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Mientras tantoInstrucciones para abrir una lata

Instrucciones para abrir una lata

Cinesporas en el blogo aerostático   el blog de Federico Volpini

 

Curso Acelerado de Cocina

LA LATA

(Introducción)

 

Iniciemos el curso, al modo cartesiano, desde la más elemental de las nociones. La cocina. Hay personas, individuos incluso, que jamás han pisado una cocina. Éste podría ser su caso: ¿qué es la cocina?… ¡No, hombre!: ¡por ahí no! ¡Ahí está el dormitorio!… ¡A ver! ¡Usted!… ¿Cómo que si…? ¡qué va!: ¡lo que suena es la ducha! ¡Y, en la terraza, el niño!: ¿cómo va a berrear “papá” y “mamá” una espátula?

 

¡Siga usted el olor! ¡El aroma! ¡El aceite! ¡Los ajos! ¡La cebolla!… ¡Éh!: ¡eso es el comedor!, ¿dónde va usted?

 

¡Preste usted atención!: ¿de dónde vienen tan suculentos platos? ¿Del sueldo de su esposa? ¡No, señor! ¿De los dineros que gana su marido? ¡No, señora!: ¡Vienen de la cocina! ¿Que no? ¡Síganme ustedes!…

 

EJEMPLAR DE COCINA EN LIBERTAD. Capturado al noroeste de Madrid.

 

 

 

¿Lo ven? ¡Aquí está la cocina! ¡Éste es el Templo! Ahora, no se arrodillen. ¿Por qué? Pues muy sencillo: ¡porque el milagro lo van a hacer ustedes!

 

¿Que cómo?

 

¡No!: ¿qué como? ¿Qué voy a comer hoy? ¡Eso es lo que hay que preguntarse! Ahora decide usted. Puesto que usted cocina, ¡coma usted lo que quiera!

 

Hoy, por ser nuestro primer día de cocina, vamos a ir con una cosa facilita.

 

LATA COMÚN (sin identificar).

 


 

Cómo abrir una lata -I-

 

Primer fascículo. Cómo abrir una Lata

 

Tómese la lata entre los dedos índice y pulgar de la mano derecha. Se observará, haciéndola girar sobre su eje vertical, que la lata es cilíndrica. ¿Por qué? Para facilitar la tarea del abrelatas. Imagine que fuera una lata cuadrada: el abrelatas tropezaría fácilmente con las esquinas. Y se demuestra aquí, una vez más, la maravilla de la Creación: la sabia disposición de los volúmenes en la Naturaleza.

 

Ahora, hagamos girar la lata sobre su eje horizontal.

 

Comprobaremos que la lata es igual a sí misma por ambos dos extremos: no obtendremos ningún tipo de ventaja en abrirla por la parte de arriba o por la parte de abajo, así que no pierda usted el sueño preguntándose cómo sabría dónde está “arriba” el que pegó la etiqueta en la lata: lo ignoraba. Igual que usted ahora. Pero no permitió que eso lo detuviera.

 

No lo permita usted tampoco.

 

Introduzca la punta del abrelatas presionando contra el borde interior de la lata. ¿Ya lo ha hecho? ¡Muy bien!: sujete ahora la pestaña prevista a tal efecto contra el borde exterior de la lata y deslice el filo del abrelatas ejerciendo palanca sobre el borde. ¿Qué pasa? ¿que resbala? ¿que se deforma el borde y la pestaña no agarra? Debe de ser que la lata está hecha aquí. ¿Que lo que se le ha doblado es el abrelatas? Saque usted sus propias conclusiones. ¿Que lo que ocurre es que se ha equivocado usted y ha puesto la cuchilla por la parte de fuera de la lata? ¡No desespere! Rectifique… ¿Lo ve? ¡Ya sí funciona! Vaya girando lentamente la lata en el sentido contrario al de las agujas del reloj, al tiempo que hace avanzar el abrelatas con un enérgico movimiento de vaivén. ¡Ya casi está! Cuidado con cortarse. ¿Ve como era muy fácil?

 

NOTA: si al ir a abrir la lata la hiciera usted girar sobre su eje horizontal y el contenido le cayera a usted encima manchándole la ropa, no se preocupe usted: es que estaba ya abierta. No ha sucedido nada.

