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Huida o huida

Un grupo de intelectuales, entre los que se encuentran Mario Vargas Llosa, Amartya Sen, Joseph Stiglitz, Francis Fukuyama o el secretario general de Reporteros Sin Fronteras, Christophe Deloire, ha firmado un manifiesto pidiendo a Facebook, Twitter, Microsoft o Google que frenen la circulación de mentiras. Esta vez la percha del llamamiento no ha sido Trump, sino el coronavirus: “Las plataformas digitales han tenido efectos muy positivos en la comunicación horizontal. Pero el caos informativo –achacable a la falta de obligaciones– amenaza la vida democrática, la armonía civil, la supervivencia de los medios de información y la capacidad básica de cada uno para distinguir lo verdadero de lo falso o para salirse de las cajas de resonancia que les rodean”. Se trata de un noble propósito, pero ingenuo. En puridad, eso solo se le podría pedir a los periódicos, único lugar donde la distinción entre verdadero y falso tiene todavía algún sentido.

La principal característica de la superficie digital es la falsedad. Noticias falsas, seguidores falsos, perfiles falsos, recomendaciones falsas y comentarios falsos. Tratar de que las empresas que han alcanzado un poder descomunal administrando la adicción a las mentiras se dediquen ahora al laborioso fact-checking (verificación) es de una enorme candidez. La misma, por cierto, de los que proponen que se combatan las mentiras inundando esas plataformas de noticias verdaderas, como en una carrera espacial. Y cuyo último representante sería Lee McIntyre en su libro Posverdad, que leo ahora: “Después de todo, ¿no es por inundación, en primer lugar, como se han vuelto tan importantes las noticias falsas?” Todavía no han entendido que lo contrario de una verdad no es una mentira, sino mil; y que en Facebook o Twitter siempre gana la mayoría.

La verdad requiere de unas determinadas condiciones de soledad, silencio y prudencia. Justamente lo opuesto a esas plataformas, inseparables del impulso, el ruido y la manada. Quiero decir que donde es imposible la lucha, solo cabe la huida. La huida y el desprecio.

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