Anoche Xoel López tocaba en Getafe. Hace unos días una amiga me dijo que los conciertos de Xoel siempre le sabían a fin de etapa. Le dije que a mí me pasaba algo parecido.
La primera vez que vi a Xoel en directo yo tenía 18 años. Fue en el festival Sonorama en agosto de 2011. Era también una de las primeras ocasiones que Xoel se anunciaba en un concierto con su propio nombre, enterrando definitivamente el sobrenombre de Deluxe. Aquella tarde tocó alguna canción nueva que había compuesto durante su etapa en Sudamérica, aunque el grueso del concierto se compuso de canciones de su etapa con Deluxe. Creo recordar que empezó con una espléndida versión acústica de “Los días fríos”. También sonaron otras como “Simone” (que le encanta a mi hermano), “El cielo de Madrid” o “El amor valiente”. Todas esas canciones formaron parte de la banda sonora de mi adolescencia; las escuché de forma compulsiva entre los 14 y los 18 años. Mientras disfrutaba de aquel concierto muchas imágenes rondaban mi cabeza: escuchar “Los días fríos” en una tarde de noviembre mientras subía la calle Herrerías en Tudela, los viajes en coche con mis padres con “El amor valiente” a todo volumen, volver a casa un sábado de madrugada escuchando “El cielo de Madrid”. Aquel verano, el verano de 2011, fue mi último verano antes de empezar la universidad. Fue quizás el último de los veranos.
En los últimos seis años la música de Xoel me ha seguido acompañando. Le he visto muchas veces: en la Plaza del Trigo de Aranda de Duero celebrando su cumpleaños con un concierto acústico, en el fin de gira de Atlántico en La Riviera, en más Sonoramas, en la Joy Eslava en el primer concierto de la gira de “Paramales”, en el Circo Price en enero de 2016. Sus últimos dos discos han dado lugar a nuevas imágenes y recuerdos. Escuchar “Postal de Nueva York” me traslada al invierno de 2013, a mi apartamento en Northfield, Minnesota, al ruido de la nieve de las ramas cayendo sobre mi tejado, a los cuentos de Cheever, a sentirme menos solo gracias a las canciones y la radio española. Escuchar “Tierra” me transporta a la habitación 314 del Chaminade, a una mañana bien acompañado después de una noche larga en la sala de fiestas, al concierto que me dedicaron (entre el cariño y la mofa) mis amigos en el salón de actos del Colegio Mayor. Escuchar “Patagonia” es un trayecto en bicicleta desde el apartamento en la calle Jaegersborggade hasta el Copenhagen Business School. “Todo lo que merezcas” es volver al que pudo ser y no fue el verano de nuestras vidas, a una postal enviada el 28 de diciembre de 2015. Escuchar “Almas del norte” es volver a una habitación del barrio de Le Plateau en la que no dormí más de tres noches. Escuchar “Ningún hombre, ningún lugar” es amanecer feliz en un diminuto estudio en Manhattan (6th street esquina con Avenue B) a las seis y media de la mañana para ir a trabajar.
Ayer hacía bastante frío en Getafe y yo iba en bermudas. La segunda canción del concierto fue “I’ll See You In London”, una tema del primer disco de Deluxe editado en 2001. Xoel y su banda interpretaron una versión actualizada (y muy mejorada) de esa canción. Fue magnífico. Le dije a mi amiga que ese tema contenía todos los elementos que adoro en una canción: un relato de frustración en la estrofa, un estribillo esperanzado, una melodía luminosa y unos coros en la tradición del mejor pop. Mientras sonaba la canción pensé en Teenage Funclub, en “Your Love Is The Place Where I Come From” y en estas palabras de Nick Hornby en su libro 31 canciones:
Y cuando me puse a pensar por qué sería así, por qué tantas canciones que para mí son importantes no me llegan cargadas de sentimientos o sensaciones asociadas, se me ocurrió que la respuesta era evidente: si te gusta una canción, te gusta lo suficiente como para que te acompañe a lo largo de diversas etapas de tu vida, así que el uso va borrando todos los recuerdos demasiado específicos. Si hubiera oído ‘Thunder Road’ en el dormitorio de una chica en 1975 y decidido que estaba bien pero nunca hubiese vuelto a ver a la chica ni escuchado mucho la canción, entonces oírla me traería a la memoria el olor de su desodorante. Pero no pasó eso; lo que pasó fue que oí ‘Thunder Road’ y me encantó y desde entonces la he ido escuchando a intervalos (alternamente) frecuentes. La verdad es que ‘Thunder Road’ sólo me recuerda a ‘Thunder Road’ y, supongo, a mi vida desde que tenía dieciocho años, es decir, a poca cosa y a demasiado.
