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Hoy he regalado tu bicicleta

 

Hoy he regalado tu bicicleta, amor, y he recordado las veces que recorrimos juntos, como una pareja de postal cursi de los setentas, las calles de Madrid.

 

Yo no sabía, ¿te acuerdas? Andar, ¿te acuerdas? Yo no sabía andar en bicicleta porque nadie creyó importante que supiera, porque mi papá no estaba, porque mi mamá tampoco, porque ninguno de ellos andaba en bicicleta.

 

Siempre quise saber.

 

Tú me enseñaste y los niños se reían de que un señor enseñara a una señora a andar en bicicleta, pero tú me decías «no les hagas caso, venga María, tú puedes». Y yo tenía miedo de caerme y tú me sostenías.

 

Me sostenías.  

 

Y junto a ti, junto a tu bicicleta azul, recorrimos kilómetros y kilómetros y te encantaba verme mejorar cada día, señora niña que anda en bicicleta. Y yo cada vez iba más rápido, cada vez mejor, hasta que, confiadísima, me caí y me hice mucho, muchísimo daño en la rodilla y lloré de dolor y me trajiste a casa cojeando y me curaste.

 

Tú me curaste.   

 

Hoy he regalado tu bicicleta, mi amor, a un chico que no tiene –que no tenía- y al que le han brillado los ojos cuando la vio, tan azul, tan perfecta.

 

Te hubiera encantado ver esa mirada. Se fue feliz con tu bicicleta que ahora es suya, que ahora llama mía.

 

Le he dicho que la cuide como tú la cuidaste cuando Andrés te la heredó. Ahora que lo pienso, son demasiadas pérdidas para una sola bicicleta.  

 

Pero ahora tiene otro dueño, un chico que parece bueno, que parece dulce, que tenía cara de Navidad cuando se la he llevado. Tu bicicleta vuelve a andar por la ciudad.

 

Tu bici, amor, la he dado.

 

No podía verla otro día más ahí, aparcada junto a la mía, llenándose de polvo, oxidándose, perdiéndose este verano que es para lo que las bicicletas son.

 

Parecía preguntarme cosas. Cosas que no le puedo responder. Cosas como que por qué me la dejaste si era tuya, cosas como por qué te dejé si era tuya.   

 

Jeison se llama el nuevo dueño de tu bici y Jeison me ha prometido que la cuidará y que cuidará la historia que lleva sobre su sillín. O sea, tu historia, la mía.

 

La de los dos.

 

Era lo que tenía que hacer, amor, deshacerme de la última de tus cosas que me quedaba, de la última de esas cosas que llamábamos nuestras, un rezagado, dolorosísimo, recuerdo de días de ir a andar en bici contigo, conmigo.

 

Se ha ido ya, hace media hora, una hora tal vez, que ya no es tuya, ni mía, ni nuestra.  

 

Pero ahora está mi bici sola y la veo ahí, ya una y no dos, y no sé por qué pero esa imagen de una sola bicicleta me ha hecho caerme al suelo y hacerme mucho, muchísimo daño.

 

Y tú no estás para ayudarme a volver a casa.   

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