Home Mientras tanto Informando a las colonias: Mitos y leyendas IX (bis). Amigos y enemigos

Informando a las colonias: Mitos y leyendas IX (bis). Amigos y enemigos

Querido lector, después de zanjar la semana pasada nuestras diferencias acerca del contenido de estas crónicas (eso espero), prosigo dando razón del acontecer del Imperio y su contexto en espera del día que estéis preparado para escuchar las tan prometidas crónicas del corazón. Por ese motivo, sin más tardanza, me ocupo hoy de los amigos y enemigos de esta tierra en la certeza de que, aún siendo como sois persona informada, quizá os pueda ayudar a deshacer alguna que otra confusión.

 

Cuentan las leyendas que las democracias son amigas del Imperio y las dictaduras, enemigas. Pero los mitos, querido lector, son eso, mitos. En verdad, los mejores amigos del Imperio, como ha ocurrido con todos los imperios desde que el mundo es mundo, son las colonias.

 

Para convertirse en una es condición sine qua non aceptar la pax americana. Es ésta una paz que se firma cuando las colonias aceptan dos condiciones. Una que ya adivináis pues es común a todos los imperios y, en verdad, en verdad, es el motivo de por qué unos países son imperio y otros son colonias. Me refiero, querido lector, a la condición suprema de ser un leal aliado militar. La segunda obligación se inscribe más en la guerra de religiones que se ha venido librando durante el siglo XX y de la que os he hablado en anteriores crónicas. El Imperio exige a sus colonias aceptar el Capitalismo y el mercado libre como el único dogma verdadero.

 

Así pues, como acabo de explicaros, poco importa si las colonias son dictadura o democracia. Bien lo sabemos en la nuestra, que fue amiga cuando era lo primero y lo siguió siendo cuando llegamos a lo segundo.

 

Ejemplos de colonias con democracia los hay por todo el mundo. Están las europeas, encabezadas por la británica, pero también lo son Japón, Australia o Canadá y, en general, todas las naciones llamadas ricas. Juntas forman con el Imperio una gran alianza que se conoce como Occidente, a pesar de la dispersión geográfica, que una está aquí y la otra en las antípodas.

 

Además, de las dos condiciones imprescindibles de la pax americana, éstas colonias ricas aceptan algunas otras exigencias del Imperio, entre las cuales la principal es la de pagar sus aventuras guerreras. A cambio de tal ayuda económica, el Imperio les deja mantener cierta independencia, si bien sobre ésta última afirmación los hay que opinan (normalmente afectos a Washington) que en realidad las colonias son unas hipócritas y toman por independencia lo que no es más que pagar al Imperio para que mantenga su seguridad y el acceso a ciertos recursos naturales como el petróleo.

 

Puede ser lo uno o lo otro, querido lector, y argumentos a favor y en contra de esas afirmaciones existen por doquier. Sin embargo, creo haber dado en parte con una solución salomónica que da razón a todos. En ocasiones, algunas colonias, como Francia y Alemania, se han opuesto de forma abierta a las guerras del Imperio, demostrando así esa cierta independencia. En cambio, otras colonias, como la nuestra, las han aceptado e incluso jaleado, lo que avala la tesis de la hipocresía.

 

No obstante, quiero hacer aquí una salvedad. A veces las decisiones, tanto del Imperio como de sus colonias, aunque democráticas no son compartidas por los pueblos, algo en lo que la Historia no suele hacer mucho hincapié.

 

Entre las democracias, también hay colonias no tan ricas, algunas de ellas en el continente Latinoamericano, como Chile, Colombia y Honduras aunque, como ocurre en el caso de la nuestra, también fueron colonias cuando no eran democracias.

 

Mas entre los aliados abundan las colonias con dictaduras, como por ejemplo Marruecos, Guinea Ecuatorial, Egipto o Arabia Saudí. En éstas a veces falla la condición religiosa del capitalismo, pues las hay que aún mantienen regímenes económicos feudales. Poco importa, siempre y cuando sus mercados estén abiertos a los productos del Imperio y la alianza militar sea inquebrantable.

 

Entre unas y otras, las colonias que han sellado la pax americana suman 135 y en todas ellas el Imperio tiene personal e instalaciones militares.

 

Se trata así, como habéis adivinado querido lector, del mayor Imperio de la Historia de la humanidad, acorde con los tiempos que vivimos en los que todo es de proporciones mundiales o, más bien, descomunales. Tal despliegue militar exige este año un gasto militar de 692.000 millones de dólares, según los datos de Washington; es decir, el Imperio por sí sólo consume el 42% del gasto de armamento en todo el planeta y ese gasto consume también el 18,74% del presupuesto de los Estados Unidos para 2010. Las cantidades varían de año en año, pero casi siempre para ir a más, lo que lleva a algunos ciudadanos del Imperio (pocos) a quejarse de la falta de presupuesto suficiente para cuestiones como la educación o la sanidad.

 

Acabo aquí, querido lector, el capítulo de los amigos y dejo para la semana próxima el de sus enemigos, siempre más interesante porque la naturaleza humana, por algún motivo que se me escapa, tiende a pensar que lo malo es más atractivo que lo bueno. Y no digas «¡Cuán equivocado estás Necio en esa afirmación!». Seguro que tu mismo prefieres el entretenido infierno de don Dante Alighieri a su aburrido cielo. Pasad buena semana.

 

Vale

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