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Huelga conceptual

 

Lo interesante de la huelga de consumo convocada para hoy en España es la constatación de su imposibilidad. Es una propuesta meramente conceptual -como aquella otra incitación del ex-futbolista Cantoná a retirar el dinero de los bancos-, cuyo valor radica en hacernos ver hasta qué punto estamos atrapados sin salida en un paradigma de vida que asocia implacablemente bienestar con consumo y progreso con crecimiento.

 

Uno de los ensayos mejor escritos que leí el año pasado es un pequeño librito llamado «De la miseria humana en el medio publicitario» (Ed. Melusina). Lo firma un colectivo multidisciplinar francés llamado Grupo Marcuse. Es una obra contundente, extrema, redactada con una eficacia admirable, uno de esos textos que, aunque seamos conscientes de su radicalidad, nos atrapan por la lógica aplastante del discurso. Su ataque frontal contra la publicidad -perverso carburante ideológico del capitalismo– les sirve para adentrarse en los orígenes del consumismo como proyecto de control social y perpetuación de la lógica imparable y suicida del crecimiento. A más producción, más necesidad de generar estímulos para consumirla.

 

La huelga de consumo de hoy, convocada por el sindicato CGT y más de cien asociaciones es ingenua, confusa, balbuciente, imposible, una pataleta. Sí, pero a la vez absolutamente necesaria como reflexión, como el enésimo síntoma de una emergente conciencia civil que, espoleada ahora por una crisis económica salvaje, se pregunta perpleja cómo escapar de este túnel circular regentado por una tríada infernal: explotación, publicidad y consumo. Y vuelta a empezar.

 

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