Isla: Porción emergente de tierra negra que desafía el azul profundo, silencioso, de las olas. Goran de piedras que protege al árbol de la vida contra los vientos secos.
Poema: Verde grama que brota en el desierto tarajal de la página en blanco. Círculo de sílabas cercando la luz de un instante, cuerdas tensas en el vacío, caracola abierta por la que sopla el viento.
A contraluz las sombras verdes, densidad de hojas sonoras.
Laureles fragantes, nacidos de las nubes que abandonan los vientos alisios, macerados en su placenta húmeda, en la bruma embarrancada entre collados. Lauros recubiertos de liquen desgreñado, largas crines que cuelgan de los troncos viejos como grandes mastines derrotados: filamentosa barba, hebras de blando terciopelo que suavizan el contorno de las ramas.
Sed también vosotras ese musgo, palabras en la laurisilva, sed también verdes y esponjosas, transpirantes. Abrid vuestros ostiolos. Convocad el aroma líquido del tilo, que se afirma en los hondones sombríos. No hay en su olor melancolía, sino alegre exhalación de sabia endurecida.
La luz entre el follaje es oro en el que pesan las esporas. El viento mece torpemente las copas entreveradas. Por el aire acalinado se queja la madera, con un crujir de altas mecedoras, con un resquebrajarse intermitente, interminable. Entre chasquidos pían pájaros agudos, intercambiando silbos aflautados.
Abrazad a las hayas cuando las encontréis, líneas o lianas; postraos a la roja, lenta y envolvente gramática de la hiedra.
En el oscuro fayal, plumones blancos. Flores de brezo en las espinas. En el sotobosque se despliegan, arborescentes, los abanicos verdeclaros del helecho, y la bencomia ofrece sus balsámicos racimos.
¿Podréis decir, palabras, cómo el aroma del tilo es ya rocío entre el ramaje, cómo cala su aliento silencioso? Pronunciad siquiera el aire que lo lleva, los huecos en las vegetales branquias.
El bosque a contraluz es liquen plateado, rizándose en las húmedas cortezas, miniado: frondoso musgo que respira en las raíces y las piedras.
Desde la vertical de los acantilados,
desde las altas, despejadas cornisas,
entre la balaustrada de los pinos:
la isla cabe dentro de los ojos.
Horizonte, sé terso en la lejanía, preciso en la infinitud.
Línea de costa, di tu suave trayectoria, tu más lenta frase.
El golfo se abre bajo los riscos, en el cuenco azul del vértigo.
Por el estrecho cantil que lentamente emerge
acariciando la hendida medialuna de la playa
raya el mar la pizarra de la orilla
con su fina tiza blanca.
Arenas grises,
caletas oscuras,
escarpados valles,
huellas de un antiguo
cataclismo, descantes
en los que cabrillea la espuma.
Picados, contrapicados, escorzos, decidme:
Qué colosal cincel astilló vuestro
perfil. Qué grafito satinó vuestras paredes
de lajas, qué buril afilado grabó tan hondas
anfractuosidades.
Duras laderas, romped el gozne de la mirada, mostradme el mineral de vuestro verso.
Paisajes toscamente esmerilados ¿cuántos infinitos se repliegan en vuestra silueta?
También mi corazón alberga negras calas y hay verodes en sus hendiduras.
Verde distancia de los pastos entre desnudas colinas.
Verde lustroso aún de las recientes lluvias, cimbreante.
En los límites el perfil negro de los árboles en fila.
A poca altura, la niebla es un cernícalo aleteando,
quieto en el aire
suspendido.
Hebras de calima desgajadas fina lluvia jarina volandera.
Los viejos muretes entrecruzan sus líneas, trazan la delicada columna vertebral de los campos.
Filas de hormigas inmóviles, frágiles versos, callada escritura de la meseta.
Abate tú también la voz en estos pastos. Dibuja sus amables ondas, tensa su efímero horizonte.
Hay piedras impares modellones piedras de nadie
piedras que no delimitan ni señalan el sendero.
Y viejos goranes.
Círculos de piedra alzados
en las soledades, donde duermen
los animales en su azul
recogimiento. Círculos de
sosiego en los vientos invernales,
cerco de paz bajo el relámpago:
breves refugios.
Mansedumbre del verde apaisado y exento.
Verde extenso que las bestias lentamente pacen,
quietas en su santa indiferencia.
Di sólo las encrucijadas, el musgo sobre las losas, las humildes tabaibas entre las lindes.
Aprende la blanda caligrafía del camino.
Palabras andariegas, vosotras habéis visto las flores de los caminos y recogisteis los nombres que los pastores les dieron ¿sabréis pintar sus colores, hacerlas renacer de entre las páginas de la memoria?
