Encerrados, enjaulados, muertos en vida, aburridos, tristes…. ¿es acaso cultura observar como entretenimiento y diversión a seres vivos en espacios reducidos, donde se les ha mutilado la libertad? ¿Cómo ante este sufrimiento somos capaces de hacer negocio? Mientras que no seamos capaces de tener empatía hacía seres vivos diferentes a nosotros, no habremos podido avanzar como una sociedad libre y en armonía con la biodiversidad de nuestro planeta, al no poder romper las barreras del antropocentrismo.
Mirando a sus ojos, debemos ver en todos los no humanos, que detrás de los mismos hay una vida con sentimientos, un futuro, una evolución que merecen vivirla sin que nosotros les esclavicemos para beneficio exclusivo de nuestro divertimento.
Las jaulas deben quedar vacías, como símbolo y testigo, de un maltrato innecesario que como seres superiores hemos infringido a los más débiles.
Somos tan egoístas, que incluso destruimos nuestro entorno y contaminamos las aguas o envenenamos el aire, en un claro suicidio colectivo a nivel global.
No tenemos derecho a someter a ningún ser vivo o ecosistema a los caprichos de una sola especie.
Ellos nos dan muchas lecciones que diariamente vemos en las redes sociales o en la vida real, de una entrega sin igual a sus amigos humanos o a otras especies. Ellos, los no humanos, sí han roto la barrera de las especies. ¿Vamos a ser menos?
Vi tus ojos
y te sentí.
Tus manos imploraban
el calor de la verdad.
Bajé la mirada.
No podía soportar
La tristeza
de tu cautividad.
Lloré en el silencio
sin poder hacer nada.
La rabia contenida
me hizo temblar.
Tu voz muda
y callada
me imploró libertad.
Te di la espalda
y quise gritar,
huir como cobarde
sin querer mirar.
Y allí quedaste
en el umbral
de una cadena
sin poder caminar.