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AcordeónInformar desde Ucrania en tiempos de terraplanismo

Informar desde Ucrania en tiempos de terraplanismo

Foto: ©Manu Brabo

“Ukronazi”, “Blanqueador de Nazis”, “perrodista de la OTAN”, o (he de admitir que esta me gusta especialmente) “Estoy esperando el leak que te descubra como el reaccionario que eres…”.

Esto es parte de la larga la colección de dedicatorias que me llegan por redes sociales, cada vez que entro al trapo en conversaciones sobre la invasión rusa en Ucrania. Exabruptos que a mi juicio muestran claramente que este conflicto es vivo ejemplo de la polarización política y social que se vive en Europa. La evidencia más palpable del “con nosotros o contra nosotros” en el que parece que nos hemos instalado y del que son parte fundamental (especialmente en España) los medios de comunicación y los ya mencionados Social Media; por los que circula libre la desinformación que alimenta los egos de aquellos que buscan en el producto informativo un refuerzo a su particular visión del mundo. Da igual si para ello hay relegar los hechos, las pruebas y las fuentes a un rol marginal o inexistente. Los cálculos de Eratóstenes de Cirene son patrañas, y la circunnavegación de Magallanes y El Cano otra leyenda, como el Yeti.

(¡La Tierra es plana, La Tierra es plana, La Tierra es plana!)

En el caso que nos atañe, todo comenzó en 2014. Cuando Moscú perdió el grip sobre Kiev. Más o menos, cuando Viktor Yanukovik se ve obligado a dejar atrás sus retretes de oro para exiliarse en Rusia, a cagar sentado en barro cocido como todo hijo de vecino. Aquellos días muchos medios de comunicación se fijaron en los grupos ultra nacionalistas ucranianos (algunos muy obsesionados con el Tercer Reich, no vamos a engañar a nadie) que pululaban por la céntrica plaza kievita. Fueron numerosos los reportajes sobre estos grupos que se publicaron alrededor del mundo, y la maquinaria de confusión rusa, como es obvio, no dejó pasar la oportunidad. Al igual que con la guerra de Siria, su mensaje encontró acomodo en la izquierda más radical y paranoica de Europa occidental. Y tras ocho años de guerra, de medias verdades y de mentiras completas, un conflicto extremadamente complejo como ha sido el de Donbas, queda por y para ellos explicado de la siguiente manera:

“Ucrania, un país poblado y gobernado por nazis, ha llevado a cabo, con la ayuda de occidente y durante los últimos ocho años, un genocidio contra los habitantes del Donbas que decidieron, en referendo pacífico, independizarse sin el apoyo ni intervención de potencia extranjera alguna”.

¡Joder! ¡Es irresistible! ¿Quién no quiere liberar a gente inocente de los nazis? ¿Quién no quiere ser un héroe de La Novena o liberar bajo el mando de Zhukov tu aldea a orillas del Don? ¿Quién no lucharía por la libertad de millones de personas inocentes? Estar en el lado de los héroes sin enfrentarse a las contradicciones que emergen al confrontar la ideología con la realidad poliédrica. Es difícil no comprar un producto tan perfecto. Y para ello sólo hay que deslegitimar al Cirenaico y al Portugués.

(¡La Tierra es plana, La Tierra es plana, La Tierra es plana!)

Hace unas semanas, en una de esas discusiones que montan en mi feed de Twitter (reconozco que muchas veces lo hago por pasar el rato y por el placer de verlos naufragar), alguno de esos autodenominados comunistas de vieja guardia (de los que se ponen un avatar de Jruschov, una zeta y un slogan pegadizo en cirílico (algo en plan “Donetsk será la muerte del Fascismo”) me preguntaba que dónde había estado yo cuando el ejército ucraniano bombardeaba el Donbas. La respuesta fue sencilla, “en el Donbas”, donde llegué antes del “referéndum” y donde sigo trabajando hasta hoy. Lo divertido es que su inquina venía reforzada con una imagen de la agencia Associated Press en la que se veían unos impactos de artillería sobre la fachada de un edificio residencial del centro de Donetsk. Para mi sorpresa –también para la suya– esa imagen la había tomado yo en enero de 2015. Esa fotografía probaba dos cosas: la más importante, que el ejercito ucraniano bombardeaba zonas residenciales de Donetsk en enero de 2015. La secundaria, que yo había estado allí, en el otro lado. Con sus idolatrados Motorola y Givi recibiendo bombazos de los “ucronazis” y contando aquello que se supone me dedico a ocultar. En un ejercicio acrobático de alto nivel, y sin despeinarse, mi interlocutor decidió que era legítimo quedarse sólo con una de las dos conclusiones, aunque para ello, hubiera que proponer a otro Manu Brabo como autor de aquella instantánea. Lo que sea con tal de que llegar a la cuadratura del círculo y dar cancha a la narrativa del genocidio silenciado en el Donbas. ¿Se cree acaso este fotógrafo pazguato, que por haber trabajado allí desde que comenzó el conflicto, puede corregir mi dilatada experiencia leyendo fanzines a miles de kilómetros del frente?