Puede que cuando tenga la edad de Nick Hornby me suceda lo mismo. Pero ese momento aún no ha llegado. A día de hoy sigo asociando las canciones de Xoel López con situaciones muy particulares y nada difíciles de identificar. Anoche Xoel tocó muy cerca de la Universidad Carlos III, donde he pasado muchos días en los últimos seis años. A partir de la semana que viene volveré poco por allí. Cuando tocaron “I’ll See You In London” estaba seguro que la estaban tocando para mí y acto seguido me avergoncé de estar teniendo ese pensamiento tan ridículo. Pero la música tiene eso: puedes estar rodeado de 50000 personas en un estadio pero Bruce Springsteen está hablando de tu historia, está cantando para ti. Puede que entonces no sea tan ridículo, pensé.
Xoel recuperó ayer muchas canciones de su etapa con Deluxe, concretamente tres de mis favoritas: “Tendremos que esperar”, “El amor valiente” y “Reconstrucción”. Esta última es una canción optimista sobre el fin de una etapa y el comienzo de otra. A mí madre y a mi hermana les encanta.
Es el mejor momento,
sentir, cambiar de nombre tantas cosas
y olvidar algunas caras
en el cementerio del pasado.
Es el mejor momento,
reconocer, sentir a veces tanto miedo
y entender que justamente
ese es el gesto más valiente.
Hacia el final del concierto los chicos (y una chica, Verónica Ferreiro) de la banda interpretaron “El amor valiente”, seguramente la mejor canción de Xoel en su etapa de Deluxe. Cada uno de los miembros de la banda cantó una estrofa. Es una de esas canciones muy largas que uno querría que no acabaran nunca. Empieza triste pero para mí termina siendo también una canción optimista. Me recuerda a “While You Were Sleeping” de Elvis Perkins y no sé muy bien por qué. Quizás sea porque como sucede en esa canción los instrumentos se van incorporando de forma progresiva y los vientos suenan festivos y melancólicos. En la última frase de la canción Xoel reconoce que “hace tiempo que (…) no sonreía tanto”. Ese final me recuerda a la canción “Somewhere Along the Way”, del grupo californiano Dawes. “Somewhere Along the Way” termina así:
I finally felt connected to the continental drift
But somewhere along the way
I started to smile again
I don’t remember when
Somewhere along the way
Things will turn out just fine
I know it’s true this time
Cuando volvimos de Getafe seguía haciendo mucho frío pero me sentía un poco más yo mismo. Mi amiga, que hace unas semanas firmó su primer contrato haciendo lo que más le gusta, me dijo que el concierto le había vuelto a saber a fin de etapa. Quizás seamos demasiado jóvenes para la nostalgia pero está bien de vez en cuando que las canciones nos recuerden de dónde venimos y a dónde vamos.
But I avoid the time now
And I’m waiting for tomorrow
We both know very soon I’ll be by your side
I’ll see you in London
I’ll see you in London
I’ll see you in London
I’ll see you in London town
We’ll go to the clubs
Where I thought of you eighty two times
One time for each song, for each word
That I have said that night