 

Cómo abrir una lata -II-


Segundo fascículo: Reconocer La Lata

 

En este segundo fascículo dedicado a la cocina vamos a hablarles a ustedes de las latas.

“¿Pero cómo?”, oigo que dicen por la tercera fila “¿Pero es que no hablamos ya de las latas en el primer fascículo?” Es verdad. No lo niego. Pero hablamos de una lata distinta de la lata de la que vamos a hablar en este segundo fascículo. ¿En qué me baso para arriesgar, sin más ni más, esta aseveración? En que el contenido de la lata que abrimos antes, una de dos: o ustedes ya se lo han comido, o no se lo han comido ustedes. Vayamos al primer caso: se lo han comido ustedes. Eso pasa por no seguir con atención las instrucciones: en nuestra exposición no habíamos llegado todavía al capítulo “cómo sacar el contenido de una lata”, por lo que presumimos que alguien, con más conocimiento o experiencia, ha extraido el contenido en lugar del alumno.

 

CACHOPO ESCAPADO DE UNA LATA. Colección asturiana.

 

 

¡Muy mal hecho! No se trataba de eso. Dénse un cero y vayamos a los que se han quedado en la segunda opción. Con la lata ya abierta, no han sabido ustedes proseguir. La imagen es patética. A un lado la persona, abrelatas en mano y, todavía, oronda la sonrisa ante el deber cumplido. Ha conseguido, siguiendo paso a paso nuestras indicaciones, que la lata se abriera; así que, al otro lado, sí: la lata. Abierta. Pero llena. Si un testigo imparcial tuviese a bien dibujarnos un gráfico, sería, más o menos, como sigue:

 

SUJETO: usted,

 

OBJETO: la lata abierta.

 

Y, de objeto a sujeto, dos VECTORES.

 

Un vector consecuente, de atracción, positivo: desea usted seguir; y un segundo vector inconsecuente, de enérgico rechazo, negativo, que anula aquél primero. Éste es el MIEDO. El pánico a la lata, que comparten usted y el contenido de la misma, ahora indefenso, desvalido, accesible. Porque la lata sirve no sólo para que el contenido no se salga, sino también para que usted no entre. Muchos no se ha parado nunca a valorar la importancia de esta última cuestión. El individuo humano tiende, en su vana soberbia, a despreciar aquello que no hiere su sensibilidad, que no le afecta. Muy bien, pero ¿y la lata? ¿Es que ahí dentro no hay nadie? ¿Acaso está vacía? ¿Qué hay de los sentimientos de la lata y de sus ocupantes? ¡No me venga ahora con que ha abierto la lata ignorando que estuviese habitada! Una de dos: o es usted una albóndiga y lo que está buscando es un refugio; o es usted un predador y lo que busca es violar el refugio de la lata y zamparse la albóndiga. Usted está en el segundo caso. ¿Que cómo lo sé yo? Lo sé porque una albóndiga es, por lo general, un ser elemental, poco capacitado para abrir una lata. Es por esta razón por lo que las albóndigas ocupan de inmediato cualquier lata que se encuentren abierta. ¿No se lo cree usted? Hágame caso. ¿La prueba? Ésa que tiene usted entre las manos. Está llena de albóndigas, ¿o no? Lo está, ¿verdad? Y esas albóndigas, ¿las ha metido usted? ¿Alguien que usted conozca? ¿Familiares? ¿Amigos? ¡A que no! Pues ya ve. Aguante usted un poco. Enseguida entraremos en la lata.

 

LATA DE CONSERVAS VEGETALES (intervenida al grupo alemán CAN).

 

 

PRECAUCIÓN:

Si la lata con la que está usted operando es una que se abrió la semana pasada, puede olvidarla usted. Una semana abierta es un lapso excesivo. Tire usted esa lata.

 

OSAMENTA DE LATA. Fotografiada en Oviedo el 8 de mayo de 2015. Colección asturiana.

