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Iñaki Domínguez: “Con los años, los pijos desarrollan una atracción por la delincuencia” 

Iñaki Domínguez. Foto: Julio Tovar

El antropólogo Iñaki Domínguez (Barcelona, 1981) se asemeja a un arqueólogo que ha encontrado un cofre sin final con manuscritos ignotos: como Homero de la canalla, así, se ha consagrado a recuperar testimonios perdidos, épicas ocultas, de tipos entre Jünger y Ramoncín. Ahora su ensayo sobre La verdadera historia de la Panda del Moco (Ariel, 2022) demuestra que la clase alta también sabe usar los nunchakus y en el ínterin comerse unas tortitas en el VIPS. A falta de Menéndez Pidal descifrando el cantar de gesta de estos “malotes”, bueno es Iñaki como testamentario del Quadrophenia celtíbero.

¿En qué momento ‘el francés’ toma conciencia de su ‘macarrez’? Todos sus testimonios son puro Martin Scorsese.

—Pues no lo sé, realmente toma conciencia de su poder en la pelea que tienen contra los macarras en lo que ahora es el But. Esa contienda es cuando el francés sabe que puede ser tan duro como cualquier macarra de barrio. Antes los pijos siempre tenían miedo de los macarras de barrio y ese es un momento muy importante. Luego ya, pues poco a poco todos ellos desarrollan una atracción a la delincuencia con los años. El francés siempre tiene amigos delincuentes, vaya, incluso en casa. Además, hacía estas cosas de vudú y todo esto, en parte de palo, que es muy típico de los delincuentes ya que son muy supersticiosos

¿Cómo era el ambiente de Castellana alta (donde están la mayoría de aventuras de estos pijos)? ¿Era muy exclusivo?

—Creo que no fue tan exclusivo realmente: de hecho, yo conozco bien el barrio y la zona del metro de Colombia, ya que ahí vivía un amigo mío. Pero ya existían las casas que no eran tan pijas. Y, además, a través del baño –me acuerdo– se veía otro edificio con un patio interior muy grande. Esas casas realmente fueron de tiempos franquistas y todavía tienen el yugo y las flechas (de protección oficial). Se hicieron cerca del edificio Corea, y no todo era muy pijo: todo se mezclaba. De hecho, el barrio de Colombia en concreto sería el menos pijo de todos.

En Madrid existía como una especie concatenación entre clases altas y bajas en Cuatro Caminos bajando a Castellana. Esto es algo muy raro en España y en su tiempo era común en la capital…

—Yo creo que ahí simplemente había casas de protección oficial, para ingenieros. Y otras casas que generalmente no son tan pijas, pero bueno: hoy en día todos pijos ya. Entonces, hay ciertas zonas más pijas que otras dentro de una zona. Digamos probablemente la zona del barrio Colombia, donde el Instituto Santamarca y demás, es la menos pija comparada con otras. Pero bueno, es una zona que puede ir cualquiera a tomarse algo y demás, ¿no?

Hábleme de los colegios para chavales de clase alta problemáticos, que poca gente fuera de Madrid conocen y son claves en el génesis de la Panda del Moco.

—Es muy interesante: el Éfeso es uno de ellos y había un triángulo. El Cumbre, por supuesto, que es el más famoso, sí. Desde Serrano hasta el barrio de Colombia, digamos, esta zona del Viso, que algunas casas son muy bonitas y otras son no tan bonitas: son realmente viviendas que algunas son colegios. Yo recuerdo desde pequeño que veía mucho colegio privado, pero muy pequeñito: edificios de tres plantas, muy típicos de la zona. Bueno, el Cumbre ha sido famoso, no solo para gente pija, sino para mi amiga de Canillejas, que no aprobaba. O sea, que hay toda una tradición ahí.

Como comenta en el libro parece que los intentaban redimir, pero al juntarlos creaban fortalezas del mal… 

—Exactamente, eso pasa también mucho en las cárceles, por ejemplo. Entonces, al echar de un colegio, iban a otro colegio y de este otro colegio, iban a otro colegio: acababan creando una banda grande con los matones de cada institución. Echar de la gente del colegio hace que tú vayas como una abeja, uniendo a las distintas bandas. Eso es un fenómeno típico, y la verdad que, en el caso de la Panda del Moco, pues también ocurre.

¿Se puede decir que hay cierta nobleza en la Panda del Moco? Es decir, son unos pillos, pero no parecen buscar acabar con sus contrarios. Todo parece un duelo de honor.

