A decir verdad nunca me entusiasmaron las loterías, los premios o los juegos malabares de bolsas que suben y bajan como una ruleta rusa, que engordan y adelgazan acordeones de eso que llaman azar, suerte. Personalmente, apuesto por otros modos, donde apostar por cada día, también es apostar fuerte. En la lotería, sin embargo, la suerte depende de un montón de números que pueden ser o no ser, como puede ser o no ser un número reintegro par o impar. ¡Pura casualidad! Siempre desprecié las noticias de El Gordo, de las loterías de Navidad, pocas participé y cuando lo hice, se debió a causa de que una buena amiga me dijera ‘compartamos un número a medias‘. Entonces sí, a pesar de no tener fe en los números, siempre estuve dispuesta a un boleto compartido entre amigos. Por fidelidad a la amistad, no a los números, ni siquiera al dinero.
Este año, España ha vivido un apocalíptico 2012, que pronto se despide. Las cifras de paro ascienden a más de un 25% y el desaliento sigue cerniéndose en el 2013 con más paro. España sigue incrustada en la negatividad, donde es el pueblo trabajador el que salva al país de una clase política caótica, sin timón al que adherirse, basadas en rumbos de dimes y diretes. Vacua retórica que termina mirando a Europa para salir a flote. El odio y la crispación siguen siendo las claves y los medios de comunicación, ajenos y, tantas veces, polarizados entre un cuarto creciente nacionalista y un cuarto menguante económico. Lunas de un país cuya estrella ahora es la que ilumina los árboles navideños, mientras los portales son EREs, como el de Telemadrid, traducido en las lágrimas de una mujer joven en el metro de Madrid, que en una conversación telefónica comenta que se quedó en el paro.
Este año las noticias de El Gordo de Navidad han caído como una bendición de la ‘nueva era maya‘. Un sólo número, el 76.058, repartido entre 40 localidades españolas, espaldarazo financiero para numerosas familias humildes, necesitadas de esperanza, de milagros en forma de números redondos. Hoy salen a la luz mediática muchas historias de gente normal, la gente de la calle como protagonista. Gracias a El Gordo, también nos asomamos a historias de la calle. Alegría en España, después de mucho tiempo, buenas nuevas para nuevas eras. Como me decía una amiga hace dos días, ya lo decía Horacio en una de sus odas: ‘Acuérdate de mantener en los momentos difíciles un espíritu sereno‘.
Desearos a todos los lectores una Feliz Navidad con este regalo que nos hace Horacio en forma de oda:
Acuérdate de mantener en los momentos difíciles
un espíritu sereno,
e igualmente en los felices,
preservado de la insolente alegría, oh mortal Delio,
sea que hayas vivido triste en todo momento,
sea que hayas vivido feliz
recostado en una lejana pradera los días de fiesta
con la clase más selecta de tu Falerno.
¿Con qué fin el enorme pino y el blanco chopo
gustan de unir la hospitalaria sombra de sus ramas?
¿Por qué la fugaz agua se afana en brincar
por el tortuoso río?
Manda traer aquí vinos y perfumes y rosas,
flores demasiado efímeras,
mientras que tu situación y tu edad
y el hilo funesto de las tres Parcas lo permiten.
Dejarás los bosques comprados, y la casa,
y la granja que el amarillento Tíber baña;
dejarás, y las poseerá tu heredero,
las riquezas acumuladas.
Si rico, descendiente del antiguo Inaco,
o pobre y nacido de ínfima condición, a la intemperie,
nada importa;
morirás, víctima del Orco que de nada se apiada.
Todos estamos constreñidos a lo mismo:
se agita la suerte de cada uno
que, tarde o temprano, saldrá de la urna
y nos colocará en la barca hacia el eterno exilio.