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Irse a Madrid o el poema de un mendigo con el que nunca he hablado

 

Mendigo yo, digo que

A sabiendas de que las que gritan son mis vísceras

Conozco la necedad y conozco a los hombres que

Atados con la corbata al suelo

tienen tanto miedo al abismo

que paradójicamente se precipitan.

Pasan y oigo el rugir de mis tripas silenciado por sus penosas vidas,

Y entonces me digo quién de celebrar cada una de sus muertes

Como el presagio de un epitafio lleno de saliva que es la mía.

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