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I hate St. Valentine’s Day

 

Confieso que el Día de los Enamorados me genera sentimientos encontrados. Encontrados no porque sean diferentes, sino que porque se encuentran en un punto concreto, como las líneas secantes… Por un lado me dan ganas de potar. Por el otro me dan ganas de comprarme una radial e ir rebanando cabezas. Ya veis lo que me inspira a mí esta fecha. El otro día un tuitero (cuánta genialidad hay en Twitter) dijo que el día de los Enamorados debía ser lo más parecido a Navidad puesto que había un montón de cornudos y cornudas, cuales renos, llevando regalos.

 

Vamos a ver, si no os queréis hombre ¿por qué hacéis el hipócrita ese día? ¿Para incrementar las ventas de El Corte Inglés? Puaj, qué asco: ese hombre que en la vida se acuerda de su mujer más que para pedirle otra cerveza desde el sillón y va y el 14 de febrero le regala flores. Venga ya. Esa mujer que no soporta a su marido ni sus ronquidos ni su aliento de por las mañanas y ese día le regala una corbata. Puaj III.

 

Yo no sé si esta animadversión me viene de algún trauma infantil. O quizás, secretamente y en el fondo de mi misma, me gustaría encontrar a un príncipe que todos los 14 de febreros me preparara una cena con velas y me tuviera preparado un anillo. De diamantes no, que va en contra de mis prejuicios… Me preparara una cena digo, no como hacía el innombrable (¡hola, Joaquín!) que compraba unas lonchas de salmón en el Mercadona y santas pascuas. Que eso no es así, hombre, que si uno se pone pues hay que esmerarse… Pero venga, entremos en esa vorágine consumista y compremos algo a nuestro partenaire, aunque sólo sea para reactivar la maltrecha economía que seguro que mi sugerencia de comprar a diestro y siniestro resulta más útil que la reforma laboral de Rajoy.

 

Regalos para él: un estimulador anal, por ejemplo. Que los tíos sois unos estrechos y no dejáis que os toquen el culo. Y sé de que hablo, que mi santo es así y no veas qué peleas persiguiéndole por el pasillo.

 

Un pasamontañas, porque hace frío y porque no hay nada más morboso que llegue un tío con el pasamontañas y te diga que te va a meter de todo menos miedo. Que eso me dijeron en unas fiestas de mi pueblo siendo yogurina y mi padre, que estaba presente, casi me cruza la cara… Así se las gastan los extremeños.

 

Un liguero y un corsé, y digo para él, no me he equivocado, que algo así lleva Alex O’Dogherty en The Hole (si no habéis ido todavía  a verlo, os lo recomiendo vivamente, es un espectáculo la mar de sugerente) y no veas lo excitante que resultaba el chico así vestido. Uhmmmm y para ella… buena gana de complicarse la vida. Entrad en esta página y lo veréis.

 

No me digáis que estas vergas de chocolate no son el regalo perfecto. Si dan ganas de lamer la pantalla del ordenador solo con verlas. Pues eso, una de éstas de chocolate (a gustos, negro, blanco, con leche…) y de postre, la de verdad. Que es más sabrosa.

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