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Javier Seguí de la Riva

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Javier Seguí de la Riva (Madrid, 1940) es catedrático de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. Arquitecto y psicólogo, artista plástico, escritor, intelectual heterodoxo, personaje complejo, seductor brillante y provocador. En 1974, recién ganada la cátedra y en plena agitación de la universidad española, decidió renovar radicalmente la forma de enseñar a dibujar a los futuros arquitectos, liberándola de un historicismo agarrotado y caduco, y conectándola gozosamente con las energías y flujos creativos del arte contemporáneo. Sus experimentos pedagógicos lograron enseguida una enorme repercusión en el resto del mundo y han tenido mucho que ver con el prestigio artístico internacional de una buena cantidad de arquitectos españoles que fueron sus alumnos. A través de este video y de los textos que les ofrecemos a continuación, Seguí compone un autorretrato no-lineal de enorme riqueza, un complejo diagrama vital con trazos que reivindican el gozo de hacer, descubrir y enseñar. 

Emilio López-Galiacho

 

FRAGMENTOS DE UN AUTORRETRATO (1998-2010)

Javier Seguí de la Riva

 

Anotaciones

Es inevitable en esta época del año y este escenario irreal que me envuelve y me anula en lo instantáneo inalcanzable y casi pétreo (me refiero a mi jardín, al jardín que heredé ya construido como un paraíso artificial, lleno de plantas habituales y de los huecos de ciertos recuerdos de familiaridad, de pasión, de promesas y de asuetos), pensar qué ha sido de mi vida, de mis anhelos, de mis trabajos, de mis proyectos, aunque ahora estas preguntas se produzcan sin importancia, sin orgullo y sin prisa, pero con la curiosidad de saber si tienen fuerza para desencadenar alguno de los relatos que hierven en mi interior como juegos de palabras desagarradas alrededor de una identidad (la mía) que todavía me parece indeterminada, aunque inevitablemente encaminada.

En mi jardín, yo mismo estoy detenido, agitado, pero entregado a mi tiempo, casi solidificado, inerte, donde los momentos pasados y presentes se amontonan sobre mis sentimientos como secuencias cristalizadas, amalgamadas en una agitación presente y sin edad.

Aquí yo siempre soy el mismo que fui, despreocupado, apasionado, encerrado, protegido, ocurrente, osado y amaestrado, libre, y radicalmente extrañado de la profundidad inalcanzable de este paraíso que siempre me ha acogido, que siempre ha referenciado mis sueños y que, inevitablemente, siempre he sabido irreal.

Es posible que hace unos años mi jardín se fundiera en mi experiencia con el entorno no visible de la agitación juvenil, pero ahora no consigo disolverlo con nada, como me ocurre con otros lugares que, encendidos de estímulos visuales, no dejan de ser escenarios inalcanzables, hasta que la oscuridad y la desatención los convierten en silencio respirable y ciego.

A partir de cierta edad, el verano se convierte en un pasadizo donde el tiempo pierde su propio rastro, añorando mundos que no llego a encontrar jamás.

Las obras de arte no responden a nada, son espontáneas fabricaciones estimuladas por otras obras. La magia de la obra consiste en que provoca elaboraciones que la refieren, la envuelven en palabras y, en ocasiones, la justifican. La justificación legitima la crítica, la historia y la teoría social.

Una obra no es una respuesta a ninguna pregunta. Las obras son respuestas que estimulan preguntas o cuestiones de todo tipo. Esta es otra peculiaridad.

Estoy satisfecho de insatisfacción.

Lleno de vacío, abierto de inquietud.

¿Estará mi alma construida sólo de impulsos encarnados en frases sueltas aisladas, sin posibilidad de enlazarse en formas convencionalmente extensas de escritura?

Debería intentar juntar mis frases entre sí, pero mi inquietud las desconecta sin posibilidad de desarrollo.

 

Somos 

Somos muerte disfrazada con la máscara de la vida.

Remolinos de la nada sostenidos por el viento y por la luz.

Desastres no consumados del todo

en un lapsus inestable de reflejos imprecisos.

Y efímeros.

Con forma de pasión.

Oquedades sin sentido, delirantes de ecos que aparentan permanencias imposibles.

Pura agitación en lo imponderable.

Levedad que anhela, ensimismada, cierta sustanciadora densidad.

¿Somos? Soy.

Pienso, en el soy, que somos.

