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Mientras tantoLa belleza de la herida. Crónica de un refugio llamado Albert...

La belleza de la herida. Crónica de un refugio llamado Albert Camus


No es fácil
dibujar un mapa
que le sirva a Jorge Luis Borges
y al librero de la calle de Sant Lluís
que me fotocopió la prodigiosa ponencia
de Agnès Spiquel
una camusiana empedernida:
Impedir que el mundo se deshaga.

Cuando yo termine
de resumir veintidós intervenciones
de tres jornadas
será Israel Galván
quien tomará
la palabra
con su cuerpo.
Él me dijo una vez
entre los espejos
de su estudio sevillano
que “la única manera
de seguir bailando
es bailar feliz,
aunque muchas veces se sufra”.
Israel Galván
dibuja con su cuerpo
en el espacio
hace cubismo
como si hubiera entendido
la teoría de la relatividad
y que somos cañas que piensan.

Busco inspiración
en Emily Dickinson
que apareció en Menorca
porque ayer la invocó
Antonio Muñoz Molina.
Ella no salió prácticamente nunca
de su casa de Amherst
ni de sus bosques
en Nueva Inglaterra
ni de su cerebro.
En vida publicó apenas diez
de sus más de mil poemas,
como este (fragmento):
“El cerebro – es más amplio que el cielo –
colócalos juntos–
contendrá uno al otro
holgadamente – y tú – también
el cerebro es más hondo que el mar”.
¿Quién era Albert Camus?
Cómo era su abuela
que aquí en Menorca
se asomó una vez al cielo
constelado de estrellas
y se marchó
para no volver más
y echó raíces en Argelia
donde nació el extranjero por antonomasia
Albert Camus
que ahora se ha alejado
unos kilómetros más de España
porque nuestro gobierno
puso en la balanza
el peso de los saharauis
y sopló.

¿Por qué sigue resonando tanto
aquí
dentro de nuestro cerebro
aquí
en la isla de Menorca
Albert Camus
bajo el cielo estrellado?
Él sabía que todos somos extranjeros
que todos somos emigrantes
lo fuimos
lo seremos
que ninguno vale más que nadie
aunque algunos sean más buenos
y otros
menos.

El día 1 según el tiempo recobrado
para Albert Camus era viernes
y para mí amaneció en un mar
que era azul cobalto
cuando el GRV Sealand,
de la naviera Grimaldi
y con matrícula de Venecia,
hizo su entrada, silencioso
como si fuera a asaltar el puerto de Maó
y coger a la guarnición desprevenida:
la proa
como cuchillo de acero
abría en canal un mar dócil.
No se veía un alma
parecía la maqueta de una ciudad
para que los dioses
jugaran con los mortales
en cuando se atrevieran a abrir los ojos.

A pie de muelle me esperaba Tobías,
un argentino nieto de gallegos gallegos
que se fueron a hacer fortuna en Buenos Aires
y acabaron volviendo,
primero al país natal,
luego a la isla de Menorca
donde echaron raíces
como la abuela de Camus en Argelia
donde el verano
las bodas
y la infancia
el fútbol
el mar…
que hicieron de la estética de Albert Camus
una ética para el resto de su vida.
Con un nombre tan bíblico,
y de tantas resonancias,
una golondrina tuvo la mala idea
de defecar sobre los ojos de Tobías
y dejarlo ciego,
pero no por eso perdió la fe en Dios.
Juntos contemplamos
un amanecer
tan escarlata, tan dramático
que hubiera deslumbrado a Edvard Munch.
 
El Teatro Principal está vestido de ropajes rojos
y sobre un mar azul inquieto
un Camus nos observa en silencio
como un Cristo laico que caminara
sobre las aguas del tiempo.
La actriz Ruth Llopis
hace de maestra de ceremonias
y una camusiana francesa
afincada en Barcelona
le afea que ponga el acento
donde Camus nunca lo tuvo.

