Home Mientras tanto Informando a las colonias: Usos y costumbres XI: Los inventos IV

Informando a las colonias: Usos y costumbres XI: Los inventos IV

Querida lectora, hoy sí cederé al fuego de los devastadores incendios, a los sirocos saharauis, a las pertinaces sequías, a las temperaturas extremas que asuelan nuestra colonia marcando, año tras año, récords históricos, y a la mismísima sartén de Andalucía; digo que hoy sí cederé a todas esas fuerzas desatadas de la naturaleza cronística y, por fin, haré la tantas veces prometida crónica refrescante. No te digo más que empezaré hablando del aire acondicionado.

 

Es éste un invento de disputada paternidad en algunas enciclopedias modernas que, de tan modernas que son, remontan sus orígenes al siglo II cuando el inventor chino Ding Huan creó el ventilador. Esas mismas fuentes citan a don Benjamín Franklin, el del pararrayos, haciendo experimentos en mitad del siglo XVIII para explorar cómo la evaporación podía enfriar los objetos. Un poco más tarde, el científico británico Michael Faraday descubrió que el amoníaco, después de haberlo comprimido hasta licuarlo, producía frío cuando se evaporaba. (Hay que ver, a veces, las cosas que se les ocurren a los científicos. ¡Qué infancia habrán tenido!).

 

Concretando un poco, fue Willis Carrier quien en 1902 construyó el primer aparato eléctrico de aire acondicionado sin que en apariencia eso tenga conexión con el hecho de que su bisabuela fuera colgada por bruja en las colinas de Salem, en el estado de Massachusetts, tal y como también aparece en las citadas enciclopedías.

 

El invento del aire acondicionado (junto con el de la calefacción que, sin mirar enciclopedia alguna, seguro se remonta al paleolítico cuando los hombres de las cavernas descubrieron el fuego) ha provocado un interesante fenómeno metereológico en el Imperio donde hace más frío en verano que en inverno y más calor en invierno que en verano, a pesar de estar situado en el hemisferio norte.

 

«Pero ¿qué disparates estás diciendo Necio? Te ha afectado el calor a la cabeza» pensarás, querida lectora. A lo que yo te respondo: Me habrá afectado, en todo caso, el frío que hace por estas fechas. Sí, créeme y déjame que te lo explique. Es costumbre en el Imperio que, llegado el periodo estival, el aire acondicionado en las casas, los edificios, los cines, los transportes y otros sitios públicos esté a una temperatura de 18 grados mientras que en invierno la calefacción se regule a una temperatura de 26 grados en esos mismos lugares.

 

Como puedes imaginar, (y sin entrar a considerar el disparate tanto físico como ecológico de tal fenómeno metereológico que, sin necesidad de acudir a científicos o a primos, te puedo asegurar que está causado por la mano del hombre) las sensaciones térmicas son tremendas; sobre todo en la capital del Imperio, donde en verano, por ejemplo, hace casi 40 grados en la calle, y provoca que la entrada a un lugar público, en pantalón corto y camiseta, se vuelva glaciar, mientras que en invierno se convierte en sofocante debido a los abrigos, las bufandas, los jerseys, camisas, camisetas, pantalones gruesos y guantes que uno usa para hacer frente a los 20 bajo cero que hace en la calle.

 

Hasta aquí, querida lectora, te he contado, más o menos, lo que podríamos llamar los inventos Winston del Imperio, porque son genuinamente americanos, pero hay muchos otros que sin ser propiamente suyos, ha contribuido, y mucho, a su desarrollo. Entre ellos, figuran el periódico, la radio, el cine y la televisión, de los que no hablaré hoy, pues merecen una crónica aparte, quizá más en la vertiente de los Mitos y Leyendas que en la de los usos y costumbres.

 

También figura entre los inventos compartidos uno que tiene cierta relación con el aire acondicionado, el frigorífico. Ni que decir tiene que sus origenes enciclopédicos se remonan al iglú, pero más concretamente fue la empresa General Electric la que en 1927 logró un modelo que se usó de forma popular. De ahí, sin explicarse uno bien cómo, las enciclopedias modernas pasan a contar que ya en la década de 1920 se logró la congelación de los alimentos, empezando por las verduras.

 

De nuevo, adivino, querida y siempre sagaz lectora, lo que estás pensando: «Pero, Máximo, parece que estuvieras criticando las enciclopedias modernas por contar los orígenes y consencuencias de los inventos. No puede ser. Recuerdo una crónica en la que te quejaste porque nuestras generaciones ven los inventos modernos como los más importantes de la Historia de la humanidad sin dar crédito a los anteriores.

 

Cierto, tienes razón. Mas déjame explicarme. Este de las enciclopedias modernas es en sí otro de los inventos genuinos del Imperio que debemos, como ya vimos, al hecho de que los genios estadounidenses están en el proceso de pasar por internet desde las relaciones humanas hasta las cuentas de los bancos, pasando por las enciclopedias. Ahí está la Wikipedia, inventada (si eso se puede decir precisamente de una enciclopedia) por los estadounidenses Jimmy Wales y Larry Sanger, según se lee en sus propias páginas, en las que se reconoce, no obstante, que existe una disputa entre ellos dos acerca de la paternidad del invento. Es decir, la propia enciclopedia no tiene claro quien la fundó.

 

No veas en mis palabras una crítica, sólo extrañeza ante la novedad de un invento que trata de recopilar, de forma científica, el conocimiento humano y, al mismo tiempo, se define como una cosa Wiki. Tampoco es crítica sino desconcierto el que una misma entrada de la enciclopedia, por ejemplo la del aire acondicionado, se remonte al siglo II y al inventor chino del ventilador, en su versión inglesa, mientras que la española empieza directamente en Willis Carrier, cuya bisabuela bruja ya no aparece en su biografía.

 

Me desorienta, además, leer lo siguiente en la versión en inglés acerca de la historia del frigorífico: «La primera aplicación exitosa en la congelación de alimentos ocurrió cuando la heredera de General Foods, Marjorie Merriweather Post (entonces esposa de Joseph E. Davies, embajador de Estados Unidos en la Unión Soviética) puso un congelador comercial en Spaso House (la Embajada norteamericana en Moscú) antes de la llegada allí de su marido. Post, temerosa de las normas de seguridad alimentaria de la URSS, llenó el congelador con productos de General Foods. Esos productos congelados permitieron dar magníficas recepciones y servir alimentos de fuera de temporada. Tras regresar de Moscow, dirigió General Foods hacia el mercado de los productos congelados para restaurantes de lujo».

 

Lo que me desconcierta, querida lectora, no es el tamaño del congelador de los Davies; tampoco que no se haga referencia alguna a dónde se consiguió esa información de tamaña importancia para la historia posterior de la Humanidad. No; lo que me desconcierta es que esa anécdota tan importante no figura después en la biografía que la enciclopedia hace de Merriweather Post; biografía que a los lectores en inglés vivamente aconsejo pues llegó a ser la mujer más rica de Estados Unidos y tuvo una vida muy activa con cuatro matrimonios, sin que al parecer haya una relación directa entre lo primero y lo segundo.

 

Y aquí me despido hoy, querida lectora, con la casi seguridad de que esta vez sí, he hecho la crónica refrescante que tanto te había prometido. Pasa buena semana y ten cuidado con las insolaciones.

 

Vale

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