Este texto forma parte de las Remembranzas de El sereno de Asilah
Capítulo 9
A un amigo que había tenido una buena posición social, con un trabajo profesional de éxito, cuando le llegó la jubilación sintió como si le hubiera estallado la vejez entre las manos. Por mucho que hayamos leído o estudiado nunca estamos preparados para la vejez, porque es una experiencia inédita y hay que vivirla, experienciarla y tratar de adaptarse a esa nueva dimensión y estadio.
Un día te sorprendes con limitaciones que no sospechabas ni imaginabas. Subes las escaleras a otro ritmo, tienes que levantarte por las noches, digieres peor las comidas y te sorprendes seleccionado en las cartas de los restaurantes comidas más ligeras cuando toda la vida habías aprovechado ir a comer fuera para pedir lo que no solías comer en casa. Era la ocasión para la caza, el cochinillo o el cordero, los callos o quesos fuertes. Y para licores que normalmente no tomabas en casa. Los buenos puros que te parecían un lujo asumible comprendes que ya no lo son tanto. Si te regalan algunos te los fumas con deleite, pero comprendes que ya no te parecen poco menos que necesarios. Y los viajes. Antes los programabas de manera que hoy te parece agotadora y disparatada pero entonces no lo era. Cambiabas de aeropuertos muchas veces, viajabas por África, Asia o América en aviones tomados en aeropuertos que hoy te producen casi vértigo. Comías en cualquier parte, bebías de todo, fumabas de todo, dormías en cualquier parte, te adaptabas al trópico o a climas desérticos, cambiabas husos horarios y superabas el jet lag como podías.
Pero un día, quizás después de una gripe o algo por el estilo, te descubres con limitaciones que antes no habías procesado y que achacas a esa gripe o a aquella comida, o a aquel viaje o aquella situación determinaba que antes no te estresaba y ahora te deja agotado, aburrido y algo angustiado. No hablas de ellos con nadie, pero lo vas acumulando. Inconscientemente, en apariencia al menos, vas dejando actividades y distracciones que antes te encantaban, practicar algunos deportes ya adaptados a tus años como la natación, el golf o las caminatas y un día de das cuenta de cómo has encontrado cada vez más pretextos para ir dejándolos de lado. Por falta de tiempo, por supuesto, o porque te has comprometido con otras obligaciones o porque a tu mujer tampoco le apetece porque se ha apuntado a un curso de esto o de lo otro con señoras de su edad. Hasta para las visitas a museos, a exposiciones o para asistir a conciertos encuentras cada vez más razonadas sin razones. Sobre todo, por el tráfico, porque Madrid está imposible, por el aparcamiento, ya sabes.
Así te vas destejiendo de una serie de hábitos saludables que cada vez más consideras innecesarios, aunque no te lo confieses abiertamente.
Pues bien, ese amigo me recordaba el otro día lo mal que se sentía desde que se había jubilado, sobre todo por los comentarios y la actitud de su mujer. Vivían en una casa espléndida de cuatro plantas, con jardín, muy bien amueblada y con todas las comodidades que se puedan imaginar. Tenían cuatro hijos, con los estudios terminados y viviendo sus vidas con independencia, dos casados y los otros dos en pareja renovable. Disponían de dos coches y el matrimonio podía desplazarse con independencia. La casa era de ellos hacía años que habían liquidado la hipoteca. La pensión no era grande, en general, ninguna lo suele ser, pero sus necesidades ni eran tan grandes ni estaba inactivo pues mantenía desde su domicilio una especie de consultorio para alguna asesoría que le solicitaban antiguos clientes.
Desde el día de su jubilación, la mujer no dejaba de comentar qué iba a pasar en el futuro, que no les iba a llegar la pensión que tenían, que todo iba a subir, que ya estaban renunciando a demasiadas cosas… Pero no sólo al marido sino a cada uno de los hijos cuando venían a visitarlos, o por teléfono, que era peor porque ya se cuidaba ella de hablar bien alto para que él se enterase.
La cosa no paraba ahí. Esta señora tenía una gran amiga con la que hablaba muya a menudo y con la que se veía una tarde a la semana. No paraba con el soniquete, y lloraba y hacía sentirse mal a todo el mundo. Para distraerse se fue a Canadá a visitar a una hija que estaba casada allí con un canadiense y que también trabajaba.