(¡La Tierra es plana, La Tierra es plana, La Tierra es plana!)

Y aquí llega la madre del cordero. Deslegitimar a quienes estamos en terreno y aquello que contamos es indispensable para justificar el paso dado por el Kremlin en febrero de 2022. Es esencial para que se entienda la invasión, el asesinato, la violación y el saqueo de Ucrania como un acto de legítima defensa. Así, Rusia no asesina a seres humanos, asesina nazis. Rusia no viola a mujeres, viola nazis. Rusia no roba grano, roba grano nazi, etcétera. Y obviamente, cuando el hecho noticioso difiere del hecho imaginario, aquellos que lo fotografiamos, escribimos o filmamos pasamos a ser automáticamente (adivinan bien) nazis. Y aquí estoy en Núremberg haciendo el saludo romano con una legión de periodistas, todos también nazis.

(¡La Tierra es plana, La Tierra es plana, La Tierra es plana!)

Existe otra actitud más astuta que, si bien no legitima la invasión directamente, sí aboga por mantener el status quo actual del conflicto, haciéndola pasar por pacifismo (con manifiesto y todo). Esta corriente viene apadrinada, para más inri, por un intelectual, ya anciano y en plena pérdida de facultades, y por ella navegan miembros, ex miembros o ideólogos del partido minoritario de la coalición de gobierno. Su mensaje ha encontrado cabida, por desgracia, en algún medio generalista que últimamente navega a la deriva. Iglesias, Monederos y Belarras promueven el embargo de armas para la legítima defensa de un país libre y soberano, además de un alto el fuego inmediato que acabe con la guerra y que, en la práctica, implica dejar las cosas como están: Ucrania cercenada, los ucranianos despojados de su nacionalidad y de su derecho a la legítima defensa, y las violaciones de derechos humanos cometidas en los territorios ocupados sin la posibilidad de ser investigadas por instituciones internacionales independientes.

Todo esto, a cambio de sentar en la mesa de negociaciones a un tipo muy fiable que nunca mandó tropas a Crimea, nunca mandó armas a sus traviesos parientes del Donbas, y que jamás se pasó por el forro los acuerdos de Minsk. Aquel de los ejercicios militares que no iba a invadir Ucrania. Aquel que, cuando invadió, redujo Mariupol a escombros para liberar a los ucranianos de sí mismos, el de los referendos libres en mitad de una guerra: el desnazificador.

(La Tierra es plana, La Tierra es plana, La Tierra es plana!)

Furibundos detractores del imperialismo yankee y del Tratado del Atlántico Norte, se les da bien obviar las constantes agresiones de la Rusia post soviética a sus ex repúblicas más díscolas o las intervenciones militares en lo que ellos consideren zona de influencia. También saben hacer de menos la represión interna y las persecuciones del régimen a minorías y colectivos pro derechos civiles y humanos. Hace unos meses, a raíz de una respuesta a uno de sus tuits, el señorMonedero me escribió un privado del que rescato lo siguiente: “Putin es un dictador (…) y la invasión de Ucrania es intolerable”, pero “he visto las barbaridades que ha hecho la OTAN en muchos sitios”. Ni desembarco de Normandía, ni Holocausto: Paz, que escribía un colega hace poco.

Olvidan, sin duda con intención sibilina, que un movimiento pacifista solamente es útil cuando se produce desde la sociedad del Estado agresor. De nada sirve estar nosotros contra la guerra, o el propio pueblo ucraniano, si la sociedad rusa la quiere y la desea. O simplemente la antepone a enfrentarse a su propio tirano, y a lo que ello conlleva.

(La Tierra es plana, La Tierra es plana, La Tierra es plana!)

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