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La acracia de la tecnocracia

No sé si soy de izquierdas o de derechas, la verdad. De joven me atraía el anarquismo, pero la única vez que voté en mi vida, con 19 años, voté al partido comunista, ya que en esa lejana época de mi terne e incauta juventud uno creía que el comunismo representaba el progreso y la avanzadilla social. Mis veleidades comunistas hace ya mucho tiempo que desaparecieron, pero el anarquismo sigue estando presente en mi forma de conducirme por el mundo. Desconfío por principio de los gobiernos y siento un mal disimulado desprecio por cualquier tipo de autoridad que no esté cimentada en el conocimiento o en la creatividad. Para mí las únicas voces autorizadas (aparte de mi padre y de mi madre) son los expertos o los genios. Cualquier otra autoridad basada en títulos, en el poder del dinero o en la fuerza de los votos me produce resquemor. El ideal mío sería una sociedad sin dinero, sin ejército, sin fronteras, sin jefes y sin burócratas. Mi anarquismo es, pues, incorregiblemente individualista y me temo que totalmente quijotesco, aunque debo confesar que en estos últimos años fenómenos como Wikipedia -y no digamos Wikileaks– me hacen pensar que el sueño anarquista de una sociedad gobernada por todos, en lugar de por unos pocos, no es del todo una utopía.

 

La organización social, según yo lo veo, no tiene por qué estar regida por unos pocos elegidos. ¿Qué bien le puede hacer a un país el estar gobernado por políticos profesionales? A mi juicio, es mucho más ventajoso que te gobierne un experto antes que un político o un burócrata. Algunos me dirán que un gobierno de expertos es una tecnocracia, pero a lo mejor la tecnocracia no es tan mala. Al fin y al cabo, la toma de decisiones debe corresponder al que más sabe y no a quien a través de retóricas se ha atraído un mayor número de votos. A nadie se le ocurre poner a votación una intervención quirúrgica, sino que deja que esa decisión la tome el clínico o el cirujano. ¿Por qué dejamos entonces en poder de políticos la economía, la educación o la salud pública?

 

Claro que el experto más experto suele ser experto en una sola cosa, o dos a lo sumo, e ignorante en casi todo lo demás, de igual manera que el más ignorante sabe de lo suyo más que nadie.

 

Si Wikipedia está resultando tan extraordinariamente eficaz en el despliegue de información no es sólo por su instantánea ubicuidad, sino por permitir que todo hijo de vecino participe en su gestación. Esta capacidad de aprovechar la contribución de infinidad de colaboradores anónimos se está viendo que es una fórmula irresistible. Y revolucionaria. Pues en Wikipedia el poder decisorio no irradia de arriba abajo, sino desde cualquier punto, aunque al final la última palabra –o, si se quiere, la penúltima- recaiga en el experto, al cual le mueve un único interés, y es el informar libremente a sus congéneres de lo que sabe mejor que otros.

 

Alguien ha dicho que la información busca ser libre (“free”), que en inglés tiene el doble significado de libertad y de darse gratis a los demás. En un mundo sin fronteras, sin dinero y sin otro interés que contribuir a la felicidad del género humano, está muy claro que la información ni se oculta ni se comercia con ella, sino que es de dominio común, como el aire o como las aguas de los ríos.

 

Wikileaks, que es el Wikipedia del espionaje, comparte este mismo espíritu libertario de arrancar el fuego de la información de las cavernas del poder y de los poderosos. ¿Tendrá acaso futuro esta revolución en ciernes? ¿Será el principio de una Arcadia ácrata sin jerarquías ni secretos gubernamentales o el Leviatán del Estado encadenará sin contemplaciones al nuevo usurpador? Yo albergo más temores que esperanzas, pero quién sabe, a lo mejor estamos a las puertas de lo que fue el sueño de Proudhon…

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