Cuando regresó, entró en depresiones continuas, y ya no levantó la cabeza. El caso es que hizo un cáncer repentino de páncreas y en tres meses estaba enterrada. Se le arreglaron todos los problemas que creó con su mente y desperdició e hizo sufrir a familiares y amigos con su preocupación por le futuro.
Hace unos días, poco antes de tomar la decisión de retirarme a Asilah, me contó que había vendido la casa y que le habían pagado una cantidad tan buena que invirtió una parte a plazo fijo y con la otra se entretenía en ponerla a plazos más cortos. Sólo con lo que recibía por el fijo pagaba el alquiler de un moderno apartamento en una zona muy bien comunicada. Tanto que pocas veces tenía que coger el coche, me dijo que había sido un descubrimiento inimaginable. Había sido como recuperar tiempo, libertad y otra forma, ya casi olvidada, de vivir la vida.
Llamó a los hijos para que se distribuyeran muebles y pertenencias pues él ya había, escogido lo necesario y lo que más le apetecía. Montó la nueva, volvió a jugar al golf varias veces a la semana con lo que su salud mejoró notablemente con los kilómetros diarios que recorría a pleno sol, al viento y al aire libre. Siempre le había gustado cocinar, pero su mujer le decía que manchaba mucho, que era muy desordenado y que resultaba caro. Descubrió el gusto por hacer la compra más a menudo y sin cargar con grandes cantidades. Se apuntó a un curso en el Ayuntamiento sobre Arte y tuvo ocupada una de las tardes de la semana y, sobre todo, volvió a saborear el gusto por vivir cada día. Más aún, descubrió un mundo de personas de más o menos su edad que compartían su interés por vivir conscientemente cada día. De vez en cuando invitaba a alguno de sus hijos a comer en un restaurante y acudía también de vez en cuando a comer a casa de ellos y a ver a los nietos. Pero no se entretenía demasiado, para no aburrir ni para no aburrirse. Lo curioso es que cuando le llamaban por teléfono tenía que consultar su agenda para ver su tiempo libre.
Sin agobios porque sabía que tenía las espaldas cubiertas se entretenía con la Bolsa y consultaba a uno de sus hijos, poco porque siempre tenía prisa, pero que estaba al día porque trabajaba en el sector bancario en el área de cartera.
Cenamos juntos y con una cierta complicidad me miró y dijo: Ya ves, Laura ya hace un año que murió y nunca hubiera podido comprender lo que me está sucediendo. Pero recuerdo, le dije, que casi todo lo que me estás contando nos lo comentabas hace apenas dos años en nuestra casa intentando espantar los fantasmas de Laura… Ya ves, a veces me pregunto si todo el trajín que mantuve en mi vida, tantos viajes y negocios, habían sido necesarios o me los inventaba para poder respirar aire libre… No, si el problema no es el futuro sino el presente de cada día, aunque me imagino que habrá momentos en los que la soledad te apriete… Sí, por supuesto, y la echo de menos, pero comprendiendo que con ella no hubiera sido posible adaptarnos a esta vida. Se había aferrado a ella y acabó sucumbiendo. Ahora no hago planes que me presionen más allá de una semana o quince días, si hay que hacer alguna reserva.
Iba a las exposiciones que le apetecían al cine o a recorrer museos sin prisas ni agobios. Y sin demasiados gastos pues al haber superado lo 65 años disfrutaba de las reducciones y de las ventajas pues era dueño de sus días.
Lo pensaba caminando por mi terraza y aguardando la puesta de sol, allá al frente, para salir a hacer mi recorrido. Recordaba el tiempo en que se me ocurrió prepararme para esa tercera edad, tan encomiada o lamentada, y me dediqué a leer unos cuantos libros especializados
Con esa urgencia tan mía de querer agotar los temas y comprobar que al final se me caían los libros de las manos porque no hacían más que repetirse unos a otros. La edad de oro, del júbilo, la madurez y el sosiego… y una serie de sandeces que insultan a la inteligencia porque ocultan la realidad más dolorosa, inevitable y triste de que vas perdiendo facultades. Sí, entre ellas la sexuales, qué carajo. Dejémoslo estar por ahora. Y como lees tres o cuatro libros en tu furia acostumbrada por querer saberlo todo para poder controlarlo te das cuenta de que se repiten, como es natural y te sabe a déjà vu, deja entendu, pero no asimilado.
