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Mientras tantoJosé Nieto, el último exiliado del franquismo, ha muerto en Nueva York

José Nieto, el último exiliado del franquismo, ha muerto en Nueva York

De libros raros, perdidos y olvidados   el blog de Carlos G. Santa Cecilia

 

José Nieto, anarquista y el último exiliado del franquismo, falleció el pasado 15 de noviembre de 2023 en Nueva York, a los 86 años de edad, aquejado de una larga enfermedad. Librero, editor y apasionado por los temas de España, su memoria era una fuente de datos del antifranquismo en Nueva York, la ciudad en la que las circunstancias le obligaron a residir durante toda su vida.

Conocí a Pepe Nieto en Nueva York, en 2006, cuando montaba allí una exposición sobre los corresponsales extranjeros durante la Guerra Civil española. Se acercó con el micrófono en la mano, para hacerme una entrevista destinada a su canal hispano de televisión, HITN, donde trabajó hasta su jubilación, comenzamos a charlar sobre España y la conversación no se interrumpió durante años.

Nacido en Orihuela en plena Guerra Civil, hijo de un tendero afiliado a Izquierda Republicana, perdió a su madre en un bombardeo e ingresó muy joven en la CNT (Confederación Nacional de Trabajadores). Sirvió en la Marina, participó en la nefasta y desconocida campaña de Sidi-Ifni que le costó a Franco sus principales posesiones africanas e inició al mismo tiempo su actividad como militante de la CNT. Estuvo muy cerca de las balas en la manifestación de la madrileña calle de San Bernardo de febrero de 1956 en la que resultó herido un falangista y que pudo provocar una noche de los cuchillos largos. Fue arrestado en Barcelona en 1959, con apenas veinte años, y brutalmente torturado durante tres días; su delito: repartir panfletos de la central anarquista.

Hasta el final de sus días llevaba en la cartera la foto de su torturador: Antonio Juan Creix, que murió en 1985. Antoni Batista publicó en 2010 un libro sobrecogedor: La carta: Historia de un comisario franquista (Debate, 2010), a partir de una larga misiva exculpatoria que Creix, el único torturador de la dictadura represaliado, escribió al entonces gobernador civil de Barcelona, Rodolfo Martín Villa. Nieto no pudo leerlo, como tampoco, según me confesó, fue capaz de pasar de la mitad de El Holocausto español, de Paul Preston (Debate, 2011), historiador que le ha utilizado en ocasiones como fuente. “Se me llenan los ojos de lágrimas de pena y rabia”.

El exilio le llevó a Canadá, donde siguió luchando contra Franco. No tenía papeles y fue expulsado, y recaló en Cuba, un destino equivocado para un anarquista. Allí probó también la cárcel y la soledad de defender sus ideales. Expulsado de nuevo, esta vez a Estados Unidos, quería ir a México, pero le pidieron que se quedara y exigiera el asilo político, lo que suponía forzar una toma de postura del Gobierno estadounidense. Su largo proceso judicial fue muy debatido en la época y ocupó las portadas de los periódicos. No consiguió el estatuto de la Administración Kennedy, pero sí, curiosamente, de la de Nixon, gracias sobre todo a la enorme simpatía que su caso suscitó en la opinión pública. Fue el último refugiado político, con estatuto reconocido, del franquismo.

Personalmente, su triunfo judicial fue de alguna forma su condena. Desde 1962 vivió en Nueva York –es padre de dos hijas–, una ciudad ingrata para un refugiado, sin abandonar ni un solo día su lucha y su compromiso. Hace unos años me pidió una bandera republicana porque todavía algunos viejos antifranquistas desfilaban tras ella el 12 de octubre por la Quinta Avenida. Hombre de formación autodidacta, su pasión eran los libros y su tema la Guerra Civil. Se dedicó a la distribución y edición y su biblioteca llegó a tener cerca de 4.000 volúmenes sobre la contienda española. La mayoría los ha donado a amigos o a universidades americanas, aunque conservaba un garaje en Brooklyn atestado de primeras ediciones y joyas bibliográficas.

Volvió a España esporádicamente a la muerte de Franco, incluso llegó a comprar una casa en el Levante español, pero no le gustó el país. No lo reconoció. Vivía pendiente de la política española, de la televisión, con sus opiniones radicales, pero siempre fundamentadas. Estaba al día de todo lo que se publicaba y si ibas a verle lo mejor que le podías llevar era el último ejemplar de una de sus pasiones: El Jueves. Fue, con Eugenio Granell, pintor surrealista y militante del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), el último editor de España Libre, cuya memoria estaba empeñado en recuperar y en fronterad trató en una entrevista con Montse Feu.

No tenía ánimo de venganza, comentaba, pero creía firmemente que en España no se había hecho justicia a los que dieron la vida luchando contra Franco. Pepe Nieto todavía se emocionaba hablando de los principios de libertad y justicia del anarquismo histórico español. Abandonó la militancia en la CNT hace muchos años y no quería saber nada del sindicato, pero aseguraba a los amigos: “Si fuera un poco más joven volvería a militar y a luchar, no sé dónde, pero volvería: hay tantas cosas por hacer”. El Covid le sumió en el silencio, agravó sus dolencias cardiacas y cada vez se distanciaron más sus entusiastas llamadas desde Nueva York para comentar cualquier aspecto de la actualidad española. Fue un luchador infatigable y una referencia esencial en Estados Unidos de la larga lucha contra el régimen de Franco.

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