Quizás por que nuestra máscara vital (mi máscara),

que es un intenso remolino de palabras alrededor de una inconsistente acumulación de sensaciones,

no me permite diferenciar a los otros,

confundidos en la profundidad de una cálida indiferencia.

 

Me pongo a dibujar  

Abro mi cuaderno y, con instrumentos suaves, dejo que mi mano se deslice sobre él. Sólo miro de soslayo, cuando brazo y mano gesticulan y se desplazan llenando de trazos la superficie blanca. No copio ni pienso nada preciso, asisto al espectáculo de esta danza decidida y ocasional. A veces es un baile lento y entrecortado, aunque otras el ritmo se acelera, o se para de repente. También cambian los trayectos, rectos, curvos o accidentados. Y sus localizaciones. Es un placer sentir los movimientos y espiar la aparición de las huellas que, poco a poco, conquistan el cuadro y se superponen marcando misteriosas densidades. Llega un momento en que la danza arbitraria se detiene y, entonces, advierto la totalidad como un cosmos envolvente, que me estimula con indicios de presencias por precisar, o que me oprime sin remedio. En estos casos cabe romper el papel o sumergir los trazos en otros trazos, a la búsqueda de una nueva configuración más espesa.

Dibujando así, las narraciones se deshacen, y las palabras flotan sin articulación, forzando un vacío ciego y tenso de confortable dinamismo primordial.

 

Tacto  

Toco, y mi tocar me toca en mi piel. Mi tacto se separa de mí e invierte mis sensaciones. Siento mi superficie en las manos del otro, que son mis manos, misteriosamente extrañadas.

Ahora sé que el tacto es el órgano del extrañamiento, del desdoblamiento polar. Con el que siento desde lo que toco. Con el que el tocar se transmuta en ser tocado.

 

Yo te quería  

“Yo te quería” arrastra la profundidad indefinida de un sentimiento que se abisma. No es fácil de decir pero, una vez dicho, resulta una frase intensa y paradójica. Te quería, en lugar de te querré o te quiero, o te he querido. Te querré no significa nada porque los deseos no se anticipan, sólo se tienen o no se tienen. Te quiero está en el futuro del deseo que expresa, y te he querido señala un deseo muerto.

Sin embargo “te quería” lleva a un presente de deseo que escucha la pasión del pasado frente a un futuro vaciado e indefinido. Yo te quería quiere decir: aquí estoy, queriendo, gozando del presente de un pasado que estuvo volcado al futuro.

Llevan años arrastrando una vida burguesa imprecisa, espesada por el mantenimiento de la supervivencia, aunque aligerada ocasionalmente por aconteceres intelectuales y sociales de esos que suspenden la sórdida continuidad de lo cotidiano. A veces se comunican con fluidez, cuando la conversación incluye algún evento vivido o el tanteo de proyectos ensoñados. En ocasiones discuten, como si todo el transcurso acumulado hubiera sido una preparación minuciosa para singulares venganzas. Hay momentos en que se miran y se tocan, sin decir nada. Después de casi una eternidad juntos, él le ha dicho a ella: “yo te quería”.

 

Mis hermanos 

Me cuesta trabajo imaginar el imaginario de mis hermanos. (Con mis padres esas conjeturas  resultaron más fáciles). Sé que sufren, que temen, que luchan por sobrevivir, pero no alcanzo a esbozar ninguna narración que los inserte en mi fantasía. Es más, incluso sus explicaciones de situaciones vividas en común me resultan ajenas, a veces irreconocibles. En especial cuando hablan de nuestros padres matizando sus características ideológicas, que yo recojo estupefacto como si hablaran de personas que yo no hubiera conocido jamás.

Con mis hermanos es más fácil estar en silencio, cruzando desinteresadas miradas, que hablar. Porque en nuestras conversaciones no cabe el futuro, diluido en una incertidumbre aterradora, ni el pasado, deformado por la lejanía y cargado de imprecisos reproches y justificaciones.

Nuestros encuentros siempre son tensos, aunque la tirantez se difumina temporalmente con el subterfugio tácito de las evocaciones de acontecimientos anecdóticos y circunstanciales que se resumen en frases, situaciones, ademanes o rasgos físicos que, como instantáneas fotográficas, no reclaman ninguna profundización.

Quizás ser hermanos se resuma en eso, en ser próximos y a la vez ser extraños.