La primera en subir al escenario
será Rehab Eldalid
II premio Mediterráneo
Incipientes
por un trabajo
fotográfico, poético,
danzado y dibujado,
bordado
como en sueños
sobre el papel
de la realidad:
estrellas sobre el desierto
de los beduinos egipcios
del protectorado de Santa Catalina
que son hermanos
de nuestros gitanos
es decir
que son
literalmente
nuestros hermanos
y que, evocando a Albert Camus,
se titula
La añoranza del extranjero
cuyo camino ha sido borrado
y que como comentó Sindo Lafuente
uno de los miembros del jurado
trata de recordar el legado periodístico de Camus
y no dulcifica la realidad.
Rehab Eldalil
se resiste
como el autor de El primer hombre
a consentir la mentira
y da voz
a los que no la tienen.
Laura Fernández
que escribe en los periódicos
y amplía el espectro de conciencia
en los libros
es miembro del jurado
del III Premio Mediterranis:
e invita al escenario
al escritor francés
Mathias Énard
a quien presenta
como heredero del pensamiento de Albert Camus.

Mathias Énard
cuya humanidad y humor le preceden
(el humor nos hace humanos)
empieza diciendo que
para un francés
que lleva viviendo
veinte años en Barcelona
recibir un premio
que lleva el nombre de Camus
en la isla de Menorca
es “como cerrar un ciclo”,
por eso
tal vez
decidió dedicar su texto de agradecimiento
a su abuela
y una pistola.
La profesión de su abuelo
paracaidista
era “hacer la guerra
y se le daba bien”.
La pistola
pesada
fabricada en Bayona
la encontró Mathias
en una caja
lacada
dentro de un armario.
Como a todos los niños
le gustaba jugar con armas,
pero esta no era de juguete.
Mathias
empezó escribiendo
en Líbano
de la guerra y del lenguaje
y desde entonces
no ha dejado de indagar
en lo oscuro
y en las rendijas de luz
que se abren paso
también en Camus
en ese Mediterráneo
en el que tantos naufragan
mueren
cementerio líquido
azul
ahora mismo.

Sandra Maunac
que es el alma
con la anuencia de su padre
de estas jornadas
cree en la gratitud
porque demuestra
que no estamos solos
y que la historia
no es más que el esfuerzo desesperado
de los hombres
por dar cuerpo a sus sueños
como hizo Camus,
y gracias a Catherine Camus,
la hija del escritor,
ha echado a rodar
este encuentro camusiano
que vuelve a poner
a la isla de Menorca
en el mapa de la conciencia
que es el de la realidad.
Vestida de azafrán
la Maunac
recordó que para Camus
un escenario de teatro
era uno de los lugares del mundo
en el que era feliz:
“Creemos en las palabras
para pensar,
y eso implica ponerse
en el lugar
del otro.
Camus es nuestro faro”.
Y así dio pie
a una lectura dramatizada
de Los justos.
Tres atriles
sobre un fondo de nubes encrespadas
amenazantes
y la disyuntiva
de unos revolucionarios
ante el asesinato del Gran Duque
y de matar
incluso a niños
para que se haga la justicia en el mundo.

Segunda jornada
“Necesitamos lugares de resistencia
en medio de un mundo
cada vez más desorientado.
La vida solo puede concebirse
desde la conciencia,
hacernos responsables de nuestros actos,
y admitir que todo acto tiene sus consecuencias,
que nada es aleatorio ni ocurre por azar”.
Así abre fuego
Carol Marquès
alcaldesa de Sant Lluís
en el espacio
que el pueblo ha abierto
para que Albert Camus
sea
un refugio permanente
aquí
frente a todas las tramontanas.
Miguel Ángel Moratinos
que cree en la Alianza de Civilizaciones
le tomará la palabra
y el relevo
pedirá “tambores de paz”
y que
en este mundo
tan complejo
aprendamos a detenernos
para pensar
para poder hacer
y citará
del discurso de Estocolmo
cuando Camus recibió el Nobel:
“es verdad que toda generación
nace con la intención
de cambiar el mundo,
pero no serán capaces.
Harán algo más importante.
Evitarán que el mundo se deshaga”.
Antes de arrancar
el tren de las palabras
Sandra Maunac
evocó
las tres edades filosóficas
de Albert Camus:
el absurdo
la rebeldía
y el amor.
“Bajo el síndrome de Sísifo
un Sísifo que no se rinde,
que sigue adelante”,
dirá Maunac,
“y por eso buscamos
lugares de resistencia
para evitar que el mundo se deshaga”.