—La Panda del Moco original son los más nobles, digamos. Los más malos, los más chungos, y los más nobles al mismo tiempo: no son tíos que se van a poner ahí a robar el bocata o a extorsionar a los niños. Pero luego hay otro tipo de gente que sí que se dedica a hacer otras cosas, que son los sucesores de la Panda del Moco que son más malvados y tiene que ver con tu debilidad. Si tú eres más débil, te pones a extorsionar a los niños en los parques…

En la Panda del Moco original hay como una especie de sentido de igualdad en los duelos. 

—No van a por gente más frágil, eso es. Y yo conozco a Loic, el francés, y no es la persona que te va a robar. Irían a por gente de más nivel, mucho más nivel. Pero, claro, surgen todo tipo de imitadores y entre estos, además, algunos se vuelven yonquis y estos sí que hacen actividades muy negativas. La Rosario es un ejemplo de ello, ya que secuestraba a varios yonquis de su barrio en su casa durante la semana para que le hiciesen los trapis y le hiciesen de mula. Y tenía problemas con los chavales porque los extorsionaba. Tuvieron que hablar con sus padres, de hecho…

Nunca lo dice, pero ¿qué comían ‘los mocos’ en el VIPS del paseo de la Habana (su guarida)? ¿Sus míticas tortitas?

—Sí, eran un gran reclamo, ¿no? Creo que sobre todo estas, lo que me han dicho a mí, aunque imagino que hamburguesas también. Esto tiene que ver con un nuevo gusto gastronómico, lo cual se establece con una generación concreta. Mi padre, por ejemplo, tomaba Cola-Cao, era de los años 50. Pero una hamburguesa, yo creo que no se la ha comido durante toda su vida, ¿sabes? El tabaco rubio lo fumaban mis tíos, que eran más jóvenes, pero antes todos fumaban negro. Todo esto tiene muchísimo que ver con que se te ha inoculado desde pequeños. Y entonces estos chavales, los mocos, eran unos tíos nuevos y el McDonald’s creo que era del 75, 76 en Madrid. Hay unos nuevos consumos, las hamburguesas, y a priori el VIPS hay que pensar que originalmente era una especie de dinner americano.

Es imposible no preguntarle por el origen judío de la Panda del Moco. ¿Representan algo así como el semita pendenciero? 

—Teníamos antes al famoso gánster judío, Bugsy Siegel, ¿verdad? También hay toda una tradición de judíos duros del Levante, sobre todo en mafias y demás: boxeadores, matones, etcétera. Yo creo que el francés está más vinculado a esa tradición, ya que tenemos la imagen un poco falsa del judío como un intelectual tirillas y demás. Pero, realmente, en Estados Unidos, sobre todo hay una tradición bien registrada. En el mediterráneo eran de origen sefardí, judíos expulsados en el siglo XV. Tenían su génesis en Marsella, pero también hay en el norte de África. Es curioso que hay muchos malotes semitas en la panda del moco: no solo el judío, sino también el francés, que su madre era judía. También había una serie de judíos que luego estaban en la Panda de Huevo y tal.

¿Cómo podían colaborar algunos de ‘los mocos’, especialmente los de origen judío, con grupos ultraderechistas comandados por Blas Piñar? ¿No les hacían malos ojos mientras supieran pegar?

—Bueno, había cierta relación: existían judíos fachas. Y también, a la vez, hay una tradición judía de izquierdas, ya que en la ilustración se buscó que les dejasen de acosar y pudieran imprimir sus gacetas. Muchos de ellos, Marx, e incluso los Beastie Boys, por ejemplo, son gente que eran muy de izquierdas. En este caso, en España, son de muy derechas, aunque no eran nazis: dentro de los grupos que había de ultraderecha, pues había grupos nazis como CEDADE (Círculo Español de Amigos de Europa), que no querían tener nada que ver. En grupos como Fuerza Nueva son franquistas, aunque no son necesariamente nazis, ni racistas. Entonces ya sabes que habría, como dice Servando Rocha en un artículo, negros falangistas y demás. O sea que, en ese caso, pues bueno, no eran tan incompatibles.

Tienen una tradición castiza de lo que es la ultraderecha española en la cual se permiten otras razas. Católico, vamos. 

—Católico, muy bien visto.

Cuénteme algo sobre elkickboxing’ y su filia entre grupos pijos malotes de Madrid, algo que todos en los 80 y los 90 vimos.