 

 

Cómo abrir una lata -III-

 

Tercer fascículo: Encontrando Una Lata

 

En esta tercera entrega de las que dedicamos a mostrarles a ustedes los primeros secretos, los rudimentos del arte culinario, henos aquí a la busca y captura de una lata. ¿Por qué? Pues porque en el primer fascículo del Curso aprendimos a abrirlas; en el segundo aprendimos que debemos dirigirnos a ellas respetando determinadas reglas, que nos comprometemos enseñarles; y al final de ese fascículo ¡esto es muy importante! supimos que, una vez que se ha abierto, la lata conviene consumirla cuanto antes. La lata abierta se estropea enseguida. Por lo tanto, tendremos que buscar otra lata.

 

INSTRUCCIONES PARA ENCONTRAR UNA LATA.

 

No es sencillo. Las latas no se dan, como ocurría antaño (cuando habitaba el hombre, o la mujer, en casa de sus padres), no se dan, como entonces, de manera espontánea.

No basta con abrir la despensa y coger la primera que encuentres; saquear la alacena, donde viven las latas. No: las latas, por raro que parezca, no aparecen ahí por clonación, o por generación evolutiva, o por migración parasitaria. No señor. Tendremos que salir y comprar una lata. ¿Pero dónde la lata? Está claro: en la tienda. La tienda es la reserva en donde la sabiduría de la Naturaleza  ha confinado a la especie de las latas. Proceda con cuidado. No espante usted a las latas. Aproxímese a ellas como si no las viera, como si apenas sí creyese en su existencia, como si despreciara el mundo de la lata. ¡Ahora! ¡Coja usted una! ¡Antes de que lo advierta y se esconda entre las otras latas, o caigan, como un alud, las latas sobre su coronilla de usted! ¿La tiene ya? ¿Es ésa? ¿Y por qué ésa? ¿Por qué ésa y no otra lata? ¿Que porque está hinchada? Si está hinchada, debe de ser por algo. ¿Porque está más llena? Lo siento, pero no. ¿Porque estará contenta? No, tampoco. ¿Piensa usted que esa lata considera que ha cumplido los fines para los que la lata fue creada, y que por tal motivo se esponja de satisfacción? No es así. La lata de comida es un ser orgulloso, lo admitimos. Ello se debe a lo elevado de su cometido: puesto que cada uno es lo que come, la lata de comida es el templo que guarda, que conserva, al usted que usted será mañana. El usted, o los ustedes, porque generalmente participan del contenido de una lata una o varias personas, de filiación casi siempre incierta, pero que han coincidido en esa acción: el hecho meritorio de comerse una lata. Quiénes sean, o qué, tales personas no nos importa ahora. Hay estudios, pero contradictorios, que de poco sirven. Respecto del mañana al que nos referimos, parece demostrado que se trata del mañana después de consumir la lata; en especial, si es cerdo con judías o algún dulce. Va usted un día después de habérselo comido a la Farmacia, se pesa usted, y advierte que ha ganado usted peso. Pues bien: el peso que ha ganado, ese peso, señoras y señores, no es sino el contenido de la lata.

 

SOYLENT GREEN. Richard Fleischer. 1973

 

 

“El alimento que se envasa, ¡es gente!”

 

Cerdo, o melocotón, o callos, o sardinas, que, ahora, son ya usted. Que forman parte de su cuerpo. El cuerpo que, a decir de nuestra madre Iglesia, no es sino el excipiente del alma. Y por eso insistimos en lo maravilloso, lo útil de la lata en general y de ésta que tiene usted, hoy, entre las manos, en representación del resto de las latas. Pero no se equivoque: el que esta lata, ésta y no otra, ésta, que usted ha elegido al azar entre muchas, esté un poquito hinchada no es una consecuencia de su orgullo. No se debe a la vanidad, que es el defecto principal de las latas. Como tampoco las abolladuras en la lata de allá son signo de que se ha peleado con las otras y las otras, cobardes, superándola en número, le han dado una paliza. Como, menos aún, el óxido que ve en esa tercera lata se puede atribuir a la molicie, al tiempo que lleva la lata sin trabajar. ¡Qué va! La lata, por el hecho de ser y estar cerrada, ya cumple con su oficio. Ya trabaja. No: las latas hinchadas, abolladas o con rastros de óxido (apúntelo usted bien) están es-tro-pea-das. Así como lo oye. Por lo tanto, lo siento. Lo siento por usted y por aquellos que estaban esperando para ver cómo hay que dirigirse a ellas, cómo hay que hablar con una lata, normas de educación y convivencia. A todos, nuestras disculpas: tendrán que esperar al fascículo cuarto.

