inquieto

los días que no puedo salir a correr subo y bajo los once pisos de mi edificio once o doce veces, depende, hay un mundo de olores, sopas, soja, mantequilla y huevos revueltos, remolachas al horno o hervidas, el recuerdo de la tortilla de patatas de mi madre con los adobados de mi padre, ropa limpia, tabaco seco, estofado de carne dulce en la 804, la sexta planta dentro, el olor del frío en el undécimo por estar cerca del cielo abierto, de la calle cerca de la planta baja por estar a dos puertas del exterior a pie, los perfumes en los dos primeros pisos porque en mis subidas y bajadas nunca (elección, robótico ascensor) me encuentro a nadie más allá del tercero o nadie se aventura, ropa para hacer deporte colgada y despierta, olor a luces, a puertas cerradas que se abren, corre el aire, viaja de un lado a otro por el edificio, la inquietud del olfato, todos los olores llegan, un lápiz se ha roto, se siente pena, circula un baile, empieza la fiesta de alguien, sellos de correos para coleccionar sobre la mesa, una lectura inacabada antes de medianoche, medina de Tetuán, arcoiris de Poznań, noches de verano por las escaleras.

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