Si bien en 2014 el ejército sirio recupera la mayor parte de Homs, 169 kilómetros al norte de Damasco, no es hasta 2017 que la ciudad queda enteramente en manos de las fuerzas leales al presidente Bashar Al Assad.
Las imágenes de una ciudad arrasada se abren ante nosotros.
En Al-Khaldiya, un barrio de trabajadores y clase media, sólo se sostienen en pie esqueletos de lo que hasta hace unos años fueran hogares, comercios y todo lo que alguna vez dio vida a esa comunidad. Es uno de los tantos barrios castigados que habían sido tomados por grupos terroristas en la ciudad Homs.
En medio de la escena desolada, nos encontramos con Ammar, un vecino que poco a poco ha comenzado a reconstruir su casa. Esposo y padre de dos hijas, cada día, después de trabajar, saca tiempo de debajo de las piedras para su familia, y lo hace levantando nuevamente las paredes de su hogar. Si bien el Gobierno de Damasco ofrece una ayuda a quienes están en la situación de Ammar, apenas alcanza.
La crisis por la guerra acarrea también una grave crisis económica con una inflación galopante.
Para subir al primer piso de la vivienda debemos hacerlo por una escalera aún repleta de arena y escombros, lo que dificulta la tarea. Ammar nos describe la distribución de su casa.
A tan sólo tres calles nos encontramos con la escuela primaria del barrio. Basta cerrar los ojos para escuchar el bullicio fantasmagórico de los niños jugando en el patio o estudiando en las aulas. El aro de básquet del patio, como un recordatorio, continúa allí. Amurado. Recorrimos los restos del colegio. Nos encontramos con lo que se espera de cualquier escuela: paredes con palabras, dedicatorias amorosas entre el alumnado. También estuvimos en el despacho del director. Al fondo de un pasillo vemos pintada sobre una pared la imagen de Rabab, una niña, protagonista de libros infantiles, que se caracterizaba por ser estudiosa y alegre. Hoy está atravesada por varios disparos de AK-47, precisamente en el cuello y en el corazón. Por último, entramos a una de las aulas vacías. En la pizarra continúa escrita la última lección que se dictó allí. Era el año 2011, y el tema: “Los volcanes”.
Saliendo de Al- Khaldiya, llegamos al mercado de Homs. Muchas tiendas han vuelto a levantar sus persianas, y ofrecen sus mercancías. Los techos, reconstruidos, dan la sensación de que estamos a miles de kilómetros del conflicto.
Pero al continuar el paso volvemos a ver la destrucción que han dejado los misiles y los morteros. Una mezquita antiquísima destruida y las piedras negras de basalto que quedan a la intemperie.
Otra vez la pulsión de vida se hace presente.
Diferentes comerciantes han empezado nuevamente la eterna tarea de tratar de vivir de su oficio. Caso del peluquero, el bicicletero, los de la ferretería que proveen de materiales imprescindibles para poder reconstruir lo destruido, el hombre que vende dulces caseros… y una incipiente fábrica de yogures.
Saliendo de la zona del mercado un grupo de trabajadores, que están reparando el alcantarillado, calienta agua para hacer té y así tratar de matar el frío de este invierno sirio. Pero podría ser mate.
La resistencia y el dolor se respiran en el aire de Homs. Miles de vidas se perdieron aquí. Otras tantas se resisten a irse. Desean continuar a pesar de todo.
Hoy Homs vive en paz. Sabe que a pocos kilómetros se está viviendo lo que ellos experimentaron hace muy pocos años. Todos auguran que el 2019 será el fin de esta guerra, planificada y orquestada desde el exterior, y que ha costado la vida de gran parte de la población y ha hecho que miles se sirios emprendieran el camino del exilio.