Home Mientras tanto Informando a las colonias. Mitos y Leyendas XIX: Los pobres III

Informando a las colonias. Mitos y Leyendas XIX: Los pobres III

Querida lectora, me llegan noticias de nuestras colonias acerca de huelgas y manifestaciones contra reformas laborales diseñadas para acercarnos al sistema del Imperio. Si los trabajadores leyeran mis crónicas sabrían que la rebaja de los derechos laborales es por su bien y en aras de facilitar su camino hacia la tan codiciada miseria imperial.

 

Como hemos visto estas semanas pasadas, esa es la grandeza del Imperio. Aquí, quien quiere ser pobre y vago lo es y quien quiere ser trabajador y rico también lo es. No hay más que ver lo deslomados que están los señores Bill Gates, Warren Buffet, George Soros, John Paulson y la señora Alice Walton; los grandes sufrimientos que han pasado y, me atrevería a decir, pasan todavía para llegar a su riqueza. En sus caras está escrita la marca indeleble de la mina, de la albañilería, de la recogida de basuras, la descarga en los mercados centrales y la limpieza doméstica, camino que cada uno de ellos podía haber escogido tranquilamente para llegar a la lista de las quinientas personas más ricas del mundo. (Por no ser esta la semana del rico en el Corte Inglés, detengo aquí mi pluma; mas, como adivino tu curiosidad, en las próximas crónicas ahondaré en su condición).

 

Veamos ahora como, tal cual afirman los defensores del Capitalismo, cualquier pobre que no sea un vago de siete suelas puede llegar a ser un rico, como los mencionados, gracias a su trabajo e intuición. Ilustraré el ejemplo, con un caso práctico.

 

Tomemos un trabajador imperial que gane 13.465 dólares al año. (Aunque para ser fieles al enunciado de la afirmación, «cualquier pobre», deberíamos tomar el caso de un trabajador que cobrase menos de lo que marca el umbral de pobreza, es decir, menos de 10.830 dólares anuales. Sin embargo, le voy a subir graciosamente el sueldo dos mil y pico dólares porque aún así podemos considerarle pobre y permitirnos la grandeza de dar ventaja a los ideólogos del sistema. La van a necesitar.)

 

A ese trabajador que gana 13.465 dólares anuales lo podemos encontrar fácilmente limpiando en las pescaderías del barrio chino de Nueva York a condición de que lo haga durante un mínimo de ocho horas diarias, seis días a la semana y sólo falte una semana al año, en su caso, más por enfermedad que por vacaciones.

 

Estarás de acuerdo conmigo, querida lectora, que trabajo lo que se dice trabajo es. Quiero decir, que no es tan vago. Quien hace este tipo de labores suelen ser emigrantes mexicanos, ni tan siquiera chinos, circunstancia que, aunque sorprenda a alguno, no impide que sean personas y, por tanto, cuenten en las estadísticas e, incluso, tengan la nacionalidad estadounidense. Además, también se puede ver en las tales pescaderías algún que otro ciudadano imperial de pura cepa.

 

A esos 13.465 dólares deberemos descontarle el dinero de ir al trabajo desde el barrio de Queens, lo que por cierto, le toma una hora de ida y otra de vuelta. Los dos trayectos, en metro o autobús, suponen 4,50 dólares diarios que por 306 días de trabajo son 1.377. Un piso de una habitación en ese barrio, tirando muy por lo bajo, es decir que sea la parte más peligrosa y sucia de Queens, puede salir por 400 dólares mensuales. En ese precio incluímos calefacción, luz, agua, gas y hasta lavandería, que como todos sabemos son servicios muy baratos. Es decir, que paga al año 4.800 dólares de casa y servicios esenciales.

 

A eso hay que sumarle el seguro médico pues nuestro trabajador está muy por encima, no ya del umbral de pobreza, sino de los ingresos para poder solicitar asistencia médica pública. Aunque, sorprendemente, los cuidados de salud de los pobres son iguales a los de los ricos, los seguros ofrecen peores servicios sanitarios a cambio de una prima más barata. Así nuestro trabajador opta por un seguro de 400 dólares mensuales. Es decir, tendrá que pagar 4.800 dólares anuales de seguro médico más 20 dólares cada vez que visite a un doctor.

 

Si sumamos esos gastos, tendremos que a nuestro trabajador le quedan 2.488 dólares anuales o unos seis dólares diarios para comer. Podría comer por menos pero a lo mejor no tendría fuerzas para trabajar o podría vivir en una casa aún peor o más alejada pero es probable que lo que ahorrase intentara gastárselo en tonterías como un teléfono. Incluso, podríamos decidir que no tuviera seguro médico y así se moría antes y dejaba de dar tantos problemas, pues acabo de comprobar lo que sufren empresarios y líderes políticos para atender tantas necesidades.

 

Sé lo que estarás pensando, querida lectora: «Pero Necio, de esa forma no le queda nada. Ni un dólar. No es rico. No se cumple el enunciado de que en el Imperio todo el mundo puede ser rico gracias a su trabajo.» Tienes razón. Aunque supongo que también atribuirás que no se haya hecho rico al Capitalismo. Ahí te equivocas. No es el sistema sino el tal trabajador que, en contra de lo que creías, es un gandul. Si en lugar de ocho horas trabajara el doble, dieciséis, ganaría 26.930 dólares, con lo que le quedaría la mitad para ahorrar o invertir.

 

¿Que cuándo iba a gastárselo si tiene dos horas para ir y volver del trabajo y tiene que dormir seis? Pues eso no es nada; es ahora justo cuando empieza el trabajo de verdad y también cuando se va a hacer rico.

 

Traslademos al nuestro trabajador al año 2000 (aunque para adaptar la situación hubieramos tenido que bajarle el suelo real, le dejamos con el que tiene ahora y seguimos dando ventajas a los ideólogos del sistema). Si hubiera trabajado esas dieciséis horas podría haber invertido los 13.465 dólares que le sobraban en acciones de Microsoft. Como en aquel entonces estaban a 111,43 dólares cada una, a precio del jueves pasado tendría… 2.300 dólares. Upsss. Pues esto es lo que hizo Bill Gates (bueno sin las dieciseis horas diarias en la pescadería) y es el hombre más rico del mundo.

 

Imagino que la culpa sigue siendo del trabajador porque, siendo vago como era, no dedicó cuatro horas de su sueño a estudiar el mercado y diversificar su cartera. Pongamos que lo hubiera hecho y al año siguiente hubiera invertido sus 13.465 dólares sobrantes de sus dieciseis horas de trabajo en una industria completamente distinta. Petróleo. Por ejemplo, en Exxon. Ahora tendría… 7.777. Uppsss. Pues esto es lo que hicieron  las petroleras y se hicieron de oro.

 

Bueno, querida lectora, habrá que convenir que nuestro trabajador quizá no haya hecho los esfuerzos suficientes pero seguro que su hijo sí y la semana que viene veremos cómo él ha podido salir de la miseria gracias al Capitalismo.

 

Vale

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