LA VIDA EN EL LÍMITE
Diez años y 6,8 billones de dólares desde el inicio de Plan Colombia, la zona fronteriza con Ecuador se ha visto afectada de forma dramática por el conflicto armado existente en la región.
Estos enfrentamientos, sumados a las amenazas y actos de violencia perpetrados por ambos bandos, han obligado a millones de personas a desplazarse y abandonar sus casas por miedo a ser asesinadas.
Colombia tiene entre 3 y 4 millones de desplazados internos y otros 600.000 en el exterior. Es el segundo país del mundo con más desplazados después de Sudán. En Ecuador se encuentran 135.000, lo que supone algo más de la cuarta parte de los desplazados fuera de Colombia.
La Vida en el Límite es un reportaje multimedia sobre la situación de la población en el sur de Colombia y el norte de Ecuador.
* Iñigo Alcañiz (Bilbao, 1976) estudió fotografía en el London College of Communication. El objetivo principal de su trabajo durante este año ha consistido en descubrir y experimentar con nuevas formas de narración documental. Sus proyectos incorporan fotografía, audio y vídeo
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LOS AWÁ EN EL CONFLICTO COLOMBIANO
El pueblo Inkal Awá ocupa desde hace siglos el territorio selvático de la costa pacífica. La mayoría de sus asentamientos se encuentran ubicados en el departamento colombiano de Nariño, aunque también encontramos varios de ellos en el Departamento de Putumayo y en el norte de Ecuador. Este pueblo forma parte de la historia y la cultura de Colombia, que posee uno de los patrimonios indígenas más ricos y variados del mundo.
La tradición cultural del pueblo awá (término que significa gente de montaña) se basa en una ética de respeto hacia la naturaleza. El conocimiento que poseen sobre la misma les ha permitido desarrollar un control de las técnicas de aprovechamiento de los recursos naturales. Su economía es de autosubsistencia, lo que les permite garantizar el crecimiento sostenible de la flora y la fauna, sin destruir las extensiones de selva húmeda que ocupan. Los awá viven en pequeñas comunidades muy alejadas entre sí. Su territorio está organizado en 21 resguardos sobre una extensión aproxima de 300.000 hectáreas.
Los Inkal Awá se agrupan en dos organizaciones, la Unidad Indígena del Pueblo Awá (UNIPA) y el Cabildo Mayor Awá de Ricaurte (CAMAWARI). Ambas centran sus esfuerzos en proteger a este pueblo y garantizar una mejora en sus condiciones de vida. Ellos poseen las facultades para ejercer funciones públicas, administrativas, legislativas y jurisdiccionales en estos territorios, según se recoge en la legislación colombiana. Además, corresponde al Estado proteger a estas minorías étnicas y garantizar que su cultura no desaparezca.
Junto con las organizaciones indígenas son muchas las asociaciones internacionales que han luchado por salvaguardar esta cultura y protegerla. Se han desarrollado multitud de proyectos orientados a fortalecer y extender el conocimiento y la cultura dentro de estas poblaciones, creándose. Se han creado centros educativos dentro de sus resguardos donde se ofrece una formación educativa básica.
Edwin Ortiz es uno de los etno-educadores de la escuela de la comunidad de Pambil, ubicada en el resguardo El Gran Sabalo. Este profesor señala la importancia que la educación tiene en la actualidad para los awá, que años atrás carecían de acceso a la enseñanza. Son muchos los avances que se han hecho en esta materia, a pesar de que las instalaciones y el material escolar siguen siendo muy básicos en los centros de estas comunidades.
Los educadores de estas escuelas centran su esfuerzo en fortalecer y recuperar los elementos de la cultura tradicional awá a través de la educación para evitar que se pierda la identidad cultural indígena en las nuevas generaciones. Sin embargo, este proceso avanza lentamente puesto que el personal docente proviene de culturas diferentes a la awá y la enseñanza se realiza en una lengua diferente a la de los indígenas.
Otro de los elementos que afectará a la cultura awá es la construcción del nuevo eje multimodal en el Amazonas planeado por el Proyecto para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA). Este proyecto supone la creación de una autopista de 228 Km que comienza en la costa del Pacífico y atraviesa el terreno de los awá. Esta carretera unirá las ciudades colombianas de Pasto y Tumaco y formará parte a su vez de la autopista que une Tumaco, Puerto Asís y Belem Do Para (Brasil). A través de este proyecto, los gobiernos de América del Sur pretenden comunicar la costa del Pacífico con la del Atlántico. Muchos de los indígenas awá afectados por este proyecto expresan su temor a las consecuencias que una infraestructura de tal magnitud pueda traer a su comunidad.
La sociedad awá se ve además condicionada por intereses políticos y económicos derivados de la zona en la que se asientan sus comunidades, generándoles un sentimiento de inseguridad. A pesar del esfuerzo de las organizaciones indígenas e internacionales, los awá se sienten desprotegidos y consideran que el Estado les ha dado la espalda. Viven en medio de un conflicto armado que ha afectado su vida y su cultura de un modo dramático. A pesar de haber manifestado en reiteradas ocasiones no estar a favor ni en contra de ningún actor armado, son numerosas las masacres que se han llevado a cabo en muchos de sus resguardos, perpetradas tanto por las FARC como por grupos paramilitares, la policía y el ejército.
Diversas organizaciones internacionales, así como la UNIPA y CAMAWARI han denunciado las violaciones de derechos humanos llevadas a cabo en sus territorios y el exterminio que sufre este pueblo. El aislamiento en el que viven estas comunidades ha propiciado esta situación y les ha dejado indefensos frente a los distintos grupos armados de la región. Las cifras son alarmantes. En los últimos diez años, de un total de 30.000 awá, aproximadamente 280 han sido asesinados a causa de la violencia Como consecuencia del conflicto bélico, muchos de los indígenas que habitan estas comunidades se han visto obligados a desplazarse y asentarse en núcleos urbanos más seguros como El Diviso.
Este pueblo no sólo se ve afectado por el conflicto armado, sino también por los intereses económicos presentes en la zona. Sus tierras y su biodiversidad han sido afectadas por el monocultivo del caucho y la palma africana, la explotación de hidrocarburos y el cultivo de coca y amapola.
Las fumigaciones han traído también consecuencias negativas. Esta región era relativamente pacífica antes del comienzo de Plan Colombia. Las fumigaciones y el aumento de la violencia a causa del conflicto en el Departamento de Putumayo hizo que los actores armados ilegales buscasen zonas más tranquilas y el problema se trasladase a Nariño, donde aumentó el cultivo de la planta de coca. Así comenzaron las fumigaciones sobre este territorio y la instalación de las fuerzas del Estado. Hace tres años Nariño fue el departamento más afectado por la violencia en Colombia. El aumento de la violencia contra los awa ha coincidido con esta época.
Son muchas las amenazas que sufren los awá, un pueblo que lucha por reivindicar su derecho a vivir en paz y en autonomía, en un entorno donde se fomente el respeto a la naturaleza y alejados del conflicto armado y de los intereses económicos y políticos que se viven en la región.
* Pilar Rodriguez (Melilla, 1982) se licenció en Comunicación Audiovisual en Madrid. Ha trabajado en producción en España, Irlanda y Gran Bretaña
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