 

Cómo abrir una lata -IV-

 

Cuarto fascículo: La lata y cómo abrirla

 

¿Sabe usted ya cómo abrir una lata? Y, una vez abierta, ¿sabe qué hacer con ella? Ha llegado el momento decisivo; el momento de establecer contacto. El momento de comprobar si la etiqueta de la lata no mentía; si en su interior está el producto prometido, si está bien de salud, animoso, contento; y, sobre todo, si se halla dispuesto a abandonar su hogar: ese cilindro estanco que le ha dado cobijo desde que renunció a su estado primigenio por el más halagüeño de producto cocido o en aceite para su deglución, que es el destino más popular de las conservas, cuando terminan su carrera de lata y les llega la hora de elegir. Por lo que a ustedes respecta, confiamos en la preparación que han alcanzado a lo largo de los tres fascículos anteriores del curso acelerado de cocina. En ellos han aprendido ustedes cómo abrir una lata, qué suele haber en su interior, cómo hay que distinguir las buenas de las malas y, muy especialmente, habrán ustedes advertido la importancia que tiene para todo el proceso el ser disciplinado. El dominar los primeros impulsos, que no llevan a nada; por ejemplo, el impulso de comerse la lata así, ya, como está, sin abrirla siquiera: de un bocado.

Se trata, por el contrario, de ordenar el conjunto de nuestras posibilidades a la obtención del fin propuesto: en este caso, comernos el contenido de la lata y sólo el contenido. Y surge la pregunta: ¿pertenece la lata al reino vegetal, al animal, al mineral, o es de un género mixto y muy poco frecuente en la Naturaleza, que participa, a la vez, de dos o más taxones diferentes? Es incierto el origen de la lata. Aunque se nos presenta con frecuencia en formaciones que parecen naturales (véase campos, playas, arroyos y montes en España, donde la lata abierta, vacía, abandonada, es consustancial a todos los paisajes), suele darse la lata asociada a la presencia del hombre, lo que nos llevaría a postular alguna forma de simbiosis o de parasitismo.

 

ACONDICIONANDO UNA RESIDENCIA DE VACACIONES PARA LATAS. THE GETAWAY. Sam Peckinpah. 1973 (sobre novela de Jim Thompson)

 

 

No falta, sin embargo, quien se pronuncie por el origen artificial de toda lata, sin hacer excepciones siquiera respecto de aquellos lugares no accesibles al hombre: por ejemplo, la luna, el Himalaya, o el estómago de un tiburón. Aducen estos teóricos de nuestra disciplina que no se trata aquí de verdaderas latas, sino de otras especies en plena evolución hacia la inteligencia, que han adoptado la forma de la lata en la creencia, quizás equivocada, de que quien piensa es la lata y no el hombre: creencia que proviene, supuesta esa asociación que ya hemos mencionado, del hecho de que, cuando se encuentran, el que habla sin parar es el ser humano y la que guarda un reflexivo silencio resulta ser la lata. Si están o no en lo cierto estos científicos o si la lata puede acabar o no, con provecho, una licenciatura, es tema que, en el actual estado de las investigaciones, se limita al campo de la especulación y no permite extraer conclusiones, como tampoco podemos determinar el origen de una lata con total garantía, sin que quede una duda razonable. Lo que sí que permiten nuestros conocimientos es extraer el contenido de esa lata.

 

Cómo abrir una lata -V-

 

Quinto fascículo: El contenido de una Lata

 

