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Kurdos sin Kurdistán

 

 

Tal vez uno de los mejores modos de comprender qué significa una nación sea conocer las ideas y los sentimientos de un pueblo que nunca ha tenido una propia. El politólogo y político canadiense Michael Ignatieff llegó con esa intención al Kurdistán iraquí en los años noventa. Su viaje formaba parte de un proyecto para la cadena BBC que recogería en forma de documental seis viajes a seis lugares del planeta en los que el nacionalismo había jugado o estaba jugando un papel histórico relevante: la ex Yugoslavia, la Alemania reunificada, la recién independiente Ucrania,  la provincia canadiense de Quebec, el Kurdistán iraquí –con una breve visita al Kurdistán turco- y el norte de Irlanda militarizado por el ejército británico.

 

Hace unos meses se publicó en España el libro que Ignatieff preparó a partir de aquellos viajes con el equipo de la BBC. Titulado igual que la serie de documentales, Sangre y pertenencia. Viajes al nuevo nacionalismo (Ed. El Hombre del Tres, 2012),  Ignatieff explica en el libro sus opiniones sobre una ideología, el nacionalismo, que no comparte en absoluto y  que dice no poder comprender desde su posición cosmopolita –según se define-.

 

Todos los lugares a los que viajó Ignatieff hace veinte años siguen experimentando problemas políticos de mayor o menor gravead, aunque de todos ellos tal vez sea el Kurdistán el que menos ha conseguido estabilizarse.

 

Varios de los comentarios históricos que realiza Ignatieff en el capítulo que dedica a los kurdos permanecen vigentes hoy en día. Las guerras civiles en Iraq y en Siria, y el anuncio de las negociaciones entre Ankara y los kurdos, han otorgado al pueblo kurdo una presencia en los medios de comunicación internacionales que rara vez han tenido. No está claro, sin embargo, si estamos asistiendo a los primeros pasos para un realización nacional de los kurdos –algo que parece aún lejano-, o sólo a un capítulo más de su larga historia de lucha, contra otros y entre ellos mismos.

 

 

 

Historia

Escribe Ignatieff: “La tierra que los kurdos reclaman como suya se expande a lo largo de cinco países: Irak, Turquía, Siria, Irán y Armenia. En las melancólicas oficinas de los grupos exiliados kurdos en Londres, vi el mapa de este Kurdistán soñado: extendiéndose desde la costa siria del Mediterráneo, al oeste, y el monte armenio de Ararat, al nordeste, hasta los campos de petróleo iraquíes en Kirkuk y las montañas que rodean Kermanshah, en Irán. Esta es la tierra que un pueblo tribal de las montañas, descendiente de los antiguos medos, ha habitado y reclamado como suya durante 4.000 años, sin que sus reivindicaciones hayan sido jamás escuchadas por el Imperio turco, ni por ninguna de las naciones modernas seguidas de sus ruinas”. En los últimos años, tan sólo la pequeña población kurda que habita en Armenia –una parte ínfima de los aproximadamente 20 millones de kurdos- ha tenido una existencia más o menos pacífica.

 

Y añade: “La gran desgracia de los kurdos ha sido que su tierra natal sea el punto de encuentro de cuatro de los nacionalismos más agresivos y expansionistas del mundo moderno: el turco, el iraní, el iraquí y el sirio”.

 

Kurdistán Iraquí

Los kurdos representan entre un 15 y un 20% de la población iraquí. En el Iraq post-Sadam, los kurdos han conseguido el reconocimiento de una amplia autonomía sobre tres provincias del norte del país. Durante varios años, tras la Guerra del Golfo de 1991, el Kurdistán iraquí estuvo protegido por la aviación estadounidense, que garantizaba una zona franca de exclusión aérea en la que el ejército iraquí tenía prohibido entrar.

 

Son dos los principales problemas a los que se enfrentan los kurdos iraquíes en el moderno –que no modernizado- Iraq.

 

Minoría (con petróleo) dentro de Iraq: Por una parte, si bien los kurdos han obtenido el reconocimiento de una amplia autonomía de sus tres provincias históricas –ricas en petróleo-, mantienen su reivindicación sobre la ciudad de Kirkuk, que los kurdos reivindican como parte de su territorio. El balance poblacional de la ciudad fue desequilibrado por Sadam favoreciendo el asentamiento de árabes iraquíes. Cuanto mayor sea la libertad con la que los kurdos dispongan de los yacimientos de petróleo, mayor será la resistencia que oponga el gobierno central de Bagdad –y en esto chiíes y suníes seguramente coincidirán-. Sirva de ejemplo la advertencia a Turquía por parte de las autoridades iraquíes para que Ankara se abstenga de firmar contratos con los kurdos iraquíes sin el consentimiento de Bagdad. Conviene precisar que las relaciones entre los turcos y los kurdos iraquíes son razonablemente buenas

 

En las últimas fechas, las sedes de los partidos kurdos se han convertido en objetivos de serios ataques con bomba. En pocos meses se celebrarán elecciones parlamentarias en Iraq y aún no se sabe si la provincia de Kirkuk participará en dichas elecciones.

 

Enfrentamientos internos: de entre los varios partidos políticos kurdos, destacan dos grandes facciones. La encabezada por Massud Barzai, actual presidente del Kurdistán iraquí y líder del Partido Democrático del Kurdistán (PDK), y la liderada por Jalal Talabani, actual presidente de Iraq, cargo simbólico con un poder mucho menor que el del primer ministro, Nuri al-Maliki, chiíta.