 

Escribo a mano 

Escribo a mano, con un bolígrafo y sobre papel. Escribo, y tacho, y rectifico, con gestos que configuran palabras. Mis manuscritos son dibujos abigarrados en los que me encuentro cómodo. Me he acostumbrado al ritmo de mi escritura manual que pauta con holgura mi discurso en ciernes y mis reacciones reflexivas superpuestas.

Luego me pasan a limpio el texto básico. En este trance el texto cambia: se reorganiza tipográficamente y recoge inesperadamente distribuidos, los errores y las incomprensiones de la trascripción.

La lectura del texto trascrito es una experiencia insólita. Ya no es propiamente mi texto, sino el de alguien con el que me puedo identificar si soy capaz de ajustar su composición de manchas de letras y de corregir las palabras erróneas e inciertas.

 

Deseo  

El deseo es una carga energética desmedida, dirigida a lo otro, que no asegura ninguna comunicación aunque fuerza el desdoblamiento, la desunificación germinal que da sentido a cualquier relación. El deseo es el fundamento de la diferencia.

 

Temor  

Miedo a la petición absoluta de entrega.

Miedo a ser engullido por la impotencia de aceptar ser deseado.

Ser deseado. Ser requerido a la mirada para ser examinado por la visión asesina que inventa dioses.

Ser forzado a saberse despedazado sin poder defenderse. Ser forzado a ser visible.

Perder nuestra discreta invisibilidad.

Las palabras brotan rebrotadas (re-botadas) de la cháchara intranscendente y oscura del dejarse ver.

Ella no sabe dónde está pero no le importa. Busca lugares distantes donde instalarse des-Iocalizada. No le interesan esos lugares, ni siquiera los memoriza. Solo busca que estén lejos de todo, incluso de su gozar.

 

Pausa  

       Mi meta es imaginar apasionadamente, encontrar figuras sorprendentes y perseguir conceptos vinculantes. Leer, mirar, escribir, entre diálogo y diálogo. Evito la nostalgia cerrando los ojos.

       Mirar por las ventanas salva de la angustia, evacúa la presión de un interior abotargado de mismidad

       Se puede tener nostalgia del interior como de un territorio inalcanzable, definitivamente alejado.

       La soledad es el afrodisíaco del espíritu, como la conversación lo es de la inteligencia.

 

Recuerdos 

       Recuerdo a trozos, parcialmente (tan distinto del memorioso Funes de Borges), con la sensación de haber desperdiciado mi atención en detalles improductivos para la memoria. Es como si hubiera vivido los acontecimientos sin perspectiva, sin trascender la ocasión, sin saber que luego tendría que recordarlos.

       Añoro la embriaguez con su conciencia liminar confusa, arrastrando la amnesia y el vacío culpable de la intoxicación etílica. Una borrachera de antes se me antoja ahora como una muerte detenida en un limbo. Lugar impreciso que añoro después de años sin probar el alcohol.

 

Anotaciones 

       Sólo hay libertad total en la nada.

       En lo cotidiano es donde se deshacen los libros. Se hacen en los sueños.

       Del libro acabado no queda,

       a fin de cuentas, más que un

       agujero abierto.

       El cuerpo sólo desea escribir,

       Escribirse, amoldarse, acariciar la nada.

       El silencio no está ni al principio ni al final, está entre… En el extrañamiento de la caricia.

       Sólo habrá libertad total en la nada.

       Gozar, agonizar.

       Cuántas palabras arrojadas a la extrañeza, cuántas palabras dichas entre todos los que fueron y los que aún decimos sin parar.

       Producimos frases, narraciones, sabiendo que son nuestra posibilidad de sabernos sin más, única entrada sin desvío hacia la muerte.

 

Inmadurez 

Navego hacia la inmadurez.

Instalado en el paisaje de mi infancia.

Sin memoria sufriente ni circunstancial. En medio de un tiempo congelado y por recuperar.

Creo que no maduro ya. Al contrario, pierdo madurez mientras me siento potencialmente prometedor.

Ardo en pasión creadora. Sé que puedo activar con facilidad la maquina de construir intensas evocaciones, de inventar grandes recuerdos.

Vivimos en una burbuja, en una sociedad extraña y amarga, una vida palpitante de pasión pero sin futuro.

Y Ana se va buscando la sinceridad descarnada de vivir sin más, al margen de la humillación de aceptar de antemano la corrupción capitalista. Se va sin decir nada. Abandonando la piña que formamos en el amor, intensificada ante la inminencia de la muerte.