Bajo ese emblema
Agnès Spiquel
pondrá el listón tan alto
que no todos estarán
ni mucho menos
a la altura.
Después de la guerra
Camus
ofrece una mirada lúcida
sobre Francia
sobre Europa
sobre el mundo
y utilizará
todos los medios a su disposición
incluido el periodismo
para denunciar
las fuerzas de la desintegración
y de la muerte
desde la Guerra Civil Española
a la Segunda Guerra Mundial
los campos de exterminio
la bomba atómica
y el peligro de suicidio colectivo
la guerra de Argelia
la crisis del hombre
la ciencia pervertida
el racismo
el miedo
el odio
la convulsión
y el nihilismo.
Por eso se empeña
en volver a pensar,
en volver a nombrar
realismo y fatalismo,
porque Camus rechaza la resignación
aunque es consciente
de la condición trágica
del ser humano,
para terminar hablando
de la importancia de la amistad
del amor, de la ternura
y de cómo el artista
que trabaja solo
es en el teatro donde actúa colectivamente.
Solitario y solidario
como cuando ante las atrocidades de Argelia
cometidas
por los unos y los otros
busca una tercera vía
donde la vida
sagrada
se respete
y así se gana la enemiga
de casi todos
y de tantos amigos,
hasta el punto de que algunos crean
que su muerte
no fue un accidente
sino un asesinato.
Con un francés
delicado
vibrante
exacto
terminara Agnès Spiquel:
“El mundo de hoy
se está desmoronando,
de forma más grave todavía
con la catástrofe climática.
La tarea
de las generaciones futuras
es cada vez más pesada.
Depende de nosotros
proporcionarles
la energía que necesitan.
Camus nos ayuda”.

Todo lo que
degrada la cultura
lleva a la servidumbre.
Franck Planeille
camusiano
celebrara el papel de la crónica
donde se encuentran
el hombre y el artista.
El hombre es
tarea del periodista,
que debe sostener un espejo
ante la sociedad,
relatar lo que sucede,
y optar por la verdad
o la mentira.
Mahi Binebine
artista
irritó
a los islamistas
con obras como
Las estrellas de Sidi Moumen,
porque les había
robado su fondo de comercio,
esos niños candidatos
a ser adoctrinados,
a ser secuestrados por una ideología.
Nos salvaron las mujeres,
que respondieron a estos barbudos.
Todo nuestro trabajo
es permitir
que esos niños sueñen.
Natalia Menéndez
directora de escena
insistió
en lo que
desde el teatro
busca:
una cultura de la no violencia.
No acertará Planeille
cuando diga
que se ha dicho todo.
Es imposible.
Me pregunto
qué haría Camus
con este planteamiento escénico,
con esta sucesión de monólogos,
con esta falta de verdadero diálogo.

Al cineasta mauritano
Abderrahmane Sissako
le admiro
desde que con Timbuktú
le puso rostro
a la aberración
del yihadismo.
Habla pausadamente
una silueta
que piensa:
He hecho una película
llamada Bamako
en el patio
de la casa de mi padre
una especie de juicio
que sería imposible
contra el Banco Mundial.
Se pregunta por el papel
del arte.
Si no podemos cambiar las cosas
podemos tomar conciencia
Eso lo hemos podido ver en Camus.
Yo vengo de la oralidad.
No he leído ni escrito mucho.
Pero he escuchado.
Hablamos de África,
pero África
habla muy poco de sí misma
o no es escuchada en absoluto.
Más que financiar
la inteligencia artificial
hay que financiar la conciencia.
Optamos por construir
muros
para separar a pobres de ricos.
Toda esta fortuna
que se invierte en Frontex
para protegerse de la miseria
son ilusiones.
Vivir no es resignarse.
Vivo de dos maneras.
Cuando ruedo una película
estoy en simbiosis con mis socios.
Pero cuando no estoy rondando
en Mauritania
trabajo con mi mujer
y otros
para plantar
un bosque de acacias.
Así luchamos
contra el cambio climático.
Que cada uno se lleve a su casa
el fuego que hemos generado aquí.
Sissako ha sido uno de los faros
de estos días menorquines,
como cuando dijo
que aceptó
montar una ópera en Francia
aunque no había visto ninguna,
pero con la condición
de subir al escenario
a Samba Sow.
Cuando la directora del teatro
le preguntó si era un cantante
le dijo que era
el guardia
al que
acaso
ella misma
daba los buenos días
todas las mañanas
a la puerta
de su gran teatro.
Es falso
que hay una Europa rica
y una África pobre.
El gran drama
es que África
es víctima de su riqueza.
Comemos bajo los pinos
y pienso
que si lo que se quería
era cambiar los lugares
para la resistencia
para la invención
de lo posible
acaso hubiera sido mejor
no montar
un tresillo
tan burgués
en un teatro a la italiana
y llevar el debate
al aire libre
bajo los pinos.

