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La antorcha humana

 

Casa Real ha tenido con el doctor Sánchez y señora el detalle que se le presuponía. El mediador que asume la culpa, sin ser suya, conocedor de que la misma va a desaparecer como desaparecería al acercarse al sol. Hablando de soles (y de reyes), por la calle lo que se piensa es que al doctor no le bastaba con ser doctor, como ya era sabido. Ni siquiera presidente. La señora Pastor, presidenta del Congreso, cambió su sonrisa de cortesía por la de choteo cuando tuvo que saludar a los polizones del besamanos. Hubiera seguido su camino de no mediar ese Sr. Lobo del protocolo, lo que aprovechó para señalar con el dedo al príncipe y princesa por sorpresa como si hubiera perdido la memoria un instante y la recuperase de pronto al oír al solucionador de problemas decirle al doctor Sánchez: “Yo conduzco a toda hostia”. Como para no reírse. La cara que se le puso fue la de Travolta cuando le riega Tarantino para limpiarle la sangre en el jardín, antes de decirle que parece un gili. Entró al salón del trono como Don Draper y salió en bañador y chanclas como Vincent Vega; otros dirán que entró como doctor y salió como príncipe. No sé que es peor. Es curioso que en un gobierno esencialmente gestual lo que más falle sean los gestos. Cualquiera diría que tan extraordinaria muestra de incapacidad continua es insuperable, pero la progresión no parece tener límites. En realidad, cada descubrimiento, cada exhibicionismo hace más fuerte al doctor y príncipe Sánchez una vez superados los escrúpulos. Es como la antorcha humana diciendo: ¡Llamas a mí!, lo cual va cogiendo un tono más trágico que ridículo mientras nos reímos como consuelo y el doctor (y príncipe y superhéroe, de momento), de manera portentosa, se agiganta incólume en sus alucinantes pretensiones.

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