Hoy entrevistamos a alguien que dejó el cielo de Castilla por el cielo de Galicia.
—¿Cómo ve el gris?
—El gris me parece un color tenue, esponjoso, agradable, opaco y blanco.
—¿Insinúa usted que el color gris tiende al blanco?
—Afirmo que es blanco (si se mira directamente, sin prejuicios ni anteojeras) hacia arriba.
—¿Pero prefiere en Galicia la mañana, la tarde o la noche?
—Siempre, desde que puedo, he votado al Partido del Anochecer.
—¿Al PA?
—Correcto.
—¿Y qué opina sobre la victoria en Galicia del PM?
—No quiero hablar de política en esta entrevista.
—Pero las medidas del PM nos afectan a todos.
—Es cierto, los anocheceres con el Partido de la Mañana han pasado a mejor vida.
—¿Los recuerda?
—Con gran intensidad: recuerdo aquellos inicios, aquellos atardeceres que viajaban veloces hacia el anochecer: aquellos tiempos en los que había lib. y se podía caminar con los colores y sus formas: pero meras alegorías, simples símbolos.
—¿Insinúa usted que todo esto no es más que una alegoría?
—Algo así y tristemente.
—Claro.
—Claro.
—Hable claro, por favor.
—En Galicia he comprendido (creo) que la otra política ha muerto: la otra política, esa de la mañana, la tarde y la noche: la así denominada por casi todos y a todas horas como la política de los tres tiempos: tres tiempos establecidos por el cielo de Casti. Sus llanuras de espejo. Azul, tan azul siempre.
—Azul…
—O azul…
—¿Vuelve al gris usted?
—Al gris de las nubes, pesadas, espesas: nubes que generan y caen, permiten un atardecer constante.
—¿Está usted hablando de la luz?
—Esa luz sin completar, un sol lejos y Dios, un cielo a pocos metros anocheciéndose.
—Y así, ¿qué hará cuando vuelva a salir el sol?
—El sol no sale.
—Bueno…, ya me entiende…
—Sí.
—¿Entonces?
—Recordaré Cas, lloraré más, volveré a casa aquí.
—¿Qué casa?
—La patria: el tiempo del atardecer y anochecer de Ca en C.
—O la patria.
—¡Viva!
—¡Que vuelva o desaparezca el Bierzo, el Imperio de En medio!
—Silencio.
—Sss…
cando un galego entra nas planuras de León ou de Zamora, síntese en terra allea, invadido pola tristura que producen os desertos.
Castelao