 

Dios  

Detrás de detrás.

En el interior que está dentro del interior.

Sumergido en lo profundo de un organismo corpóreo que me ha creado y me sostiene.

Mi cuerpo es mi Dios.

 

Persistir  

Persistir viviendo supone inventarse la razón ética (activa) de la supervivencia de la especie.

Vivir es anticipar una per-vivencia, y anticipar es ver el futuro como un pasado.

¿Cómo vivir sin futuro?

¿Cómo vivir de cara a la nada?

Retardando su encuentro.

Retardar el fin es incrustar la ilusión de algo a recuperar (¿el tiempo perdido?).

Retardar el fin es vivir.

La ilusión es la extrañeza del per-vivir.

Luchar a muerte es inundarse de vida, anegarse de existencia.

 

Cerrar los ojos 

Supongo que mi curiosidad empezó de niño, dejándome llevar de la mano de mi madre con los ojos cerrados. Luego comencé a aprender a dibujar y me enseñaron que las luces y las sombras se evaluaban mejor con los ojos entornados. Más tarde, alguien me hizo sentir la profundidad del mundo guardando silencio. Estas experiencias dieron pie a una serie de juegos que he venido practicando en soledad hasta descubrir, no hace tanto, que son parte de una inquietud genérica, compartida con otros, respecto a la naturaleza sensorial del espacio. Mis juegos consistían en dejar de ver, evitar actuar e intentar no prefigurar ningún significado frente a cualquier clase de situación y de entorno en el que se me ocurriera iniciar la experiencia. El juego lo he practicado en mi casa, en las distintas ciudades que he visitado, en ámbitos naturales singulares, acompañado por otros y en solitario. De pequeño solía sentir terror y luego, con el paso del tiempo, un curioso placer en la notificación de peculiares sensaciones que nunca he sido capaz de transmitir adecuadamente con palabras.

Estudiando arquitectura me enseñaron que el entorno tiene forma visible, evidente, presencial y casi llegaron a convencerme de que en esas características se basa el entendimiento profesional del espacio. Claro que nadie negaba que las texturas, las resonancias, el aire o la temperatura fueran propiedades despreciables, pero nunca eran comparables a las proporciones de los sólidos ni a las visiones perspectivas que la arquitectura  debía de proporcionar.

Sólo hace unos años he logrado entender que la experiencia de mis juegos es de gran importancia para el entendimiento del espacio, complementaria de la evidencia visual y, quizás, muy superior a ella.

Yo propongo que se experiencien los lugares, cualesquiera que sean, entornando los ojos y cerrándolos después de haber mirado. Y en silencio. Para notificar el calor, la brisa, los ecos, las texturas de los suelos, el tacto de las paredes, las fragancias, las direcciones de los sonidos, la densidad de la atmósfera, la amplitud indefinida pero cualificada, etc., como hacía el rey ciego o inmóvil de Italo Calvino (“Un rey escucha” en “Bajo el Sol Jagurar”), porque creo que sólo así se pueden encontrar las metáforas y palabras capaces de dar sentido a la comprensión de los entornos naturales y artificiales.

 

Memorias 

Mi padre no aludió nunca ni a un dogma ni a ninguna creencia. Nunca le oí indicaciones que no se refiriesen a la radical experiencia del sobrevivir entre los demás. Solía señalar éticas radicalizadas que propendían a un vivir la vida con arrojo y decisión.

Por otro lado, mi madre se guiaba por preceptos religiosos que trasmitía como si hubiera conocido las circunstancias de donde emanaban.  Sufría su vida y la de su entorno como una imposición temporal que hubiera que superar.

Yo nunca me creí nada de las amenazas que me lanzaban. Vivía las cosas contra la corriente común, buscando resquicios sorprendentes para escapar de lo determinado. Siempre encontraba explicaciones plausibles a mis actos de rebeldía contra todo.

Mi hermana es una extrañeza lejana que se parece a mí, que dice haber estado en situaciones en las que yo estuve y que me trata a veces con familiaridad.

Hay gentes que pervierten la ficción, que la aplastan contra lo cotidiano hasta lograr amasar una realidad repugnante (de nausea).

 

Leer, escribir y dibujar  

No puedo leer sin escribir, ni escribir sin leer. Son situaciones que se implican en mi interior como necesidades complementarias.

