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Isabel no sabe que es artista. Una auténtica outsider

Isabel González Cañas es mi hermana. Nació en Francia (donde emigramos en los años 60 del siglo pasado), tiene 58 años y padece el síndrome de Down. En 1970 mi familia volvió a España y yo me fui a Nueva York, donde he vivido durante 32 años. Hace como quince años Isabel empezó a dibujar y a pintar.

Cuando volví a instalarme en mi pueblo natal, Tomelloso, Ciudad Real, todo iba bien; mi madre vivía en un barrio de clase obrera de Madrid, con un hermano menor que yo y con Isabel. Pocos años después de mi retorno a España, mi madre se encontró a mi hermano muerto en su cama por infarto. Entonces decidí traerme a mi madre y a mi hermana a vivir en Tomelloso.

A pesar de que en los colegios donde iba Isabel, tanto en Madrid como después en Tomelloso, la obligaban a hacer los típicos trabajos manuales sin preguntarle si aquello le gustaba, ella hacía otras cosas en su casa. Un día yo le regalé un cuaderno de dibujo grande, rotuladores, acuarelas y pinceles, e Isabel empezó a dibujar formas abstractas de muchos colores. Yo la animaba a que siguiera dibujando y pintando y le decía que me gustaba mucho lo que hacía. Fue así que se estableció una relación especial entre ella y yo: a sus obras ella las llama “cuadros”, aunque solo son dibujos coloreados sobre papel. Desde entonces todo lo que produce me lo entrega a mí porque siente que me gustan sus obras, y es verdad, admiro mucho el trabajo de mi hermana, pero ella no sabe que es una gran artista.

Las demás personas, incluyendo mi madre, siempre le decían que lo que pintaba eran “tonterías”, que por qué no pintaba como todo el mundo; es decir, figuras realistas, paisajes, flores, etcétera. Viendo que a Isabel le gustaba el arte abstracto, un día le presté un catálogo del artista español Juan Uslé. Cuando me lo devolvió había arrancado una página en la que había fotografiado uno de sus mejores cuadros abstractos. Yo me emocioné porque realmente había escogido un gran cuadro. Le pregunté por qué había arrancado aquella página con foto del cuadro de Uslé. Me dijo que era porque quería comprarse unas zapatillas deportivas con aquellos colores. Esta anécdota fue fundamental para entender que realmente Isabel es una artista pero que la finalidad de su obra no es comercial sino simplemente una forma de comunicación conmigo y con otras personas que le gusta lo que hace.

 

¿Es Isabel una artista outsider?

El mundo del arte de los outsiders lo vengo estudiando desde la década de los 80 cuando vivía en Nueva York. Hace diez años, en esta misma reviste publiqué un artículo donde hacía un rastreo histórico del origen de este tipo de arte: ‘En las afueras del arte. Outsider Art’. Pero las cosas han cambiado mucho desde entonces, ahora se ha puesto de moda el arte de los outsiders: hay algunas ferias en torno a este tipo de arte (las de Nueva York y las de París son las más famosas); varias galerías se dedican solo a promover y vender las obras de los artistas outsiders en las principales capitales europeas y norteamericanas. Es decir, se ha perdido la esencia del artista que no sabe que lo es y que no produce para convertir su obra en mercancía. Mi hermana Isabel sigue aislada, pintando y dibujando y es incapaz de pensar en términos comerciales o artísticos: pinta obsesivamente todo el día y su única finalidad es entregarme su obra o regalarla a amigos y amigas, a personas queridas por ella.

Ya por aquellos mismos años, 2013, Will Gomperts, advertía que los y las artistas outsiders estaban entrando en el mercado del arte entre coleccionistas adinerados. En la Bienal de Venecia 2013 varios artistas outsiders fueron una de las atracciones principales; el crítico constaba que “La gran tendencia emergente en la Bienal de Venecia de este año es que el arte outsider se ha convertido en la última moda y la pasión del mundo del arte”.  Y concluía que “irónicamente, [el arte outsider] está en el proceso de formar parte del Mercado Global de arte”.

Durante la Feria del Arte Outsider (septiembre del 2022) en París había 30 expositores de 13 países, y se podía leer lo siguiente: “El arte outsider nunca ha sido tan celebrado como lo es hoy. Como sociedad, estamos cambiando paradigmas y perspectivas, y afirmando nuestro compromiso con una historia del arte revisada y más inclusiva, lo que implica la presencia de artistas outsider, autodidactas y art brut en instituciones contemporáneas como el Centro Pompidou de París, LaM en la ciudad de Lille, el MoMA y el Metropolitan de Nueva York”.

En noviembre de ese mismo año estuve en París y visité la feria más importante del mundo dedicada a la fotografía, Paris Photo, instalada en el Grand Palais Ephémère. El despliegue era monumental y las obras expuestas iban de la típica foto vintage a piezas deslumbrantes de todo tipo y temática. Pero la galería que vendió toda su mercancía fue la Christian Berst Art Brut. ¿Y quién era el artista? Pues se trataba de un outsider cubano, Jorge Alberto Cadi, conocido como El Buzo en La Habana porque se dedica a recoger fotos viejas que se han tirado en los contenedores de la basura, y otros objetos como son las maletas estropeadas.

Este hombre esquizofrénico hace unos collages sorprendentes, recortando las imágenes de las fotos encontradas, cosiéndolas a mano con lana, pegándole titulares de periódicos, y pintándoles una cruz sobre las cabezas desplazadas de los cuerpos; además de sus maletas abiertas con todo tipo de objetos, de collages y de fotografías intervenidas. En la página web de la galería podemos leer lo siguiente: “La obra de Jorge Alberto Cadi –nacido en La Habana en 1963– exhala una cubanidad amplia de saudade, de autoburla, de crítica social y de una infinita ternura respecto a nuestra condición de seres mortales”.  

Si el esnobismo y el mercado se apoderan, y se aprovechan, del arte outsider, entonces habría que preguntarse ¿siguen siendo outsiders estos artistas o simplemente hay que considerarlos artistas sin esa etiqueta? ¿Si las instituciones del arte absorben el arte outsider, no condicionará ya la producción genuina sin ánimo de lucro de estos artistas? La manipulación comercial ha convertido al arte outsider, y a esas personas, en mercancía. Pero mi hermana, Isabel, sigue siendo una artista que ni vende su obra ni pretende ser reconocida ni comercializada como tal.

Durante la última exposición de la obra de mi hermana en Tomelloso, en marzo del 2023, un periodista a quien le comenté lo caro que fue enmarcar los dibujos que se presentaban, con cierta ironía muy tomellosera, me comentó, como poniendo en mi boca lo que él estaba pensando, que “los marcos valen más que los dibujos”. En este pueblo (la cuna del gran pintor Antonio López), donde el realismo y lo figurativo reina sobre cualquier posibilidad de otro estilo de arte, son pocas las personas capaces de apreciar un arte genuino, abstracto, en su estado más puro.

Quizás el amor que le tengo a mi hermana Isabel me ciegue, me impida ser crítico con su obra, pero sencillamente creo que Isabel es más artista que la mayoría de los artistas que yo conozco. Ella sigue dibujando obsesivamente. Ella es feliz dándome su obra o regalándosela a personas que la quieren. Sus dibujos no son una mercancía y espero que jamás lo sean, porque Isabel sigue sin saber que es una Gran Artista y una auténtica Outsider.

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