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Humanity Plus

 

Los humanos nos hemos quedado obsoletos. Llevamos doscientos mil años sin cambiar de versión. Mientras tanto, la ciencia no deja de descubrir nuevos aspectos de la realidad cada vez más inaccesibles para nuestros limitados y caducos sentidos. Hay un enorme desfase entre lo que sabemos y lo que podemos percibir, así que urge una actualización. El problema es que el ritmo de evolución de la inteligencia biológica es terriblemente lento si lo comparamos con la no-biológica, que ha conseguido en treinta años mucho más que aquella en veinticinco mil siglos. Así que no tenemos otro remedio que recurrir a las prótesis tecnológicas para poder ubicarnos en la creciente complejidad de lo que nos rodea.

 

De este tipo de reflexiones se ocupa el transhumanismo, un movimiento filosófico-científico-artístico, de apenas veinte años de existencia, que ve en el uso de las nuevas tecnologías un medio rápido, ético y eficaz para expandir las capacidades humanas, incluido –sobre todo– ese ingrediente secreto y exclusivo llamado conciencia. En su web Humanity Plus hay mucha información, con manifiestos, FAQs, proyectos e incluso una pequeña encuesta para que usted pueda saber cómo anda de transhumanismo. El pasado fin de semana celebraron su simposio anual  –el H+ Summit — en la Universidad de Harvard. Uno de los asistentes fue el prestigioso gurú de la inteligencia artificial Ray Kurzweil. Este hombre es el Nostradamus de la era digital; son famosas sus profecías tecnológicas, de escalofriante precisión. Kurzweil  ha dicho que para el 2025 la inteligencia no-biológica será ya más importante que la biológica, que tenderá a convertirse en un mero software actualizable a demanda. Según lo visto en la reunión de Harvard y las recientes pesquisas de Craig Venter, no parece estar tan lejos el día en que podamos digitalizar toda la información contenida en el genoma humano, editarla y volverla a convertir en información biológica. Lo que venga a continuación no es difícil de imaginar, pero da vértigo.

 

Una de las exposiciones del recién inaugurado festival Photo España 2010 está dedicada a Harold Edgerton (1903-1990), un personaje fascinante, fotógrafo, ingeniero y profesor del MIT que, como los transhumanistas, sabía que con nuestros torpes sentidos nunca podríamos gozar de muchas maravillas que estaban ocurriendo a nuestro alrededor. Habrán visto muchas de sus bellas fotos de los años cincuenta, como la de la corona que forma la salpicadura de una gota de leche al chocar sobre una superficie, la bala atravesando una manzana o el revoloteo detenido de las alas de un colibrí. La exposición se titula Anatomía del Movimiento y estará en la Fundación BBVA de Madrid hasta el próximo 25 de julio.

 

Edgerton lograba sus prodigiosas imágenes con un flash estroboscópico que permitía parpadeos de luz de millonésimas de segundo. Gracias a esta iluminación podía congelar el más rápido movimiento con una precisión visual que todavía asombra. Como científico, Edgerton sabía que la realidad guardaba en su intimidad un espectáculo al que por ahora no estábamos invitados los humanos. Pero si ayudados por algún dispositivo conseguíamos sorprenderla con la rapidez suficiente y en el momento adecuado, seríamos testigos de algo prodigioso. Es la mentalidad del paparazzi, la misma que impregna la exposición Exposed:voyeurism, surveillance and the camera, que durante todo este verano albergará la Tate Modern de Londres. En el fondo todos somos estroboscopios mirando al mundo. Vemos o ignoramos según el ritmo de parpadeo de nuestra conciencia.

 

 

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