También necesito dibujar como un dejar de leer y escribir, pero leer y escribir me llevan a dibujar como dibujar me lleva a leer-escribir.

Mi vida es un compulsivo paso alternativo por el dibujar, el leer y el escribir con intensidades y ritmos variables según las épocas.

Sé que hablar con otros, intercambiar y dar clases son el otro polo, el acicate, el proceso que me lleva a situaciones limites en las que tengo que entrar en mi dinámica interna de dibujar, leer y escribir, en distinto orden según las ocasiones.

 

Moriendo

Roger Laporte, «Moriendo”

El placer es nombrar impropiamente lo innombrable, señalar lo infigurable, agitarse desdoblado y ajeno ante la nada embriagante. Y penetrar en el espectáculo de un cuerpo-mente presente, eterno, inalcanzable, extra-terrestre.

Dulzura es el contrapunto.

 

Pachopa

Nostalgia

inseguridad,

tu presencia,

lugar del amor.

ámbito extático

formado en la

tensión del incierto futuro

que aisla la soledad

sensualmente acompañada.

 

Eres, eras, mi espacio,

el material de mi deseo

el ámbito de mi extrañeza

el entorno de mi olvido

 

Te vivía y te vivo

como el escenario

donde monologar

gozoso

y amedrentado

inseguro

y pleno.

 

Pachopa es invocación

de un estado del alma,

en que la infancia amable

es un lugar

eterno y dichoso

lleno de tensión ex-tática

lleno de tranquila luz.

 

La tristeza es una forma de

la plenitud. Una figura

de la eternidad

recogida en un estado

peculiar pero completo.

Estar triste es estar amando,

es estar abierto y desbordado

en el interior de la vida

compartida.

 

Hablé con Atxu de lo que tú evocas en tu carta, y se me ocurría que cuando yo estoy contigo (como cuando estoy con tus hermanos, o tus sobrinos) en realidad estoy conmigo desdoblado. Tu me llevas a mi infancia eternizada porque me la traes en tu persona y me ubicas en un lugar de felicidad olvidada que es el de mi propia infancia iluminada (reinventada) por tu compañía.

Yo cuando estoy contigo consigo ser el niño perfeccionado por la tensión del amor que quizás no pude apreciar ser cuando no te tenía.

Pero no te equivoques, todos los niños son inseguros. Yo también, aunque juguemos a protegernos y sentirnos protegidos.

Creer en ti es una forma de decir que yo “soy” por ti, que soy, confundido en ti, porque te debo la vida de mi juventud perenne.

No sé que decirte porque no sé que decirme.

 

Mi cuerpo 

Soy yo en cuanto que algo independiente, instalado en el cuerpo que me contiene.

No soy mi cuerpo, pero soy lo que soy porque estoy en él. Mi cuerpo no es mío, no me obedece. Yo soy con el, él me hace ser como soy porque me plantea constantemente su enigma.

Navego dentro de mi cuerpo, entre otros cuerpos animados de personalidades diversas, y siento que hay algo que nos comunica, que nos hace más comunes que diferentes.

Todos hemos aparecido sin consentimiento dentro de nuestros cuerpos, en el seno de grupos, instalados en ámbitos socio-económicos preexistentes Todos somos mentes que se emancipan de sus orígenes biomecánicos y sociales delirantes.

El amor es un lugar, no el del deseo, sino el de la deriva cósmica, el lugar tenso y radical en el que navegar por la eternidad jugando con la nada.

 

Mi casa

Tengo la sensación de que mi casa es un lugar de inmadurez, un ámbito para prepararse para algo que nunca llegará, para prever un futuro instalado siempre en el futuro, un por-venir que no puede llegar a venir.

Complejo de Peter Pan, no querer hacerse mayor, no aceptar lo inevitable como tal, no entender el presente como una actualización del destino. No mezclar la conformidad con la muerte.

Somos seres alerta, en perpetua formación, en perpetua tensión conformadora. Personajes instalados en la precariedad de un presente que se deshace sin esperar una meta en el por-venir. Somos seres de la literatura, en proyecto.

 

La niñez

Hablar de la infancia es salir de la memoria y recordar desde fuera.

La infancia es un estado indisoluble de cada uno. Siempre se está dentro de la infancia.

Pero hablar de ella es salir de su interior e inventarse un niño lejano al que atribuir los recuerdos.

