Haciendo un ejercicio de documentación para una recopilación de textos encontré a Xoel López con su primer libro de poemas bajo el brazo: Bailarás cometas bajo el mar. Recuerdo, a la vez, que con el libro recién salido del horno mantuvo una charla deliciosa en una emisora de radio. A veces, estas charlas agradables, por inesperadas, llegan puntuales. Como la melancolía de Septiembre de Xoel. Para los que nos dedicamos a esto de escribir, a veces el oficio es casi una batalla en la que parece que se nos va la vida. Quizá por ello me quedé pegada a un momento concreto de la conversación. Sobre la inspiración. En este inmenso mar de asfalto y coches que me rodea, en ocasiones, miro por la ventana y fantaseo con ese paisaje portugués que disfrutaba Pessoa en la oficina, aunque pasara las horas tecleando en aquella vieja máquina de escribir la correspondencia de la empresa. Por suerte, según la hemeroteca, le dejaba algún minuto libre para esbozar poemas en aquella madera de su mesa. Tengo un amigo que siempre se queja de su sequía a la hora de enfrentarse al folio en blanco «a algunos les rebosan y se les caen de los bolsillos poemas, frases, citas…». Otros somos más de pico y pala y revolvemos el cajón intentando mover alguna neurona que cree algo con sentido, como esos souvenirs de cristal que agitamos y cae la sorpresa. Todo encaja cuando capturamos esas décimas de segundo que un día fueron algo para nosotros. Por fin acertamos a encajar lo que estaba por llegar. Cuentan que esos momentos vividos, esos viajes en la memoria, siempre esconden un efecto llamada. Alguien describía, hace un tiempo, que era como esos personajes en el cine fuera de plano en los que fijas tu mirada porque un gesto te ha llamado la atención en ese espacio casi fundido en negro.
Y lo explicaba mucho mejor que yo Xoel López describiendo el poema que dedicó a Nahuel, su hijo. El primer mar: «Era la primera vez que veías el mar / enseguida entendiste la importancia de todo / te acercaste a la orilla / te fundiste con la arena / tus manos extremadamente delicadas palparon viejas figuras de cristal […] quizás un viejo sentimiento, un recuerdo….todo allí reposaba erosionado, aleatorio / tu mirada tan limpia, tan nueva…./ era la primera vez que veías el mar / y enseguida entendiste que estabas tocando la esencia de todo tu futuro».
Con Xoel es fácil viajar hacia el mar a través de sus palabras, de sus canciones. Fácil viajar al mar que es su inspiración. «Fue hiperrealismo puro. La playa al lado de la Torre de Hércules, la orilla. No fui consciente en ese momento de la importancia que, por lo menos, tenía para mí. No sé qué importancia tendrá en su vida, pero para mí es todo. Fue como un referente estético, metafórico, paisajístico y también a nivel esencial y emocional. Del mar sale todo, es el lugar de las emociones, la comida, los peces y los versos de canciones. Vi claramente que mi hijo estaba conociendo la esencia de toda mi vida y, tal vez, de su futuro creando un universo de símbolos, la fuerza del mar, de la arena, del salitre, a partir de lo concreto».
Y es que la inspiración es eso, a veces sometida a vaivenes como una oscilación bursátil o una formación de un Gobierno tras las enésimas Elecciones. Lo peor es cuando nos repele como portero de fútbol porque las musas deciden que hoy no tienen ganas de afinar acordes. Recuerdo que un conocido poeta me decía que en definitiva si algo, si una historia, tiene sentido es porque contiene emociones. Por eso, siempre que me pregunto cómo va eso de la inspiración, llámalo señas, indicios, augurios, me viene a la mente aquel fragmento de Teju Cole en su carta a su amigo John Berger, «y son como plumas cuidadosamente colocadas en los lugares en los que nos encontramos. Sé que sólo estás escondido…». ¿Dónde van todas esas ideas que se nos ocurren cuando ni siquiera tienes un papel a mano…? Acumulamos huellas que sobreviven a momentos, a personas que se fueron «una síntesis de muchos sentimientos, pensamientos a lo largo de la vida, de esa semana, de ese día… y te caes en los poemas», comentaba Xoel. Trabajar con la palabra. Sin ellas o sin esas plumas cuidadosamente colocadas… Si eres de los que hace caso a Teju Cole… sólo hay que buscar.