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Informe Foessa: las diez claves de la pobreza y la exclusión en España

 

La sociología tiene esa misión: analizar la sociedad, denunciar desequilibrios y proponer soluciones. Desde hace años lo lleva haciendo a la perfección la Fundación Foessa, un centro de estudios vinculado a Cáritas. Francisco Lorenzo, su responsable, fue invitado uno de los invitados de José Félix Tezanos a unas jornadas organizadas por la UNED hace alrededor de un año. Alertó sobre el crecimiento de la pobreza y de los riesgos de exclusión. Pero denunció también que esta deriva de los últimos años esté invisibilizando a los pobres de siempre. Lo malo es que los nuevos pobres, los que han surgido por la crisis económica y la adopción de las políticas equivocadas, corren el peligro de quedarse para siempre en el escalón más bajo de esta sociedad estratificada. Porque la exclusión social no es un fenómeno coyuntural, sino estructural, inseparable de un sistema económico concreto, el capitalismo, al que cada vez se somete a menos correcciones democráticas y redistributivas.

 

Buceamos ahora en las razones, en las evidencias, que le hacen pensar así. Hacemos un extracto, pues, del informe de Análisis y Perspectivas de Foessa que este año lleva el título “Precariedad y cohesión social”. Se acaba de publicar hace unos días y el Gobierno lo ha desacreditado con infinita torpeza, porque, si bien no pone en cuestión que los datos macro de España estén empezando a mejorar o que se pueda crear empleo con tasas de crecimiento del PIB inferiores a las exigidas en el pasado para comenzar a ver reducciones en el paro, afirma que la mejora económica no será suficiente para reducir la pobreza y la exclusión a la que se ve condenado un creciente porcentaje de la población española. Para lograr que la recuperación de las cifras macro lo sea también de la micro, hay que recuperar los derechos que se han ido perdiendo en los últimos años. Dar la vuelta, en definitiva, a las siguientes claves que explican el desastre español:

 

1. Reducción de la renta disponible de los hogares. El ritmo de caída ha ido creciendo año tras año, con una pérdida del 2,9% en 2010, del 3,4% en 2011 y del 3,8% en 2012. El año 2013 no ha supuesto una ruptura de la tendencia: pese a la contención en la caída del PIB en los últimos trimestres, las rentas de los hogares han seguido reduciéndose en términos reales. Sobre todo porque los salarios han crecido menos que la inflación desde 2011. Una de las consecuencias de esta ralentización del crecimiento de las rentas del trabajo es la pérdida de peso en el total de rentas que genera la economía española. Desde 2010, las rentas del trabajo han cedido dos puntos y medio a las rentas de la propiedad y a las rentas mixtas. Como dice Paul Krugman, caminamos hacia un “capitalismo patrimonial”.

 

2. Agudización de las diferencias de renta. Dentro de la Unión Europea, sólo Bulgaria y Letonia presentan indicadores de desigualdad más altos que España. Uno de los indicadores más comunes para medir su extensión, como es la relación entre la renta que acumula el 20% más rico y la del 20% más pobre, ha crecido más del 30% desde 2007. El Informe Foessa muestra su preocupación porque los indicadores de desigualdad son muy estables en el tiempo, lo que significa que esta situación corre el peligro de prolongarse en el tiempo, de convertirse en crónica. Por varias razones: el ajuste se ha producido en las rentas de los hogares con menores recursos; las anteriores fases recesivas fueron tan destructivas que las recuperaciones posteriores fueron incapaces de recuperar los niveles previos; porque, en definitiva, la desigualdad es más reactiva a las recesiones que a las expansiones.

 

3. Recomposición de la distribución de la población por grandes grupos de renta. El porcentaje de hogares pertenecientes al grupo intermedio está disminuyendo, mientras se amplía el grupo de renta baja y el de rentas más altas se mantiene prácticamente inmóvil. Desde 2007, el grupo de renta baja habría pasado de concentrar el 32% al 40% de la población; el grupo de renta media habría pasado de casi el 60% al 52%, mientras que el más rico habría sufrido pocas variaciones en su peso relativo (del 9% al 8%).

 

4. En el mercado de trabajo, menos empleo, más paro y con los pocos puestos de trabajo que se crean mayoritariamente de carácter temporal, salarios más bajos y repartidos más desigualmente. El discurso oficial nos plantea el falso dilema de escoger entre el paro y un empleo precario. El primero acaba condenando a la exclusión social. El segundo, también. Los hogares en los que la persona sustentadora principal está trabajando han experimentado un aumento de la exclusión de cuatro puntos. En el conjunto de los trabajadores ocupados, la tasa de exclusión ha ascendido al 15,1%. Ahora, en la mitad de los hogares excluidos, y en cuatro de cada diez hogares en exclusión severa, hay alguna persona ocupada. Tener un trabajo ya no es garantía de integración social. Así, ¿cómo salimos de ésta?

 

5. Pobreza creciente. El profundo deterioro del mercado de trabajo y la acusada debilidad del sistema de protección social, agravada por los recortes, han dado origen a un aumento sin precedentes de las distintas manifestaciones de la pobreza en España. La incidencia de la pobreza monetaria ha recuperado niveles máximos, igual que la inseguridad económica de la población española. Tal es así que España ocupa los primeros puestos del ránking europeo en cualquier clasificación que se haga de indicadores de pobreza.

