Fue el escritor de lo inesperado, Paul Auster, el que auspició mi primer encuentro con la mujer de melena ondulada y aspecto jovial que se sentó a mi lado, sacó unos caramelos del bolso y los compartió amablemente conmigo mientras aguardábamos, rodeadas de público expectante, la llegada del novelista estadounidense durante una de sus visitas a Madrid. Aquella tarde inicié con ella unas breves pero interesantísimas aproximaciones al mundo de la literatura y lingüística cognitiva, que he retomado en charlas más extensas que me gustaría reproducir en este artículo.
En relación con la literatura, mediadora de nuestra relación, aquellos caramelos compartidos me recuerdan ahora a las galletas de Alice´s adventures in Wonderland. Gracias a ellas uno es capaz de adquirir la dimensión apropiada para internarse por aspectos innovadores del conocimiento no ya fantásticos, pero sí apasionantes por los que me guiaría la profesora Juani Guerra, nacida en Las Palmas de Gran Canaria, en nuestra primera conversación.
En charlas posteriores, me cuenta esta profesora que ha trabajado en la Universidad de California San Diego (UCSD), en el Departamento de Ciencias Cognitivas, creado por Gilles Fauconnier, centro de investigación interdisciplinar, puntero en lenguaje y comunicación donde se trabaja con neurobiología de las emociones como la de Antonio Damasio; neurobiología de la conciencia como la de Gerald Edelman; biología evolutiva como la de Terrence Deacon; cognición animal como la de Bearzi y Stanford; psicología evolutiva como la de Michel Tomasello; neurofilosofía como la de Patricia Churchland. Dirige, también, el Grupo de Investigación de Humanidades, Biopoética y Semiótica Cognitiva, en el IUIBS de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, un instituto visionario de investigación en biomedicina y salud de reciente creación con un talante integrador, que resulta un inusual y buen ejemplo en el panorama universitario de nuestro país.
“La ciencia, a diferencia de la literatura nunca ha basado la distinción semántica de sus teorías entre ‘significado literal’ y ‘significado figurado’”, así comienza el artículo que la profesora Guerra ha publicado en Revista de Occidente. La idea de que la metáfora, como recurso de imaginación poética figurativa, más allá de su aspecto formal, se inscribe en el proceso por el que realizamos nuestra experiencia directa del mundo a través de nuestro cuerpo, introduce una gran novedad, aunque ya fuese intuida en el pasado. “La metáfora, de ser un adorno del lenguaje ha pasado a entenderse en su realidad corporeizada como diseño básico de nuestra organización sociocultural”, afirma Juani Guerra. La asociación de la metáfora con lo experiencial, ha quedado demostrada en el laboratorio mediante la utilización del escáner cerebral con distintas técnicas como PET (Tomografía por Emisión de Positrones) o fMRI (Imágenes de Resonancia Magnética funcional). Nuestra manera de vivir en el mundo, en una espacio-temporalidad, interviene en la operación conceptual que crea el lenguaje. De aquí que la lengua se conciba, de acuerdo con estas teorías cognitivas, no como un “estado”, sino como un “proceso” dinámico, “un hacer”, remitiéndonos en un sentido epistemológico, tal como señala en su artículo la profesora Guerra, al sentido primitivo de la poiesis original griega, en el que inciden muchas variables, distintos ámbitos de la persona. La figuratividad literaria no le ha interesado a la ciencia, pero desde hace unas décadas, desde la lingüística cognitiva, y en sinergia con otras disciplinas, estamos siendo testigos de cómo se inscribe la organización biológica y física del significado.
El término poiesis en su primitiva acepción griega de “hacer”, extensivo tanto a realidades materiales como no materiales, se carga ahora de una motivación conceptualizadora esencial cuando es considerado desde la cognición como “acción”. “En el siglo XX dejamos de dar sentido a Poética en el marco original que hace de la Ciencia la criatura de la Metáfora o de la Lengua la criatura de la Literatura. Mientras physis o techné han evolucionado a lo largo de la trayectoria de la cultura moderna, en particular desde el siglo XX, poiesis se ha visto afectada, erróneamente, por la identificación de poesía con la superficie lingüística del conocimiento humano”.