 

Ambas facciones se llevan enfrentado varios años por ganar cuotas de control político de la comunidad turca y control económico sobre los recursos económicos: aunque sus áreas territoriales de influencia difieren, en juego está entre otras cosas la representatividad del poder kurdo ante el gobierno central. A raíz de su viaje en los primeros años noventa escribía Iganatieff: “[…] el Land Cruiser ha sido provisto por cortesía del Partido Demócratico Kurdo (PDK), la organización de Massud Barzani. El PDK domina en Duhok y en el noroeste de Kurdistán, mientras que la Unión Patriótica de Kurdistán (UPK), dirigida por Jalal Talabani, tiene sus bastiones en las zonas de habla sorani del este y el sur. Comparten poder una coalición, pero el abismo entre ellos es grande y la historia de traiciones mutuas, muy larga”.

 

Kurdistán sirio

 

Los kurdos sirios han sufrido durante el régimen alauita de los Al-Asad una fuerte y violenta represión, así como la negación de derechos básicos como el de la ciudadanía –con la negación de todos los derechos asociados que ello implica-. Sin embargo, cuando las autoridades de Damasco comprendieron que la inicial rebelión en varias ciudades sirias se había convertido en una guerra civil –favorecida por la intervención extranjera- decidieron otorgar la ciudadanía a los kurdos que habitan sobre todo el nordeste del país: unos 300.000, en torno al 12% de la población Siria, aunque no se disponen de censos fiables actualizados.

Conforme la guerra civil se ha ido extendiendo, los kurdos sirios –principalmente suníes- se han visto a obligarse en los combates. Hasta la fecha parece que han conseguido evitar escorarse con ninguno de los diversos bandos que operan en Siria. Aunque para conservar esa autonomía neutral han tenido que recurrir a las armas y no deja de aumentar el número de bajas kurdas.

 

Kurdistán turco

 

Es probable que los kurdos más conocidos fuera de ese Kurdistán histórico e ideal sean los kurdos turcos, que han mantenido un enfrentamiento abierto con el ejército turco en las últimas décadas. Las disputas modernas entre turcos y kurdos comenzaron ya en los tiempos de Atatürk, el gran padre de la patria turca actual. En los años noventa, el recrudecimiento de la guerra causó cientos de miles de desplazados kurdos y la destrucción de unas 3.000 aldeas, según algunas estimaciones. La cuestión kurda ha afectado también a las libertades de los turcos: varios intelectuales turcos han sufrido procesos sólo por haberse desviado de la retórica oficial sobre el conflicto con los kurdos.

 

Hace unos días se conocía el asesinato de tres activistas kurdas en las oficinas de París del principal partido kurdo, el PKK, una organización armada considerada terrorista por el gobierno de Ankara. Aún no está claro quiénes han sido los autores de esos asesinatos. Como explicaba el corresponsal del diario La Vanguardia en Turquía en un artículo publicado en la edición española de Foreign Policy: no faltan sospechosos.

 

Esos asesinatos se producían días más tarde de que se hiciera público que agentes de la inteligencia turca se habían reunido en diciembre Abdullah Öcalan -el líder histórico del PKK, encarcelado desde hace años- con la intención de iniciar unas conversaciones de paz. Aunque el ascendente simbólico que mantiene Öcalan entre los kurdos siga siendo elevado, no está del todo claro si su liderazgo efectivo le permitiría conseguir que todos los dirigentes kurdos lleguen a aceptar los términos de un eventual futuro acuerdo de paz con los turcos.

 

Kurdistán iraní

Se calcula que el número de kurdos iraníes –muchos de ellos chiítas- podría elevarse hasta unos 7 millones de personas. La existencia de los kurdos en el Irán moderno no ha sido mucho más fácil que la de los kurdos en el resto de países de la región. Las disputas con los gobernantes de la dinastía Palevi fueron seguidas de enfrentamientos con las autoridades de la República Islámica de Jomeini. La Constitución iraní al menos reconoce a los kurdos el estatus de ciudadanos de la República, aunque en la práctica han sufrido durante décadas la negación de derechos y la infrarrepresentación política: la mejor época en las relaciones entre Teherán y las provincias kurdas del este del país -en el cruce de fronteras entre Iran, Iraq, Azerbaiyán y Armenia- se vivió durante la presidencia de Mohammad Jatami.

 

Las tensiones entre Teherán y los kurdos iraníes no evitaron que líderes kurdos de otros países -sobre todo de Iraq, como Massud Barzani- encontraran refugio en Irán frente al acoso de las autoridades de sus respectivos países.

 

Futuro

En su libro, Michael Ignatieff explica el destino de los kurdos tras la caída del Imperio Otomano: “¿Qué caballeros trajeados, en Sèvres o Lausana, decidieron que este lado sería Turquía y ese otro Iraq? El mismo pueblo, los kurdos, vive a ambos lados: nueve millones en el lado turco y tres millones en el lado iraquí”. Se refiere Ignatieff a los acuerdos internacionales –entre los que destaca el Tratado de Sèvres– que se repartieron los despojos del Imperio Otomano dando lugar a países artificiales, que a su vez se distribuyeron entre las potencias de la época.

Unas páginas más adelante, Ignatieff resume el pasado de los kurdos y de otros pueblos, que como ellos nunca han tenido un estado: “El destino de los pueblos sin estado se decide en las capitales de otros pueblos”. ¿Continuará siendo así en el futuro para el pueblo kurdo?

 

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