Home Mientras tanto Huele a pintura

Huele a pintura

 

1.

 

Huele a pintura. En la escalera. Pero eso será después. Antes huele a maquillaje y a sudor y a semana que dura demasiado (en el metro).

 

Recordará el olor a pintura mientras está sentado en la terraza del bar escribiendo su diario (un rato después). Y anote: huele a pintura, y le dé un sorbo a la VollDamm. Pero a pintura no olerá en ese momento, sino que olerá al perfume solitario de las calles vacías.

 

Un aroma confuso como de bulo o tragedia.

 

2. 

 

Más tarde se sentará a cenar (boquerones fritos).

 

Y ya el día olerá a limón.

 

3.

 

Revisa las anotaciones del diario y los últimos garabatos son de hace más de un mes, y los anteriores del año pasado, y los anteriores del verano. Se dice: hay muchos huecos en mi vida, mentiras. Esa es una palabra que repetía mucho su padre. Su padre era (¿es?) pintor.

 

Él ahora mismo se siente su padre. No su padre en tanto que aquel, sino padre de sí mismo: creador de su personalidad

(o acaso así le gustaría que fuese; porque a veces tiene dudas).

 

4.

 

Piensa en la mezcla de un chorro blanquináceo de pintura con limón.

 

En su juventud hacía muchas de estas mezclas: con arroz, garbanzos, tierra… lo que tuviese a mano. Óleo, disolvente, colorantes, esmaltes. Papel, cartón. Lo que fuese.

 

Pero es tarde y ya es suficiente por hoy para los recuerdos.

 

Tengo que hacer la maleta, se dice, en unas horas salgo de viaje, reflexiona.

 

Y apaga el ordenador.

 

Fin del día.

Salir de la versión móvil