—El full contact, que es como el kickboxing, pues es una cosa que se inventa de Chuck Norris o Bill Wallace. Y entonces uno de ese movimiento es Dominique Valera, que es francés. Dominique Valera, también, es muy amigo de Bill Wallace y pretende hacer una especie de boxeo, pero con full contact, que es un karate digamos con contacto completo. Entonces empiezan a promocionarlo. Se empieza a introducir el full contact a través de Dominique Valera, que es hijo de españoles, en España y es muy amigo de la gente de la Panda del Moco. En ese momento tiene éxito el full contact: el rey emérito, Juan Carlos, es fan del karate y tiene fotos rompiendo tablas a patadas. Y hay un artículo interesante en la prensa: aquí se celebra un campeonato de Europa de full contact en el que está Dominique Valera y Juan Carlos asiste. ¿Qué ocurre? Pues que también muchos pijos se meten en ese mundo. También pasa que los pijos fachas se interesan por eso, ya que entonces se preparan para la guerra contra los obreros. Sabino Méndez cuenta la historia que iban a entrenar al gimnasio y había un tío que era de Fuerza Nueva. Y antes de entrar este estaba con unos nunchakos. ¿Entiendes?

Ahí empieza esa vinculación entre los gimnasios y la ultraderecha. 

—Y todavía hoy en el mundo MMA (Artes Marciales Mixtas). De hecho, se hacen peleas entre gente del mundo de la derecha con gente del mundo de la izquierda y para crear más expectación se lucha sin protección, sin guantes y demás. Y bueno, esa tradición es muy larga y yo no sabía que en los 70 estaba ya ahí.

Es fascinante cómo llega a Madrid el estilo de vestir surfero californiano, el que usaban ‘los mocos’ por pura difusión cultural, a través de la iniciativa de un empresario de una tienda de deportes. ¿Cuándo comenzaría la moda y acabaría?

—Pues no lo sé, la verdad: creo que del estilo surfero todavía queda algo. Empieza en los años 70, sobre todo. Tengo un libro de skate que habla mucho de surf y ya había peña surfeando en España, en el norte, en los años 60. Lo tengo ahí. Es una referencia muy bonita, porque además es americana. Pero bueno, aquí existía la tienda Caribbean y otro que es Sánchez, en el norte de España. Y hay un boom que tiene que ver con el grupo skate Bones Brigate que es fascinante y ya los Z-Boys en los años 70. En estos está Stacy Peralta….

Sí, Powell Peralta.

—Él se monta su propia empresa junto a George Powell y empieza a fichar a los mejores skaters y así empieza a tener mucho éxito en Holanda, en Alemania, en Inglaterra, en toda Europa, y entonces en España también. Entonces qué pasa, que en España ya en el año 90 se venden la ropa, y esas ropas se venden aquí.

Siguiendo con prendas del pijo macarra, hábleme de la jerarquía de los plumas: de Pedro Gómez a Igloo pasando por Roc Neige.

—Roc Neige yo lo había visto mucho en el instituto y tal, a finales del 90, y era francés y muy caro. Lo que pasa es que no era tan exclusivo como el Pedro Gómez, que era para gente muy pija (se hacía a mano y lo llevaba el rey). Era una marca ultra mega pija. Y, luego, hubo un problema porque los obreros macarras empezaron a robárselas. Y, entonces, llegó a ser una marca considerada de macarras: acabó, así, siendo un símbolo de anti-estatus.

¿En qué año esta estética pija macarra se fusiona con la ‘bakala? Es uno de los pocos cambios estéticos en el siglo XX español a la inversa…

—No, es un poco al revés: la imitación de las clases superiores es lo más normal. ¿Quién va a querer imitar a un pobre? Son los pobres los que quieren imitar a los ricos. Es decir, si te pones a investigar realmente es mucho más común en la otra dirección. Ahora hay estilistas imitando a la gente de barrio. En el mundo bakala, fuera del Pedro Gómez, hay un gran ejemplo: el Golf GTI era el típico rollo de super pijos. En Can’t Bbuy me love, la película, sale el coche descapotado en blanco. Y luego, claro, luego todos los bakalas tenían ese coche de segunda mano porque el mejor en calidad precio y era el que más corría…

Y en el que más se mataban en la carretera.