A pesar de la hora
criminal
la de la siesta
a las cuatro de la tarde
el Centro Albert Camus
se volverá a llenar
para escuchar
a Laura Fernández
y Antonio Muñoz Molina
hablar de
ni miedo ni odio.
Laura recuerda
cuando en 1948
Camus descubrió a Simone Weil
y el movimiento libertario
y se alejó
de la intelligentsia parisina,
y rompió con amigos como Sartre.
Recuerda las palabras de Diego,
el condenado,
de El estado de sitio:
“ni miedo ni odio, esa es nuestra victoria”.
Camus era contrario
a las ideologías
y a las abstracciones.
Antonio Muñoz Molina
se pregunta
por el efecto
que puede tener el arte:
¿Para qué sirve?
¿Cambia el mundo?
Recuerda
cuando estaba en la universidad
y le gustaba leer a Borges y a Proust:
Borges, un fascista,
Proust, un decadente.
Eso pensaban
mis compañeros,
antifranquistas.
Chocaba con ellos,
quería estar de acuerdo y no podía.
En nombre de la izquierda
había que aceptar cosas
inaceptables.
Esa rebeldía personal,
esa defensa de la libertad de pensamiento
a Camus le costó la salud
y la vida.
Cuando le dieron el premio Nobel
estaba aplastado.
Laura dice que en Camus
escucha
muchas voces.
Camus estaba solo, pero quizá hoy está más solo.
Muñoz Molina dice
que esa soledad
ha sido siempre
muy poderosa.
Montaigne es uno de mis héroes,
inventa la ironía
y la libertad de pensamiento
en medio de la guerra
entre protestantes y católicos.
Montaigne funda
la libertad de conciencia
en medio de la intolerancia.
Como Emily Dickinson, en medio
de una comunidad ultrarreligiosa.
Pienso en Maldelstam,
en Grossmann,
en Anna Ajmátoma:
han ejercido su libertad
en situaciones pavorosas.
Recalca Muñoz Molina
que la cultura no te garantiza nada.
Piensa en la cantidad de canallas
que tenían una gran cultura.
Una de las cabezas
más inteligente del siglo XX
Heidegger,
hablaba de la belleza
de las manos del Führer.
Por eso Orwell y Weil
hablan de lo concreto.
De todos los que hablan
de la clase obrera
la única que fue a una fábrica
para trabajar como una obrera
fue Simone Weil.
Camus no pertenecía a la burguesía
y fue el que estuvo en la resistencia,
no Jean-Paul Sartre.
Las palabras sirven para todo,
pero lo único que importa es lo concreto.
El gran error de la izquierda
en los años treinta
es que se podía ser antifascista
sin ser antitotalitario.
Cuando llegan los testimonios del gulag soviético
una parte de la izquierda
ignora todo eso.
En nombre de la justicia
y la igualdad
hay que esconder la matanza.
Lo que dicen Orwell y Camus
es que no se pueden matar a seres humanos
en nombre de la justicia
y la libertad.
De aumentar el grado de libertad
y responsabilidad
de cada persona
hablarán Gao Bo,
Belén Gopegui
y Pascale Obolo.
 
