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Inteligencia

Últimamente proliferan los banners publicitarios que atraen la mirada del internauta proponiéndole un test de inteligencia. Los hay estúpidos, muy estúpidos y rematadamente estúpidos. En uno hay que contar cuántas bolitas rojas rebotan dentro de un tubo de ensayo virtual. En otro hay que multiplicar un número por otro, y luego dividirlo por un tercero, y luego restarle un cuarto, y luego, y luego. Estos tests monoparamétricos sólo son un gancho que derivan hacia chiringuitos de lotería o servicios financieros para gente desesperada. Uno cree resolver la cuestión propuesta y, en realidad, está sirviendo para engordar la estadística del vendedor de clics. Los clics, en materia de banners publicitarios, no son cualitativos, sino cuantitativos. La visita al negocio enmascarado no dura más de dos segundos, lo justo para cerrar la
ventana. Pero es suficiente para contabilizar la visita. Es más: la visita se contabiliza incluso aunque no se acierte la solución al problema. Es decir, una parte de los potenciales clientes de la empresa anunciante son presuntos zoquetes.Oh.

            Hay tests de inteligencia que pretenden medir la inteligencia. Se rellena un cuestionario con animaciones flash y luego aparece un número de móvil al que hay que enviar un mensaje de texto. Al poco se recibe el resultado, siempre venturoso. Supongo
que nadie repetiría la prueba ni se lo recomendaría a sus cien mil íntimos amigos del Tuenti o del Facebook si el resultado no fuera bueno. De hecho, si se rellenan las casillas a voleo, o seleccionando deliberadamente las respuestas erróneas, el resultado es bastante alentador. No se recibe “es usted un idiota” o “vuelva al colegio”, que sería lo propio. Todo el mundo que envíe su cuestionario es inteligente. El cliente es el cliente. Consúltese, por ejemplo http://www.testdeinteligenciagratis.com/

            La inteligencia, de hecho, no es un requisito imprescindible para navegar por la web. Hace tiempo que las páginas no tienen ese aspecto espartano que obligaba a
realizar algunas operaciones en código HTML, que es como el esperanto internáutico. El modelo inconfesado de la web es el de cualquier electrodoméstico: cualquiera puede manejarlos sin consultar el manual. No en vano se considera que un portal está bien diseñado cuando es intuitivo, es decir, apto para tarugos.

            Los tests de inteligencia, los IQ, son inofensivos. Se basan en dos supersticiones muy arraigadas en la moderna psicología: la superstición del número y la del pictograma. Mucho peores son los que miden la inteligencia emocional o la “personalidad”. Si se rellenan todas las casillas erróneas o inconvenientes, se suele recibir el resultado en forma de reconvención amable u homilía personalizada. Es decir, uno puede ser un memo, pero no un psicópata. Hagan la prueba y confiesen que torturan a los animales, que engañan a sus amigos, que no respetan las reglas, ni les importa un bledo el calentamiento global. Yo hice uno por el estilo y no tuvieron en cuenta que declaraba ser oriundo de Afganistán, varón, de 95 años. Podría haber dicho que era de la Antártida, pero no me dieron la opción. Por lo visto, necesito tratamiento urgente.

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