Parece que la “alianza de las culturas”, preconizada por el Nobel Ilya Prigogine, comienza a ser un hecho. Los equipos que dirige la profesora Guerra trabajan ya de una forma interdisciplinar e integrada que deviene como consecuencia de los estudios de Lakoff (1987), Johnson (1987), Langacker (1987/1981) o Talmy (2000) en relación a ese giro pragmático que “articula el conocimiento internacional actual desde sus bases conceptuales griegas en la tríada poiesis-physis-techné”. “Son las nuevas Humanidades”, señala Guerra.
“En los últimos 20 años se han desarrollado espectacularmente las investigaciones sobre el papel de los modelos cognitivos, en particular de la metáfora, en el razonamiento humano y en su organización social”, continúa la profesora. Ejemplos de ello, a los que se refiere, son las investigaciones realizadas sobre anomalías narrativas motivadas de forma ‘bio-cultural’ a partir del afianzamiento cognitivo de la frase, tan repetida por los medios, ‘una hora menos en Canarias’. Y me explica que tras mapear, mediante técnicas de neuroimagen o psicolingüísticas la organización cognitiva de un concepto determinado, son capaces los investigadores de crear una estructura metafórica emergente que active una nueva forma positiva de pensar/organizar el problema. Por poner un ejemplo que todo el mundo pueda entender: si nos referimos al ‘cáncer’, tras efectuar su mapeo, se llega a la conclusión de que este concepto se activa en términos cognitivos como ‘guerra’; es decir, el patrón metafórico recurrente es: cáncer es guerra. “Lejos de enriquecernos biológica, cognitiva, emocional, o socioculturalmente, esta asociación obstaculiza la mejora tanto del paciente como del familiar o del personal sanitario. Hablar de lucha, o de batalla, de un niño como un gran soldado valiente, no estaría ayudando a la salud de los hablantes/oyentes. En estos momentos estamos trabajando en la introducción de la metáfora ‘cáncer es deporte de alta competición, o de riesgo’, lo que implica abordar el tema desde una perspectiva mucho más positiva, basada en valores de colaboración y esfuerzo, frente a los de agresividad y enfrentamiento”. La profesora Guerra trabaja en proyectos impulsados por otros grupos en este sentido, como el que trata sobre el concepto ‘jubilación’. Ahí colaboran con el proyecto El Cuarto Espacio, creado por el médico y director de la cátedra de Tecnología Médica de la ULPGC, el profesor Manuel Maynar, cuyo objetivo es centrar una mirada interdisciplinar sobre el carácter obsoleto y la ineficacia de la actual organización de la jubilación en España (a 15-20 años vista), confrontada con los actuales datos de esperanza de vida y la realidad biomédica, tecnológica, económica, cultural, etcétera.
En 2012 Juani Guerra afirmaba en una entrevista: “Mi objetivo principal aquí es reproducir en Las Palmas la organización de la Universidad de California San Diego (UCSD) como centro investigador por su alto grado de interdisciplinariedad funcional”. No elude, ahora, las dificultades surgidas al abordar este tipo de proyecto en España: carencia de financiación o de estabilidad futura de los jóvenes investigadores que realizan las tesis en su grupo de investigación del IUIBS, lo que conlleva un desperdicio de talento o recursos propios, “impensable en las universidades americanas, inglesas o danesas en las que he estado”, a lo que se une “la poca confianza en la transversalidad, en la interdisciplinariedad, que aún existe aquí”. La imprescindible colaboración con investigadores extranjeros de primera línea, con los que la profesora trabaja en universidades europeas y americanas, es muy loable, según me dice, pero: “ellos también llegan a cansarse de que no haya aquí una continuidad académica y administrativa que facilite desarrollos normales de trabajos, de por sí difíciles de implementar por la alta transversalidad”. Por otra parte, “en cuanto se refiere a los resultados de las investigaciones hay una gran diferencia porque en otros países revierten en el campo de la educación o de la salud y aquí están más dirigidos al enriquecimiento material (marketing o el turismo). Las cifras hablan por sí solas”, puntualiza.
