NOS QUEDA LA BUTACA
Que el Creador o la Naturaleza, lo que estuviera antes, nos hizo desiguales, está claro. Hay quien piensa que la inteligencia la tenemos para superar esa desigualdad. Y hay quien piensa que sirve para acrecentarla. A costa de quien no piensa, mayormente. Ampliarlo. Desactivar la educación, que es la herramienta del conocimiento. Pervertir la palabra, que es de lo que se hace aquello que se piensa y con lo que se comunica lo pensado. El acceso al tiempo, el pasado, el presente, hacia el futuro. Lo primero: limitar la palabra. Llevan ya tanto haciendo eso en España que quizás ya ni sepan que lo hacen. Pero el reflejo funciona por sí solo. Y se aplica sin concesiones día a día. En los planes de estudio. En los medios de comunicación. En el discurso cotidiano. Así que no es verdad: no queda la palabra. Apenas. Y bajando.
‘ME QUEDA LA PALABRA’. PACO IBÁÑEZ.
Que Dios o que la Evolución nos ha hecho diferentes se advierte, por ejemplo, en los cines: los más altos se sientan invariablemente en la butaca de delante. Y que ya no pensamos se demuestra en el diseño de las salas, que eso no lo remedia.
En la sala oficial del Festival de Sitges, el Auditori, se recupera la igualdad.
Todo en horizontal, altos o bajos, indiferentemente, por delante, cabezas; salvo los últimos, que llegan a la primera fila y, enfermos de tortícolis, demasiado cerca, no ven tampoco nada. Un argumento contra la igualdad de quienes entienden que ésta sólo tiene sentido tirando de las cosas hacia abajo. Argumento que es, siempre, contra la inteligencia (ésta se me ha escapado).
Cuarto día de Sitges.
’71, DE YANN DEMANGE
Como ‘La retirada de los Diez Mil’ (en el cine, también, ‘The Warriors’), pero individual y en Belfast. Pese a algunas inverosimilitudes -¿cómo se hace seguir, o se permite, un equipo encubierto por jeep de uniformados?-, acción de buena ley, tensión, intriga y una propuesta seria.
THE WOLRD OF KANAKO, DE TETSUYA NAKASHIMA
De lo nada que saben los padres de los hijos, con la estética hortera de ciertos productos orientales (y occidentales: ‘Kill Bill’), tratamiento de espagueti sashimi, en un baño de sangre y giros de guión a veces muy tramposos. La policía a veces sí es lo que parece.
STEREO, DE MAXIMILIAN ENLERWEIN
No paramos de recurrir a Bierce, por una parte y, por otra, a ‘Retorno al pasado’. Sin ser Bierce ni Tourneur, una historia violenta de amnesia paranormal con Viggo Mortensen despojado de pelo, que no deja de tener su punto gore.
Al final, es verdad, calvos: todos iguales.