Gao Bo
empieza hablando en chino,
y todos nos quedamos perplejos.
Pero él mismo reconoce
que se ha sentido muy solo.
Siempre he intentado
encontrar un lenguaje justo.
En mi infancia
la frontera
entre lo negro y lo blanco
estaba perfectamente clara.
Hablo de los años de la Revolución Cultural,
cuando tenía
entre siete y nueve años.
Subían a un escenario
a los que iban
a ser ejecutados,
reconocían sus crímenes.
Y eran llevados
en un camión
con soldados apuntando
con sus fusiles.
Me gustaba ver cómo las balas
entraban en sus cabezas en los cuerpos.
Corría tras los camiones.
Luego llegaban las moscas.
Me daban mucho asco,
pero el interés por las ejecuciones
era muy grande.
Por un lado
estaban los buenos,
los revolucionarios,
y por otro
los contrarrevolucionarios.
Los profesores decían
que nos deshacíamos de los malos
como cuando pasa el viento del invierno.
Necesité herramientas
para entender el mundo.
Para mí esa herramienta es una máquina de fotos.
Pero la fotografía es una mentira.
Nuestro mundo siempre es doble,
como el día y la noche.
En ocasiones somos seres adorables
y otras deplorables.
Le puse sonrisas
a aquellos
que habían sido asesinados.
¿Por qué quiero
compartir este recuerdo
de mi infancia con ustedes,
y lo uno
a mi trabajo como fotógrafo?
Hay una relación con Camus.
Pero no sé cómo hablarles de Camus.
Cuando encuentre la conexión se lo diré.
Es la más estremecedora confesión
de estas jornadas
la más
exigentemente camusiana
la más existencialista
la más inquietante
la más digna del extranjero.
Sin énfasis
sin pompa
sin circunstancia
sin buscar paliativos
ni excusas
a posteriori.
Belén Gopegui
recordará
sin mencionar a Muñoz Molina
que ella
se suele preguntar por qué es tan complicada.
“Cuando escucho
que no hay que matar a nadie
recuerdo
que ahora mismo están matando.
Cómo se puede vivir así.
Es mi manera de pensar.
No me gusta acudir a lo personal.
No todo está en el pasado.
Voy a intentar entender”.
Y contará
con voz tenue
la historia
de un hermano
con parálisis cerebral,
algo
que no tenía
que haber sucedido
y que acaso sea
mi mejor libro
porque es breve
y porque mi madre
lo escribió
a través de mí.
La artista
Pascale Obolo
dice que ha decidido
cambiar su intervención
y hablará de su gran proyecto
la revista
Afrikadaa.
Cuando estamos en una posición
de resistencia,
de lucha,
al final no lo conseguiremos
si no lo hacemos entre todos.
Soy originaria de Camerún,
pero me eduqué en las afueras de París.
Hablamos
de las revueltas silenciosas,
que es un trabajo generado
de manera colectiva.
Hemos intentado reescribir
una historia del arte más inclusiva.
A una pregunta del público
sobre la herida
Gao Bo
dirá
que lo que intentaba,
o era inconsciente,
era hallar
la belleza en la herida.
Por eso he hablado
de la luz negra,
de ese foco de luz negra
que no existe.
Si no intento curarme
de lo que produce esta herida
y consigo abrazarla,
el peligro seguirá ahí.
 
De la verdad por construir,
como el amor
y la inteligencia
hablarán
Karimah Asadu
y Agnés Llobet.
Dice Karimah
que ha aprendido
que las adversidades
nos ayudan a ver la verdad,
cuando aceptamos los desafíos
crecemos.
Me gusta pensar
que sé mantener la calma
en el ojo del huracán.
Y habla de los cactus
un emblema de su cultura.
Porque sobrevive
en las circunstancias más difíciles.
Los beron somos capaces
de sobrevivir en cualquier lugar,
como demuestran
las imágenes
de un minero
trabajando
febrilmente
a pleno sol.
Agnès Llobet dirá que
su primer trampolín
es poner las palabras
al servicio de una transformación.
Construir la verdad
para mejorar el mundo.
Es una pena
que la actriz
hable sentada
y no utilice
el poder
como de fanal
del plexo solar.
Recuerda
cuando antes de tener a su hija
la soñaba,
la anhelaba,
la pensaba,
y la temía.
Temer la vida.
No me lo podía creer.
Y tuvieron que abrirme la barriga
para poder sacarla.
Crear.
No sabemos
ni siquiera quienes somos.
Crear es una tarea misteriosa,
una tarea aterradora.
Construir la vida, construir la verdad.

Última jornada
 Ante los lugares de invención
de lo posible,
Anne Proteau
camusiana,
hablará
de la tarea de coser.
Camus nos cuenta
que cada año
espera para la floración de los almendros.
Camus escribe como pensador
y como poeta.
Vimos el siglo XX
como un siglo asesino,
y el comienzo del XXI
nos ha traído más guerra.
Abderrahmane Sissako
nos dijo ayer:
estoy inquieto, pero no tengo miedo.
Las fuerzas del espíritu
no nos dejan perder la fe
en el futuro,
pero no por eso dejamos de ser lúcidos.
Camus no se conforma
con la desgracia
o el desgarro del mundo,
esa roca del absurdo
de Sísifo
que nos aplasta,
pero que nos obliga
a reiniciar el esfuerzo
cada día.