Hablar de la infancia como de algo pasado es inventarse un recuerdo inverso, un personaje a imitación de otros niños que hacen las cosas que uno recuerda como si no fuesen de uno.

 

Muerte  

Siento la muerte recubierta y aprisionada por la vida, queriendo emerger. Se asoma en mis ojos, en mi craneo, en mi nostalgia. Explota en mi cara envejecida, en mi jardín decadente. Grita desde los pronósticos de futuro, desde la desesperanza, desde la devastación.

La muerte es nuestra materia, la sustancia enterrada en nuestra dinamicidad, el núcleo profundo de lo que emprendemos, el lugar secreto de donde brotan los sentimientos y los impulsos.

El espectáculo de lo vivo es una rareza de la muerte.

Muerte en el interior y en el afuera.

 

Culpa y nada   

Se haga lo que se haga en la vida sólo se habrán hecho cosas insignificantes porque entre la nada del origen y la nada del destino sólo quedarán residuos de movimientos.

 

Bandolero  

Empezó siendo una ocurrencia de cafetería. Ahora que nos jubilamos, nos vamos a México a vivir… y allí… nos echamos al monte… y nos entregamos a una vida desenfrenada.

Si lo hacemos bien, vendrán por nosotros y acabaremos acribillados.

Moriremos activos, enloquecidos.

Si no hacemos esto nos espera el aburrimiento de una vejez arrastrada, asexuada, degradada, en algún rincón de alguna ciudad moribunda.

La broma la hemos ido repitiendo y adornando… está calando en nosotros como un paradigma de final digno aunque sea difícil de precisar.

El otro día ante la noticia del levantamiento de los amazónicos peruanos contra los planes del gobierno a alguien se le ocurrió que podíamos ir a unirnos a ellos contra los que les oprimen.

Este posicionamiento perfecciona la primera ocurrencia y plantea una invención de futuro.

Será interesante aprovechar la vejez para llegar al radical paroxismo, hasta afrontar la muerte, luchando al límite contra la injusticia.

 

No volvía   

Se había ido para volver.

Pero no volvía.

La llevaron a urgencias después del atropello.

Sentí vaciarse mi voluntad y mi fantasía.

No podía serenarme.

Quería pelearme…

Buscaba la desesperación,

anhelaba la enajenación.

Todo quedó cubierto por un vaho de extrañeza,

ritmado por el llanto.

 

Intermedio vacío.

 

Hasta el anuncio de su muerte

que abrió el contenedor indiferente de las palabras

incomprensibles o banales

que chocaban con sentimientos terribles, centrales, destilados por el corazón.

Luego, su cadáver tranquilizó el estruendo.

La muerte nos acogió a los dos, y yo era ella y ella era yo.

Mi yo perdido en el llanto se refugió en la inmovilidad.

Y mi vitalidad, ya sin palabras, ni sentimientos, ni futuro, se entregó a la intensa luz de aquel mediodía definitivo.

 

¿Qué va a decir el Sr. Álvaro?  

Esta es mi situación en el mundo. Arropado, asegurado, apartado, ensimismado en un interior protegido.

A mi padre le preocupaba que yo estuviera leyendo y escribiendo mientras él estaba en la oficina contabilizando y tomando decisiones y el Sr. Álvaro regaba el jardín.

El Sr. Álvaro trabajaba sin polemizar, yo polemizaba sin trabajar.

 

Pedagogía de la radicalidad 

Pedagogía del dibujar, basada en la radicalización del hacer y del recubrir lo hecho con palabras.

Planteamientos provocativos que han de sorprender, extrañar y estimular respuestas graficas y poéticas.

Dibujar es un perseguir el designio o explorar lo espontáneo del cuerpo. Un placer agrio de ceguera y determinación, análogo al poetizar con palabras o improvisar musicalmente.

Primero conmover, para instalarse en el silencio y dejarse llevar.

Nunca empezar pensando. Hacer – mirar – superponer (borrar o marcar) – volver a mirar.

Mirar para no ver, para ser visto por lo dibujado para dejarse sorprender.

Hasta ver la danza de la que el dibujo es la cáscara.

El estimulo dibujando es la pasional extrañeza, lo “dadá”, la contra, lo prohibido.

El objeto del dibujar es lo inesperado, lo arbitrario brillante, y el discurso poético radical.

 

El hombre tangencial   

Tangente, rozando una multitud de acontecimientos:

-1956  Camus

-1958  Yves Klein

-1965  Psicología.

