La literatura rumana tiene una larga y rica historia. En años recientes ha estado marcada por un amplio abanico de influencias, desde el modernismo europeo a tradiciones locales. Algunos de los más notables escritores de este periodo son Mircea Cărtărescu, en cuyas novelas épicas mezcla realismo y surrealismo, y Herta Müller, premio nobel de literatura en el año 2009, para quien la literatura no sólo es un campo de denuncia, también es una cartografía sentimental y política del siglo XX.
Hoy en día podemos afirmar que la literatura en este rincón de los Balcanes es vibrante y diversa. La editorial madrileña Automática termina de traducir al español Interior cero, novela de la escritora Lavinia Braniste (Brăila, 1983).
En esta novela, su protagonista -y quizá alter ego de la autora- nos pasea por una Bucarest pesimista, navega por los nuevos barrios del extrarradio a medio construir y que tienen una pátina decadente incluso antes de ser habitados. Su vida se despliega como una sucesión de ocasiones fallidas donde el absurdo y la precariedad post capitalista, sumada a la desolación del paisaje humano y político que la autora recrea, dejan poca esperanza para un futuro mejor.
Tal y como nos relata la propia autora en una reciente entrevista, el exilio es otro de los temas que podemos descubrir aquí: «Mi madre llegó -a España- en 2003, justo cuando yo empecé a estudiar en la universidad. Fue complicado porque los 90 fueron duros en Rumanía, tras la transición del comunismo al capitalismo salvaje. Especialmente para alguien como una madre soltera, quien tenía que ayudar a su hija en sus estudios. Vino porque tenía algunos amigos. Al principio fue difícil, pero terminó encontrando su lugar. Yo me vi tentada a venir aquí, en el 2007». Cuando escribe Lavinia, con una voz extraordinaria y sencilla, en sus palabras reviven madres, investigadores, personas trabajadoras y humildes acompañadas por personajes del lumpen-empresariado rumano actual. Ella los acerca de una manera íntima, a través del personaje de Cristina, secretaria y traductora en la filial de una constructora española que está apostando por el desarrollo urbanístico de Bucarest.
Leer Interior cero es también llegar a comprender al ejército de jóvenes precarios que no han emigrado de Rumanía hacia otros países de la Unión Europea, que luchan todos los días por mantenerse en un difícil equilibrio mental y financiero. Aquí radica su enorme valor, una novela que refleja esta sociedad compleja e irradia un gran magnetismo por lo balcánico, a pesar de su crudeza. No hay escándalos, ni falso pudor o grandes artificios en ella, Interior cero arma un relato que atrapa y sumerge al lector en un estado de ánimo que ya pertenece a toda una joven generación.