Lo me más te fastidia es el tono de celebración y de descubrimiento glorioso con que te lo cuentan. Como si fueras memo o retrasado. Es la sensación que siempre he tenido en los viajes en barco, o en hoteles con muchos turistas en los que una serie de animadores tratan de ocupar tu tiempo libre para que no te aburras. Ellas son jóvenes desinhibidas y ellos no sólo eso sino cachas de gimnasio que sonríen a las señoras de cierta edad como si estuvieran encantados por haberlas conocido. Pocas veces he experimentado tanto el sentido del ridículo que viendo a aquellas personas ya de una cierta edad participando en bailes, gimnasias, ruedas y canciones que les producirían vergüenza en sus ambientes habituales. Lo peor es que luego, cuando regresan, van y lo cuentan a familiares y a amigos convenientemente transformado y edulcorado porque la realidad le sigue atormentando ¿Cómo habremos sido capaces de hacer el indio de aquella manera? Si era para subnormales. Arriba, abajo, izquierda, derecha, vuelta, un dos tres, vuelta, de nuevo… Qué horror. Y después comer y beber como cerdos, porque todo estaba incluido y dormir con la boca abierto como boas desparramados sobre una hamaca, tumbona o toalla con anuncios de whisky o veleros compradas en las rebajas. Qué vergüenza, seguro que esos monitores, encantados de haberos conocido, porque vosotros erais únicos y distintos entre toda aquella barahúnda de descerebrados con michelines, calvicie, varices en las piernas, tintes y barriguitas imposiblemente encerradas en unos bañadores o ¡horror! en pantalones cortos que llamabais chorts o con equis que casi es peor. Y la sangría y el mojito, y los platos a rebosar en el buffet que algunos llamaban bufete, total ¿qué más daba? Todo iba incluido y aquí mandamos nosotros que para eso hemos pagado y si no fuera por nosotros cómo estarían estas gentes, qué atraso y qué miseria y luego se contentan con nada que les das. Por eso se vienen y nos invaden con lo bien que se vive aquí, sin hacer nada y con aire acondicionado, si es porque no quieren porque son vagos y porque creen que las cosas nos las regalan, vamos que si supieran lo que nos ha costado a nosotros salir adelante, y luego vienen y lo quieren todo, oye, que lo exigen y ya se visten como nosotros, exigen todos los derechos y ventajas, oye, como si no nos hubiera costado lo que nos ha costado llegar adonde estamos, vamos que me acuerdo de mis padres y ya no quiero hablar de mis abuelos ni de la guerra, que esa es otra, pero estos llegan como llegan, sin papeles, lo quieren todo, seguridad social, vacaciones, escuelas gratis y colegios para sus hijos, oye y que son como conejos, qué barbaridad, mi chica, sin ir más lejos, que acaba de comprarse un apartamento y no creas que ahí al lado que tiene que echarle cuatro horas entre ir y venir al trabajo y como está pagando los plazos del coche y de la lavadora y de la Thermomix y del abrigo y aún tiene los del préstamo para las vacaciones con su antepenúltima pareja, oye, que esta sí que es buena para acordarte de los nombres de esas prendas, y no les digas nada, tú a ver y a callar sin mirar ni preguntar, oye que lo saben todo ¿y el hermano? Bueno, del chico es mejor no hablar, mejor no hablar y me quedo callado. Ese dejó los estudios que él era para el deporte que tenía que entrar en el INEM ese o en el IFEMA o en cómo se llama eso en donde estudia PATRA ser profesores de educación física, que e sen lo que terminan los que terminan pero tú nada, ver oír y callar, y a pagar claro, que esa es otra, y eso que van para deportistas de élite que no sé yo que en UNICEF o cómo se llama, chico que no me viene ahora y no sé si es por los mojitos que chico están tan buenos y como todo está incluido, pues nada, chico, que en España a veces me da por pensar en el Alzaaaaaaaaaaimer ese, qué barbaridad, he visto al marido de mi hermana y qué barbaridad cómo está y eso que ahora dicen que van a hacer una ley de dependencia, le llaman, tanto luchar contra las dependencias y ahora te las van a subvencionar que digo yo que si no hubieran podido buscar otra palabra porque a mi eso de la dependencia me trae a la cabeza lo de mi sobrino, Jesús, qué calvario para sus padres, oye fue la ruina