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Mientras tantoiAnimal y la tele-empatía. La compasión no debería entender de especies

iAnimal y la tele-empatía. La compasión no debería entender de especies


En su primera encarnación, allá por los primeros años 90 del pasado siglo, la realidad virtual fue una de las grandes promesas del entonces incipiente ciber-utopismo, esa actitud tan estimulante como ingenua que vincula(ba) tecnología y libertad, telemática y felicidad. En aquel tiempo, los ordenadores iban entrando tímidamente en las casas, internet estaba dejando de ser un ámbito exclusivo de militares y académicos, y el capitalismo avanzado todavía no había puesto sus garras sobre la recién inventada World Wide Web. El ciberespacio se presentaba para un buen número de activistas, intelectuales y artistas como un apasionante territorio virgen listo para ser explorado y colonizado a base de creatividad y buenas intenciones y —lo más importante— a buen recaudo del poder político y económico. El espíritu de aquella primera ciber-sociedad tenía más que ver con el situacionismo y los hippies que con el frío hedor a negocio de Silicon Valley. Pronto la euforia se vino abajo. La carísima tecnología de la época se mostró incapaz de hacernos sentir dentro, las corporaciones se apropiaron del ciberespacio con su ejército de dólares y metáforas estúpidas pero fundacionales, y los humanos nos dimos cuenta de que no era tan fácil —ni quizás tan deseable— escapar así de lo cotidiano. Aquello fracasó.

Más de veinte años después, la segunda venida de la realidad virtual poco tiene que ver con aquel romanticismo tecno-libertario. Los dispositivos actuales, nacidos a la sombra de la poderosa industria de los video-juegos, se plantean simplemente como pragmáticos —y ya asequibles— accesorios intensificadores de experiencias.  En este 2016 han empezado a venderse al público un buen número de modelos, y pronto llenarán nuestras casas. Los usaremos para jugar, trabajar, aprender, excitarnos o navegar —Zuckerberg mediante— por redes sociales. Su baza es la inmersión, hacernos sentir allí, en medio de, junto a. Por ello, más allá del ocio, pueden convertirse en un maravilloso vehículo de tele-empatía.

Igualdad Animal, una organización que lucha en todo el mundo por los derechos de los animales con un tesón y una eficacia admirables, ha sabido entender el potencial de estas herramientas, y ha lanzado iAnimal, una terrible pero reveladora experiencia inmersiva que nos muestra el brutal maltrato animal por parte de la industria cárnica. Cuando Paul McCartney decía hace unos años que “si los mataderos tuvieran paredes de cristal todos seríamos vegetarianos”, se refería a esto. Durante 18 meses, José Valle y otros investigadores de la organización han documentado in-situ granjas y mataderos de Italia, España, Inglaterra, México y Alemania con un dispositivo especial que esconde las seis cámaras que permiten grabar la realidad en 360 grados. En un post del espléndido blog Caballo de Nietzche, el director internacional de Igualdad Animal, Javier Moreno, explicaba esta semana el proyecto y el tremendo impacto que estaba teniendo en muchos medios y ámbitos, incluído el prestigioso Festival de Sundance.

La importancia de este proyecto va más allá de sacar a la luz prácticas desalmadas que esta industria —como tantos otros lobbies que dependen de nuestras decisiones de consumo— quiere esconder. Lo verdaderamente novedoso aquí es el uso de las tecnologías digitales inmersivas para ponernos en el lugar del otro, para durante unos minutos ser el otro y poder hacer nuestro su pánico, su dolor, sin distinción de raza, sexo, lugar o especie. Ojalá y estos dispositivos, que ya fracasaron una vez por egocéntricos y ensimismantes, puedan ahora hacernos salir de nuestro confort ciego y sordo y contemplar el mundo desde los ojos —y pronto también el cuerpo— de aquellos a los que maltratamos, sean humanos o animales.  Bienvenida seas de nuevo, realidad virtual, si la escapada que nos prometes es hacia el poco transitado mundo de la compasión.

*  *  *

PD: iAnimal estará en mayo en Madrid Capital Animal 2016, una magnífica iniciativa que va a dar mucho que hablar. A cargo de Rafa Doctor, Ruth Toledano y Concha López, el proyecto mezcla activismo cultural y concienciación sobre los derechos de los animales. La lista de sedes, actividades, participantes e invitados es impresionante, e incluye una conferencia del mismísimo premio Nobel de Literatura J.M. Coetzee. Seguiremos hablando de ello.

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