—Y también se matarían mucho, claro. Y bueno, yo creo que esa copia cultural ha ocurrido en muchos sitios. Pero, también, es verdad que en Madrid ocurre un fenómeno muy extraño que es también el tema de los majos y todo eso: los ricos y aristócratas que imitaban los gustos de los pobres. Esto pasa ahora también con Rosalía e incluso en Estados Unidos cuando los hipsters imitaron la estética negra…

¿Cuántos famosos tuvieron contacto en el mundo de las terracitas de Castellana con ‘los mocos’? Solo aparece en su libro Kiko Matamoros, pero sospecho que por la droga serían bastantes más…

—Amparo Muñoz tenía relación con un tipo que les vendía los kilos de cocaína a los primeros mocos. Este tipo también se ha vinculado a gente de grupos fascistas. Y luego, bueno, el francés siempre dice que estuvo con una hija de Adolfo Suárez y que conoció a José Frade…

Ese mundo ‘pijo farlopero’ tiene una instantánea, una fotografía: la película que hizo Jimmy Jiménez Arnau de nombre ‘Cocaína: La chispa de la vida’ del año 1980. Jimmy sería una buena entrevista para sus futuros libros…

—O sea, es mayor, ¿no?

Hombre, ya tiene casi 80 años. La cocaína conserva, ¿eh?

—El corazón no, te lo deja…

Cambiemos de tema, ¿Qué escuchaban ‘los mocos’? Nunca me queda claro en su libro, y por el tiempo no podía ya ser rumba…

—Vamos a ver, los mocos no son gente que le interese mucho al mundo del arte. Aunque, curiosamente, el francés tocó el piano con un grupo que se llamó Los Funkcionarios. Es uno de los primeros grupos funk en España…

Este enlace es fascinante.

—De hecho, tiene imágenes tocando con Los Funkcionarios en Rockola. Luego conoció a su exmujer en un plató de Antena 3 porque tocó el piano en uno de estos programas horteras. Luego montó un grupo tipo Take That, que tienes que ver las imágenes. Se gastó un pastón sin calcular ni hostias e hizo un vídeo que flipas, con unos horterillas ahí tipo. Ahora, se adelanta al K-Pop. 

En su libro hay un perfil de dos guardaespaldas bigardos de Falange llamados Los Mazinger’. ¿Ha conseguido contactar con ellos? Deben ser personajes totalmente literarios.

—Sí, es curioso porque son los más hombres de entonces: el Búfalo, que es mítico, era muy amigo de los Miami, pues es un tío como yo, más pequeño de la altura. Pero vamos, antes la gente era más pequeña. Entonces, el Búfalo era un tío con un mostacho grande. Pero la verdad que es también un tío encantador y es muy buena gente; cariñoso y simpático. Pero que, efectivamente, hace cobros.

¿No le han acusado sectores de izquierdas de blanquear la violencia pija con este libro? Recordemos que estos mismos aceptan bien las palizas siempre que sean de punkis…

—Sí, bueno, hay de todo, ¿no? La primera persona que ha sacado un libro en el cual los negros pegaban a los nazis también soy yo.

¿No ha pensado en hacer un libro sobre las bandas callejeras más proletarias del sur? ¿Llegaron a existir o eran menos rígidas?

—Claro que sí: en Macarras Ibéricos, por ejemplo, salen los bichos de los años 80 y tengo hasta fotos difíciles de encontrar. También, tengo artículos para El Mundo en los que aparecen este tipo de bandas. Había muchísimas bandas en el sur de Madrid en los años 70 y también en los años 80.

¿Le han ofrecido a el francés dinero por adaptar su historia al cine?

—Sí, sí. Está por ver si hacen el documental, pero esto es España: si viviera en Estados Unidos ya sería rico.

¿Sabe algo de el judío, el moco más enigmático, luego de su encarcelamiento?

—Pues está ahora con el juicio, creo. Éste conoce muy bien ese mundillo.

¿Qué libros prepara? ¿Se tomará un descanso del ‘macarreo?

—Por ahor, quiero dejar esto un poquito, aunque estoy con el libro de El Panamá, que es una obra de delincuencia pura, tipo Reservoir Dogs. Entonces, haré otro testimonio que será autobiográfico y se llamará El último macarra y será toda mi experiencia haciendo estos libros. Además, tengo una obra de teatro hecha: Narcopiso, que es un libreto sobre esto, de estilo hiperrealista.

¿Y cuál va a ser la cita inicial de su libro ‘El último macarra’? ¿Algo como el “Desde que puedo recordar siempre quise ser un gánster”, que inicia ‘Uno de los nuestros’?

—“Yo soy el más intelectual de los macarras: hay más macarras intelectuales y también hay más intelectuales en los macarras. Pero no soy ni un macarra, ni un intelectual”.

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