de la familia y nosotros porque supimos poner distancias a tiempo, fue como en lo de los sellos esos, que si era una buena inversión que si daban tanto y cuenta de intereses y digo yo que ahora hasta las inversiones son recomendables, que dice mi cuñada que si te organizas un poco desde que llegaron estos al gobierno, bueno, jubilación anticipada para los dos, porque mi señora también trabajaba había hecho unas oposiciones y no he visto a persona más capaz que ella para los permisos, los moscosos, los días que le debían de vacaciones, por la maternidad o por el estrés que esa es otra, ahora una embarazada dice que tiene estrés y que como puede afectar al feto, que a ver que jefe de personal se atreve a enviarle un inspector a casa y qué inspector se atreve a incoar un expediente que total luego ya llegan las vacaciones dice mi cuñada o mi mujer que ya no recuerdo, que te estaba contando lo del chico que ese tuvo
vacaciones acumuladas durante toda su vida porque no sabes dejó lo de no sé si Caprabo, no que esto es lo que antes era, bueno, como sea, dejó lo del deporte, ya, ya, pero quiso hacerse periodista, pero no como los demás ahí estudiando materias innecesarias, él quería ser periodista radiofónico, no los de la tele que no se por qué decía que todos estaban agilipoyados, perdone la expresión pero en España se utiliza mucho, el caso es echó unos buenos siete años en la facultad pero no me pregunte si ha terminado o no, que eso es demasiado preguntar, para nosotros que ni su madre ha sido capaz de sacarle nada, pero, en fin, lo de la chica, ya ve usted, trabajar trabaja como una burra, con lo de la hipoteca de la casa y no vea usted los muebles que se compró para lasa sala que es estar, comedor, “ofís”, cocina y baño si me apuran que, no me gusta criticar, pero es que todavía los tiene envueltos en los plásticos en que vinieron de la tienda, por si hay que devolverlos, decía el sandio del maromo, que era cubano, no el último que este llevaba no sé cuántos años dice que haciendo unas oposiciones, no es que me quiera meter en nada pero ella bien que critica a su hermano que la verdad es que no hay por donde cogerlo, ahora dice que lo que a él siempre le ha gustado era la música, pero ser compositor no intérprete que eso dice que se lo habíamos sacado nosotros de la cabeza, vaya por Dios, con lo que luchamos para que bajase algunos miles de decibelios la música que atronaba a los vecinos y que se echaban por las ventanas del patio de luces gritando y claro entonces vivía con nosotros la abuela, la madre de mi mujer, y entonces no había eso dela dependencia, que como le decía, mi cuñada que para esto siempre ha sido muy lista, para esto y en fin, vamos a callarnos que como yo digo, ver, oír y callar y aquí sí que habría mucho que decir, pero me callo, me callo y punto en boca que bastantes broncas he tenido con mi señora a cuenta del cuñado, mare de Deus, ahora esto se dice mucho en lo que queda de España, vamos que no hay más que escuchar a Federico, sí, Jiménez los Santos, qué pico de oro, vamos, un Crisóstomo o un Castelar o qué le voy a decir, un Queipo de Llano que ahora estos lo traen mucho a colación porque quieren, a estas alturas, revisar el pasado, qué pasado, que expliquen lo de Paracuellos o lo de las checas, o lo que pasa con la familia, oiga que se están cargando a las familias, yo es que no me gusta hablar de política ni voy a misa ni estoy casado ni tengo a los hijos bautizados, oiga pero es que no se puede más, no hay más que leer La Razón o ver los únicos telediarios que se pueden ver en la Tele que son los de Telemadrid y no es porque yo lo diga pero esos presentadores es que hablan convencidos, no lo dicen porque lo estén leyendo en el tele pronto ese sino que lo dicen porque están convencidos y luego la programación, vanos que e suna desvergüenza yo es que no veo más que los partidos de fútbol bueno y ahora con lo Fernando Alonso que no para el asturiano este aunque lo de que tenga el domicilio en Londres o en Andorra o en algún otro país pues normal, la verdad, para que se lo lleven estos, no tiene más que ver a las ministras, cómo visten, y lo de la vicepresidenta como dice mi señora, una vergüenza, qué exhibición, con razón