-1967  Lógica cibernética.

-1968  Hyppies. S. Francisco

Mayo Francés.

México.

-1972   Encuentros de Pamplona.

-1976   Vancouver.

-1979   Valdemorillo-Taller general.

-1982   Teología de la liberación (Brasil).

-2007   Círculo Bellas Artes.

 

Ser tangencial o ser tangente.

Ser dirección derivada.

Ser sentido que se diferencia de la acción.

Ser acción que se diferencia del objeto.

Diletancia.

Afición.

Habilidad

La relación con el otro es siempre tangencial.

La tangencia es el tacto, la caricia.

En el borde de:

La filosofía

De la profesión.

Ser tangencial es no ser central, es ser extraño pero vinculado.

Tangente al cuerpo

al espíritu

a la sociedad

a la familia

a la educación. La educación es tangencia.

al trabajo

al dibujar

Lo tangencial es un posicionamiento, un punto de vista, una disposición.

La derivada es la extrañeza.

Los sueños son tangencias.

Yo, en sueños, habito la tangente del mundo.

 

¿Dónde estoy? 

Aquí, concentrado en cierta tensión, dibujo, leo y escribo y, a veces, hablo, y lo hago generando a mi alrededor un no-lugar genérico, abierto, ambiguo, sin circunstancias, sin geografía, sin edificación.

Cuando trabajo concentrado no estoy en ninguna parte, mi entorno se invisibiliza, se disuelve en atmósfera sustentante, penetrante, estabilizante, y el mundo se evapora o se aleja tanto que me deja disfrutar del vacío que mis gestos evocan, arrastrando una vitalidad que también me es extraña.

 

Mariví (1)

Murió mi hermana. Avergonzada de su muerte,

de la vulgaridad de toda muerte.

Lloré. Lloramos.

Por nuestra niñez

todavía pujante aunque

Difuminada

en el interior

De nuestros cuerpos envejecidos.

 

Que impudor exhibirse sin vida!

Yacer con la pasividad de un organismo que se cosifica.

 

Todo ocurrió disimuladamente,

como si no ocurriera

en la lejanía tangencial de quien no está en lo que acontece.

 

Mariví ha sido un ser inefable,

permanentemente desajustada,

sin un proyecto claro, apretada contra la vida…

sonriente, simpática…

encantadora

ajena a su destino,

pero era parte de nosotros,

en el centro de nuestras preocupaciones.

 

La queremos despedir con

la celebración de su recuerdo.

Con la exaltación de su vitalidad

ahora detenida.

Descansa, criatura.

 

Mariví (2) 

He muerto con ella

tan próxima y tan lejana.

Era yo mismo separado de mí, ajeno de mí.

Angustiado y tranquilo, tenso y enfadado, indiferente y profundamente entristecido.

Ella era mi contra imagen

mi otredad rechazada.

Sobre todo, era mi infancia comprimida,

la infancia de todos los que éramos niños a la vez

entonces.

 

He oteado el jardín

colmado de ausencias.

No he entrado en él,

sólo lo he mirado y,

en el resplandor de las gotas de lluvia

encendidas por el sol,

he sentido, casi visto,

a todos los que ya no están.

Gestos, barridos – aire encendido.

sombras transparentes

entre las plantas brillantes, indiferentes.

Lugar que soy yo mismo adentrado,

memorizado, vaciado, silenciado.

 

Teruel  

Estoy a punto de atravesar una barrera radical. Lo presiento. Un límite a partir del cual todo será reunirse, integrarse, identificarse con el todo ígneo que nos envuelve.

Antes de ese límite, la vida se presenta como un enigma conmovedor compartido con los demás. Como una aventura de destinos múltiples trabados en una urdimbre socio geográfica.

Hasta ahora todo ha sido hacer para comprender, tantear actos y posturas, empezar poemas, provocar radicalizando, apasionarse con las actitudes, desvelar lo borroso, hacer borroso lo aparentemente nítido. Hablar, decir por nada, contemplar, leer, escudriñar, acariciar.

Luego habrá que buscar el todo, la unificación de los opuestos, la armonía estática del atardecer y la aparición de los destellos de luz,

Habrá que hacerlo escribiendo y diciendo, persiguiendo los momentos álgidos para encuadrarlos en los actos configurativos.

Lo mismo? Quizás?

 

 

 

 

 


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