Hay muchos niños. Me da angustia. Hemos traido a nuestros hijos para que tomen una clase de snowboard. Hemos alquilado las tablas, las botas, los cascos y dos horas con los entrenadores: dos muchachos adolescentes que los acompañan sobre una correa deslizadora hacia la cumbre.
Mi esposa y yo tenemos que quedarnos en el borde reservado para padres sin equipos de nieve.
Miro a mis hijos y a la nieve fabricada. De ella dependen los muchos empleados uniformados de rojo. Hay 3 funiculares que nunca se detienen. Uno se llama Patriot (letras azules enormes pintadas sobre fondo blanco) La máquina sube hacia la parte más alta de Mount Peter.
Mis hijos aprenden: caen, se levantan, se deslizan, vuelven a caer, vuelven a levantarse. Pienso en que alguna vez tuve que abrazarlos para protegerlos del frío. Que hoy la nieve los envuelve. Están rodeados de este paisaje blanco. Se les ve felices.