la critican tanto en los programas del corazón, bueno, algunos veo pero es por acompañar a mi señora y poder comentar algo porque si no es que me pierdo, oiga que esa gente, porque no parecen personas oiga y como salen a despellejarse unos a otros, porque es que son de la misma familia, o lo fueron o lo que sea porque no hay más que escuchar al David ese que lo de Rociíto no es oro todo lo que reluce, y lo de la nieta de Franco que también son ganas y lo del hijo de Paquirri, y su madre, que tan bien fue buena, en fin que yo fuera de los deportes porque claro ahora con ese fenómeno del tenis, porque no me dirá que no es asombroso y el dinero que estará ganando porque lo de la vuelta al mundo en esos barcos que costaron una millonada y que a ver de dónde ha salido, pues de dónde siempre que deje usted cuando llegue lo de las regatas mundiales que ya ni me acuerdo del nombre y no es por lo del Alsaimer ese sino que en Valencia, como tienen a esa Alcaldesa que esa sí que los tiene bien puestos, qué mujer, qué carácter, qué voz es que le echa un pulso al Camps ese y lo tumba a la primera, bueno ella dicen, pero yo en esas cosas no me meto que si es por el bien de la ciudad pues vale que no vea usted lo que ha sido lo del viaje del Papa, bueno, yo no le he visto porque me cargan también todo lo de los curánganos esos, pero en fin, si es para echar a estos, pues vale. Aunque hay que andarse con ojo con el papa alemán este, oiga, que mucho haber estado en la Inquisición o en el Oficio Santo ese pero era porque el Papa anterior no se fiaba y lo quería tener cerca, porque aquel sí que era listo, oía crecer la hierba porque dígame a ver quien acabó con el comunismo y con la URSS, que ahora viene este, va de vista a Auswich y no se le ocurre decir, qué barbaridad, que dónde estaba Dios mientras sucedían estas cosas, lo de los judíos digo y lo del holocausto ese, que también son ganas de enredar pues con lo que está pasando en Israel, que es mejor no hablar porque con lo de los moros estos esa es otra y luego andamos con que si somos sus amigos tradicionales, hombre ayudar ayudaron en lo del alzamiento pero no eran cosa buena, y digo que si el Papa no sabía dónde estaba Dios mientras ocurrían aquellas cosas… pues buena pregunta, si no lo sabe él, mejor callamos. Yo no es que me quiera meter, con lo de las corridas de toros que no es que esté a favor ni en contra pero que haya que pagar y hacerse socio del Canal Plus ese que es, en fin, usted ya me entiende, como El País, la SER y todo el montaje de Polanco, oiga, usted sabe lo de los libros de texto si es que los edita él y por eso dicen que los cambian todos los años, este es como el de la Jalaiburton esa de Cheny, sí el vicepresidente de Estados Unidos, qué negocios y miren que hace negocios, millones de millones y no hablamos de pesetas sino de dólares contantes y sonantes porque los cobra él directamente del Pentágono, si es que es un escándalo que el que no roba es porque no puede o porque tiene miedo a que lo trinquen, sí es una expresión muy española, a ver, a nosotros nos gusta hablar en buen español, el de Castilla el de siempre y no me vengan ahora con lo delas autonomías que es un desastre pero es que un desastre… ¡Uy, mi señora! “¡Voy, ya voy que estaba aquí hablando con este señor!” “Pero ¿qué señor ni qué niño muerto? Si esta es una estatua de Castelao, estás tú bueno, bueno y cocido, ah, pero te espabilas que, después de comer, tenemos una visita organizada a unas cuevas que dicen que era en donde se escondías los piratas y en donde hacían el ron, bueno o en donde lo guardaban. Anda, echa para adelante que a saber lo que le has contado tú al pobre XX”. “¿Yo? Andá, con razón me miraba tan fijamente la negra de la guardarropía, pensaría que desvariaba” No señó, intervino la interfecta, que a una servidora le encantan las telenovelas y yo pensaba, ¿sabe? Que usted era un actor que estaba preparándose para la funsión de esta noche, ¿sabe? Dicen que son muy buenos, vienen de España; y nosotros tenemos allá a una muchachita… que primero se fue a Maiami y luego saltó a España porque en Los Esteits ya no se puede abrir una un camino, pero en España… si yo le contara?
José Carlos Gª Fajardo. Emérito U.C.M.