Mientras, continúa la protesta de los indignados de Sol, que, aunque ya han decidido levantar el campamento de la mítica plaza, quieren continuar con su lucha, y ayer marchaban al Congreso de los Diputados para recordar a los políticos que están indignados, entre otras cosas, porque sus señorías siguen jugando a fingir que esa indignación no existe. Hacen bien en levantar el campamento, y hacen bien en seguir indignados. De todos depende que el espíritu del 15-M, su grito en reclamo de más democracia, encuentre un lugar en la sociedad para seguir creciendo y germinar.
Y mientras, también, sigue el tira y afloja de la negociación colectiva, del diálogo entre empresarios y sindicatos. Cuando digo empresarios, digo la CEOE, que representa a las grandes empresas, una mínima parte de los negocios en un país de pymes; cuando digo sindicatos me refiero, en España, a entidades corporativistas que hace mucho tiempo que se olvidaron de la solidaridad obrera. Sea como fuere, los sindicatos se resisten a que los patronos impongan esa flexibilización del mercado de trabajo que, a fin de cuentas, no es más que abaratamiento del despido. La negociación iba, sin prisa pero sin pausa, pero desde que el 22 de mayo barrió la derecha en las elecciones municipales, los empresarios han endurecido sus posiciones y el diálogo se ha estancado. Será que ya se están relamiendo de las ‘reformas’ que van a conseguir sacar adelante cuando el PP esté instalado en el Gobierno central. Qué miedo.
¿Qué dirá el Club de Bilderberg de esto? Seguro que, como el FMI y el Banco Mundial, piensan que España va por muy buen camino…
Y así van las cosas en el Sur del Norte.