Lo más importante, lo esencial, lo vimos en el primer fascículo, es rodear la lata con la finalidad de impedir que se escape. Utilícense para ellos los dedos de la manos izquierda, siempre que sea diestro el aspirante, o los de la derecha, cuando es zurdo. Oprima bien… ¡No tanto! ¡Con cuidado! ¿No ve que puede salpicarle? Coja usted así la lata. Así, con suavidad no exenta de firmeza. Ahora, acerque el oído al borde de la lata… ¡No, no, no! ¿Quién ha sido? ¿Usted? Acercar el oído al borde de la lata no es para preguntar: “¿hay alguien ahí?” Es para ver si oímos, al abrirla, un soplidito extraño. Ponga usted atención: en el momento justo de introducir en ella el abrelatas, ¿hay un soplido? ¿Sí? ¡Silencio, por favor!: ¿se escapa el aire? Los más inteligentes pensarán que ello se debe a que la lata (el contenido de la lata) suelta un sonoro suspiro, que atribuyen a la satisfacción… y piensan bien: es eso. Pero ahora debemos examinar las causas. Nada en la Naturaleza es gratuito: ni el piso, ni la letra del coche, ni las latas, ni el variado marco de las actividades que los pisos, los coches, las latas y las letras realizan cada día. Por todo hay que pagar. También por el suspiro que acabamos de oír, procedente de la lata recién abierta. ¿A qué se debe ese suspiro? ¿A la alegría? ¡Sí! Pero es a la alegría maligna de lo insano: esa lata está, probablemente, estropeada. ¡Una más! ¡Otro caso!, lo siento. Su contenido no es apto para el consumo y por eso se ufana. Se ha librado de acabar en las tripas de usted, que debe ser un sitio poco recomendable, con las cosas que van a caer ahí dentro. ¿No tiene usted entrañas? Sí las tiene. Justo lo que deplora cada lata. El individuo humano, por regla general, se embute en las entrañas todo lo que le cabe, sin pensar en si esto es o no adecuado a su alimentación; por ejemplo, el individuo humano no tiene inconveniente en ir a la cocina, hacerse con la primera lata que se encuentre y echársela al estómago.

 

LATA ABIERTA. Gijón. Colección asturiana.

 

 

En el estómago mandan, al mismo tiempo, la razón, que es la parte divina y el apetito, que es el aspecto humano de todo proceso digestivo. No hay que dejarse llevar por los impulsos. Para evitar que el apetito se desmande está la Dietética. La dietética (y aquí entroncamos con el tema del presente fascículo: cómo dirigirse correctamente al contenido de una lata) es el arte de las buenas maneras con nuestros alimentos. De los usos corteses, que se orientan a la distribución racional del espacio para el uso y disfrute de nuestros invitados, que van a incorporársenos: “de esto sí, de esto no y atención con las mezclas”.  Exclusivo, cerrado, impermeable, el mundo de las latas. Habremos de tratarlas con suma educación. “¡De ninguna manera!: ¡usted primero!” es forma consagrada por el tiempo en el trato correcto con la lata. Ese: “antes de entrar, dejen salir”. La invitación que se le hace al contenido de la lata, respondiendo a la oferta que de ella se desprende. “Sí, se lo agradecemos” responde cortésmente el usuario “pero, antes de meternos en la lata, mejor que salga usted, porque si no, no hay sitio”. Es igual que en el METRO. El contenido sale: el de la lata irá a parar al plato. El del METRO, al andén. El de la lata se come; el otro, no. Por eso no conviene confundir al METRO con las latas. Excepto si se quiere alguien tirar al paso del METRO: mejor tirarse al paso de una lata. Nos hallamos, entonces, con una nueva lata abierta y el cuchillo, el tenedor o la cuchara en ristre, esperando el momento. La lata se diría que no advierte nuestra presencia. ¡Error!: ¡sabe que está usted ahí! Por eso no se mueve… ¿La suya se mueve? ¡Ésa también! ¡Tírela usted, antes de que le ataque! ¡Silencio! Ni un gesto, ni un ruido: apta para el consumo. Sonríale, con su mejor sonrisa. Muéstrele el tenedor… La cuchara… El cuchillo… Diga usted: “¿me permite?” ¡Y saque el contenido de esa lata!

 

CANNED HEAT (CALOR EN CONSERVA). Fried Hockey Boggie

 

 

Antes de freír el hockey conviene, asimismo, sacarlo de la lata.

 

PD

La evolución no para. Últimamente, apenas se utilizan ya los abrelatas.

 

POSTLATA

 

 

NOTA

Dado que durante la última canción que ilustra este CURSO ACELERADO DE COCINA: Canned Heat, Fried Hockey Boogie, en las imágenes sucede poca cosa (el Estatismo, detenerse en la contemplación), se recomienda volver, llegado el momento, al artículo El monstruo ante el espejo y leer, mientras se escucha.

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