Me gustaría acabar este artículo interesándome por la faceta de traductora de Juani Guerra. Suyas son las ediciones y traducciones de Emma, de Jane Austen, para la colección Letras Universales de Cátedra, o de Relatos, de Katherine Mansfield, entre otros muchos autores en lengua inglesa. “La traducción es una de las actividades más fascinantes para cualquier persona interesada en los sistemas semióticos como representación cognitiva del mundo”, afirma. “En esta construcción humana de las lenguas, la literatura y la traducción, y desde las ciencias cognitivas, no hay diferencia epistemológica, ontológica y cultural entre las ciencias naturales y las ciencias humanas que la tradición académica occidental siempre ha separado”. En la red de conocimiento interdisciplinario a la que nos referimos antes, la traducción es una variedad muy sofisticada de acción cognitiva de construcción de un mundo y una mente, a partir de la historia de la variedad de acciones que realiza un ser en el mundo. Es lo que técnicamente se conoce como enacción (Varela, Thomson y Rosch 1991) expuesta con claridad en el libro Enacción y léxico, de Ángel López y Daniel Jorques (2016). “La lectura es una actividad que hoy la Neurobiología y la Semiótica Cognitiva están mostrando como una de las más ricas a nivel neural para el enriquecimiento sociocultural de la persona en grupo y, por lo tanto, para el enriquecimiento neuropsicológico y biológico del individuo. La traducción lo es aún más, es la dinamización en curso de esa actividad en interfaces entre dos cuerpos, dos mentes, dos lenguas, dos momentos, con el fin añadido de trasladar la forma poética y lingüística de la versión original a la tuya”. Y prosigue con entusiasmo: “La traducción literaria, es el más complejo de los retos, es lo más parecido a la vida vivida, entendida, sentida y juzgada en un grupo humano en cada aquí y en cada ahora”.
Hay que tener en cuenta que, desde su perspectiva, la profesora Guerra considera la literatura como una dinámica cognitiva específica: tal vez esta forma tan científica de hablar del lenguaje pueda ser considerada desmitificadora para algunos, pero cuando veo brillar sus ojos al explicarme estos temas me contagia de su entusiasmo, de esa apertura a la maravilla que experimenté alguna vez leyendo ciertos libros de ciencia.
Sin querer, o queriendo ahora, tras conocer la buena nueva integradora de ciencia y humanidades, regreso de nuevo a Paul Auster, que auspició nuestro inesperado encuentro, y a las galletas de Alicia. Cuando le digo a la profesora Guerra, en simples palabras, que al abrir bien los ojos uno se da cuenta, verdaderamente, de que el mundo, las personas y el lenguaje nunca dejarán de ser un lugar maravilloso y sorprendente, me contesta: “El lugar elástico de las indeterminaciones conceptuales que nos crean como sujetos cognoscitivos, como testigos de nosotros mismos a partir de nuestros sentimientos de lo que ocurre; el lugar que nos hace ocurrentes, capaces de preguntarnos cómo desde mi acción de ofrecerte un caramelo esperando al hacedor de 4321 te preguntas llena de vitalidad por la evolución biocultural del pensamiento humano. Es sólo la topología del conocimiento de este Wonderland la que hace que algo tan abstracto hoy como la verdad, se pueda entender de una forma muy simple: La verdad es salud, salud (bio)cultural, la que te protege si tu cuerpo sobrepasa las dimensiones de tu casa”.
Mila Bueno estudió filología hispánica e idiomas. Trabajó como traductora de inglés, en propiedad intelectual y en el entorno cinematográfico. Escribe sobre literatura en diferentes medios. Ha publicado el volumen de cuentos Enterrar un botón (Isidora, 2017).