendo.
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A Carlate que divagaba le dije: ‘Cuando estés muerto, ocúpate de las cosas de la muerte. Ya no nos encontraremos contigo. Pero ahora todos nuestros recursos se nos quedan cortos para ajustar nuestra obra y percibir sus débiles resultados. No quiero que pese la niebla sobre nuestros senderos sólo porque las nubes agobien tus cimas. La hora es propicia a las metamorfosis. Aprovéchala o márchate.’
La clave está en cómo podemos acompañar a nuestros vecinos en este proceso, en esta liberación. Hay un modo inmediato: no estar de parte de los carceleros. Con la excepción de Eritrea y Somalia en el resto de los países africanos se celebran elecciones de apariencia democrática. Sin embargo es frecuente que, como en Etiopía, Nigeria, Kenia o Madagascar, las elecciones conduzcan a la violencia y el poder se imponga a golpes. En algunos países la presidencia pasa dinásticamente de padres a hijos como en Togo, Gabón o la República Democrática del Congo, y en otros los regímenes se necrosan y perviven gracias al apoyo directo de las grandes potencias del norte, tal es el caso del Chad o Congo-Brazzaville. Todos estos estados sirven a las economías obesas del mundo como fuentes de materias primas o como títeres geoestratégicos. Nosotros, los habitantes de los países desarrollados, sacamos tajada del mantenimiento de este orden mundial: somos los destinatarios del tesoro. La palabra que encabeza las declaraciones de los patrones del planeta cuando hablan de África es: estabilidad. Se considera que lo máximo a lo que un ciudadano africano puede aspirar es a la estabilidad: los términos libertad, igualdad, derechos quedan para otros continentes. El negro tiene que ser feliz si no lo matan y no pasa hambre. Estabilidad: orden para que todo siga igual. Contra este orden vale la pena quebrarse el cráneo.
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Toda la autoridad, la táctica y el ingenio no valen lo que una partícula de convicción al servicio de la verdad.
Decía que la poesía es el arpón de luz enhebrando los agujeros negros. La inteligencia, en el fondo, no es más que otra herramienta de la bestia, su más eficaz utensilio. Seguimos regidos por el razonamiento de la bestia brillante: acaparar y protegerse. Únicamente la poesía nos traduce a lo unánime, a atravesar la noche de la mano. Mas son precisas bengalas que muestren el camino.
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El poeta no puede permanecer mucho tiempo en la estratosfera del Verbo. Debe acurrucarse en lágrimas nuevas y avanzar hacia adelante en su formación.
Acabada la ocupación, con los alemanes retirándose y muchos de sus compañeros caídos, René Char pudo apoyar su cuaderno en una mesa. Volvió la última página y antes de regresar con los suyos escribió el último fragmento de Hojas de Hipnos,
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En nuestras tinieblas no hay un sitio para la Belleza. Todo el sitio es para la Belleza.