Dar luz al entendimiento. Esta es la primera acepción del verbo ilustrar en el diccionario. La palabra latina de la que procede, illustrare, significa iluminar, esclarecer, poner de relieve.
Sobre la capacidad del dibujo para arrojar luz se habló ayer en un espléndido debate, organizado por Ámbito Cultural y FronteraD, que reunió, bajo la batuta de Felipe Hernández Cava, a cuatro ilustradores del prestigio de Alfredo, Ana Juan, Antonia Santaolaya y Raúl. Entre el público algunos más, como El Roto o Keko.
¿Cómo se enfrenta el ilustrador a lo que dibuja? Al final es siempre lo mismo: se trata de leer la realidad y luego mirarse al espejo. Después, dejar hacer su trabajo al cuerpo, a la mano, a la tinta y al azar, y aceptar que realmente nadie sabe qué va a dibujar hasta que el dibujo, abandonado a su suerte, lo cuenta. Porque los dibujos, como casi todas las cosas, no se terminan, se abandonan.
Y hay dibujos que decoran y otros que interpelan. Frente a la asepsia de los primeros, los segundos, los luminosos, manchan y se manchan: de dudas, de miedo, de rabia y de ganas de hacer y cambiar cosas. Y nos apremian a prestar atención a asuntos dormidos. Habló Hernández Cava de aquél ilustrador, Ronald Searle, que enviado por la revista LIFE a cubrir el juicio del nazi Adolf Eichmann, opinó que sería mucho más importante dibujar a los supervivientes que al asesino.