El denso aroma del mol, incienso de los senderos de costa. En sombrías hondonadas, junto al fresco fragor de las fuentes, florecen los botones rosados de la estrelladera. Entre las losas de los acantilados, entre el verdor vigoroso de las tabaibas, se extienden como densas cataratas, apaisadas, las ramas de la nevadilla. Y asomando sobre los ásperos matorrales, sólo los azules mástiles floridos del taginaste y los largos dedos verdes de los cardones, coronados de gemas rojas, se recortan contra el cielo de plata.
Sube la senda por las laderas del sol. Las altas soledades se encrespan de tallos de níquel y vellones de seda: es el trebolillo que ya ha abierto sus mil ojos de ámbar, como pétalos de retamas en flor, y la giralda yergue sus finos espolones amarillos.
Violeta pálido de la malva de los riscos y de las siemprevivas, vivo violeta de los pétalos del pensamiento. Breves rosas cárdenas de las flores de Mayo y de los tomillares marinos. Y entre la tierra seca y cuarteada, la nieve de los tagastes y de las azucenas: cuarzos blandos sobre un lienzo de ardiente siena.
Palabras verdes, vivientes palabras como flores, ¿sabréis encaramaros al blanco tronco del silencio, dar voz a las campanas del bicácaro, responder a su rebato rojo, y ofrecer también fragantes, breves naranjas, a los que andan por los caminos?
Un pétalo morado envuelve el cielo.
Oyes la marea golpeando dentro.
Sobre la arena sombras
conchas del tiempo vacías.
Tanta memoria en suspenso
arrodillada ida.
Aves de olvido ciegas
habitan el hondón de tus costillas.
Sobre la arena espejos
cifras equívocas lentes.
Una azucena en el aire
desprendida ausente.
Aves de paso beben en tus manos
cóncavas abiertas.
Vas siendo sólo oído tiemblo
donde ya no palabras olas
trenzan hebras de luz y de silencio.
Un lápiz de niebla borra tu contorno,
dibuja estancias blancas en tus ojos,
formas desiertas.
Vas siendo menos y se amansa
el tiempo como un río
quieto.
Vas siendo el cauce transparente,
la talla muda que mira sin mirada
el agua calma
la mar atardecida
nada
íntima nada que se mece.
Oyes la silenciosa calma dentro,
el aroma de una flor desconocida.
“Volver siempre al objeto mismo, a lo que es en bruto, a lo que tiene de diferente”
F.Ponge
Las voces que designan especies de plantas endémicas o en el filo de la extinción son también palabras endémicas y a punto de desaparecer. Muchos de estos nombres reclamaron vigorosamente asomar entre las olas del texto, como altos roques aislados, como un hilo rojo en el tejido de la escritura. Cuando este filamento crece como un liquen, las palabras desarrollan hifas, cilios delgados que unen, simbióticamente, los nombres y las cosas. En estos poemas no hay sino una muda admiración por los objetos mismos, una inclinación ante la vida que rebrota entre las rocas negras. Una respuesta a lo que, transparentes, han comunicado a mis ojos y a mi olfato, a mis oídos y a mis manos, tras un demorado y tácito coloquio.
Christian T. Arjona (Barcelona 1977) es licenciado en Filosofía y doctor en Literatura Hispánica por la Universidad de Barcelona. Autor de una tesis sobre Miguel de Molinos y la vía espiritual de la quietud. Ha publicado los siguientes poemarios: Voz de nadie (Barcelona, 1998), Canción demorada (1999), Cuando no aún el poema (Premio Luis Feria, Tenerife, 2001), Ecos y desvelos (2002) y Bajo la piel del roble (2011).
Sus poemas han aparecido en distintas antologías, como Poesía Pasión: Doce jóvenes poetas españoles, a cargo de Eduardo Moga (Libros del Innombrable, 2004); El jaiku en España, de Pedro A. de Haro (Hiperión, 2003), Los poetas del silencio, de Juan Miguel Domínguez (adamaRamada, 2006) o Arrabal 80 (Libros del Innombrable, 2011), así como en distintas revistas literarias (Nayagua, El Perro Blanco). Es autor de diversos ensayos publicados en revistas literarias de Barcelona y ha realizado traducciones del inglés al castellano de los poetas imaginistas y de la generación beat. Como artista plástico, sus cuadros y fotografías se han mostrado en distintas exposiciones de Barcelona y Vermont (EEUU) y trabaja en colaboración con otros artistas en proyectos que combinan escritura y pintura. Escribe regularmente en el blog: www.lagargantadelsimbionte.blogspot.com