 

Si se considera la medida más habitual, como es tener un nivel de ingresos inferior al 60% de la mediana de la renta por adulto equivalente, incluso en un periodo en que la renta media cae, ha marcado un nivel máximo de la última década, el 22,5% de la población. La pobreza severa, es decir, disponer de ingresos inferiores al 30% de la mediana de la renta, ha pasado de un 3,8% de la población en 2004 hasta el 7% en 2012.

 

Evolución de la tasa de pobreza

 

España es el tercer país de la Unión Europea, sólo por detrás de Grecia y Rumanía, en el que mayor es el riesgo de pobreza.

 

El 4% de los hogares, el mayor porcentaje de los últimos 25 años, no reciben remuneraciones del trabajo, prestaciones de desempleo o de la Seguridad Social. En número de hogares, la cifra pasó desde los 300.000 a mediados de 2007 hasta los 700.000 de finales de 2013.

 

Este indicador parece insensible a la hipotética aparición de brotes verdes en el mercado de trabajo en la segunda mitad de 2013. De hecho, en este periodo no sólo no se ha reducido, sino que ha rebrotado, con un aumento de más de 50.000 hogares en los últimos seis meses de 2013.

 

6. Las políticas de austeridad no son neutrales en términos distributivos y elevan los niveles de sufrimiento social. Durante el año 2013 no sólo no se invirtieron los procesos que desde 2010 han impuesto un acceso más restrictivo a los derechos sociales, sino que se ha seguido avanzando por la senda de recortes en algunos bienes básicos, la pérdida de intensidad protectora de algunas prestaciones sociales y la creciente exclusión de grupos de población de algunos servicios básicos. La progresiva diferenciación ciudadana en el acceso a derechos básicos marcará nuestra estructura social en los próximos años.

 

7. Pensiones. La reforma para, en teoría, hacer sostenibles las pensiones recortándolas, preocupa. Sobre todo porque, del conjunto de prestaciones monetarias, son las pensiones las que tienen un mayor impacto sobre la desigualdad y la pobreza.

 

8. Cada vez menor cobertura de las prestaciones por desempleo. Desde el pico alcanzado en 2010, cuando el 80% de los parados registrados con experiencia laboral disfrutaba de prestación por desempleo, un nivel máximo, la tasa no ha dejado de descender, acercándose en 2013 al 60%.

 

 

Uno de los últimos recursos para hogares son las prestaciones de rentas mínimas que ofrecen las comunidades autónomas. Estas prestaciones experimentaron una expansión sin precedentes al comienzo de la crisis, con un crecimiento desde los 102.000 hogares de 2007 hasta los 214.000 en 2012. Pero los datos muestran que parece haberse alcanzado el techo máximo en las posibilidades de algunas comunidades autónomas para dar respuesta al crecimiento de las necesidades sociales en su territorio.

 

9. Creciente exclusión social. Uno de cada veinte hogares se ve muy afectado por intensos procesos de exclusión social. Ese núcleo central de la sociedad española que llamamos “integración plena” es ya una estricta minoría.

 

 

Todos los espacios, desde la integración precaria o la exclusión moderada hasta la exclusión más severa han aumentado significativamente. En total, el espacio de la exclusión social, que suponía en torno a un 15,8% de los hogares en 2007, había aumentado casi 2 puntos en la primera etapa de la crisis, pero luego se intensificó notablemente, hasta alcanzar el 21,9% de los hogares en 2013. En términos de población, de personas, no de hogares, ha pasado del 16,3% al 25,1%. Un total de 11,7 millones de personas (3,8 millones de hogares) están afectadas en España por diferentes procesos de exclusión social, 4,4 millones más que en 2007. Cinco millones de ellas, por situaciones de exclusión severa, un 82,6% más que en 2007.

 

 

Y hay que tener en cuenta que la exclusión tiene muy diferentes vertientes y evoluciones muy diferentes, como puede verse en esta tabla:

 

 

Abundando en la más que probable perpetuación de la desigualdad y la exclusión social, hay que tener en cuenta que la crisis está afectando mucho más a los jóvenes: el 44% de las personas excluidas tiene menos de 29 años. Los hogares encabezados por menores de 29 años se ven afectados en un 30,8% por la exclusión social, el triple que en 2007. Además, los hogares en los que hay niños y jóvenes también están especialmente afectados, con alrededor de un 30% de incidencia de la exclusión. La inexistencia de instrumentos en la sociedad que palíen esta situación hacen pensar que la situación de exclusión pasará de padres a hijos. El acceso a la educación es un pasaporte eficaz a la vida social integrada. Por eso, el Informe Foessa denuncia el discurso que viene desacreditando el valor de la educación en nuestra sociedad y que habla de la sobre-formación de las personas. La evidencia empírica muestra cómo los hogares encabezados por una persona con estudios universitarios suponen sólo el 7% del total de los afectados por la exclusión social.

 

10. Ninguna esperanza en la recuperación. El deterioro de la realidad social es tan grande que no cabe esperar de una hipotética recuperación de la economía española una drástica inversión de este retrato. La crisis ha producido una enorme fragmentación en una sociedad que ya era especialmente vulnerable antes del cambio de ciclo y que necesitará no sólo profundas mejoras económicas para reducir fracturas sociales tan grandes, sino también un completo replanteamiento de la protección de los ciudadanos más débiles. Porque la pobreza y la exclusión social no son cosa de la crisis.  

 

Éste es sólo un extracto. Hay muchísima más información, muchísimos más gráficos, en el informe completo que les animo a leer.

 

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