La pensadora
Hourya Bentouhami
habla de los desgarros,
de cómo vivir con esas cicatrices.
Voy a pensar
desde un lugar del mundo.
Pensar desde nuestros lugares.
Cómo el desierto del Sinaí
poblado de niños,
de sueños,
de animales,
no paran de construir,
de coser y
recoser.
Como hace
Rehab Eldalil.
El olvido ofende,
recuerda del poeta
Édourad Glissant.
Cada uno necesita
la memoria de otro.
Lo que está en juego no es la compasión,
sino una nueva lucidez.
Para compartir la belleza del mundo,
dice Glissant,
y tener en cuenta el sufrimiento,
debemos recordar juntos.
Ir contra la naturalización
de la imposición.
Mi padre emigró a Francia
y tuvo que falsificar sus papeles.
No es fácil luchar
contra el positivismo implacable
de la ley:
“Es le ley, y punto”.
Cuando uno es un exiliado,
un emigrante,
nos deslizamos entre dos identidades,
y se corre el riesgo
de ser un desconocido
incluso para uno mismo.
Alguien dice que Argel,
ciudad que se abre sobre el mar
como una boca y como una herida,
como decía Camus.
Es alguien del público
que lúcido, pregunta:
coser el tejido,
curar una herida.
¿Qué hilo debemos usar?
¿De qué hilo debemos tirar?
Anne Proteau
recuerda que Camus
habla de construir un lenguaje.
Apuesta todo a ello.
Si no encuentra su voz,
nada tiene sentido.
Hourya Bentouhami
que la cicatriz
nos impide olvidar.
Y recuerda cuando en Calais
algunos inmigrantes
se cosían la boca
como una forma de protesta.

Alexis Lager, camusiano,
se refiere a que
toda creación
es regalo para el futuro.
El mundo nos parece
dirigido por fuerzas sordas
que no van a escuchar
ni los gritos ni las súplicas.
Toda creación
es un regalo para el futuro.
Camus tenía
un agudo sentido del presente,
y cierto sentido del pasado,
pero le costaba proyectarse en el futuro.
Entiendo por presente
algo que va más allá de hoy,
tiene que ver con el futuro de Europa.
El futuro tiene sentido
en relación con el presente,
y solo puede vivirse en presente.
El regalo solo se puede hacer
en presente.
De ahí la polisemia
entre presente y regalo,
tiempo y donación.
Que este gesto
enriquezca el futuro
del que recibe ese presente.
La verdadera generosidad hacia el futuro
consiste en darlo todo en el presente,
decía Camus.
Por eso luchaba
contra ese ideal comunista,
que significaba el sacrificio del futuro,
de esclavitud al futuro
que mata la vida presente
en función de una realidad futura.
Y de ahí se llegó
a tantas ejecuciones.
La ideología comunista
rechaza al hombre presente
en aras del hombre futuro,
y habla de un reino de los cielos futuro
sin tener en cuenta la vida presente.

Driss Ksikkes,
Marta Pazos
y Mohammad al Attar
se sientan en ese escenario
que para Camus
era uno de los lugares del mundo
donde era feliz.
La artista y directora de teatro
Marta Pazos
hablará de su espalda
y de su obra
y de su yo
como devuna íntima vía láctera
y no mencionará
en ningún momento
a Camus
ni directa
ni oblicuamente,
aunque luego recordaré
cómo me gustó
su obra sobre las obreras de Citroën
y cómo las actrices
eran las obreras.
Podría haber citado
a Simone Weil.
Mohammad al Attar
dice que el teatro
es un lugar
donde se siente inquieto.
Recuerda cuando en su Siria natal
acercó el teatro a los pueblos,
a los oprimidos.
Pensé que el teatro
podía provocar un cambio social y político.
¿Hemos logrado un cambio?
Creo que sí.
La dinastía Al Assad
es una de las más brutales
de la historia moderna.
Esta esperanza se desvaneció.
Siria entró en una guerra,
una tragedia,
que no ha terminado.
Me sentía atrapado
entre las fuerzas de Al Assad
y los yihadistas.
Me asaltó la inquietud
de lo que estábamos haciendo.
En 2014 trabajando
sobre Antígona
con mi mujer y refugiadas
en míseros campamentos
volví a pesar:
¿De qué sirve el teatro hoy día
cuando no puedes atender
las necesidades más básicas?
Esta sí es una gran pregunta camusiana.
Pero encontramos algunas respuestas:
el desafío al poder masculino,
su lucha contra el racismo,
reconocer sus cuerpos y sus voces.
Una de las actrices me dijo:
antes me veía
solo como una señora de la limpieza,
y ahora me reconocen
por mi presencia en el escenario.
Quiero resistirme
al profundo pesimismo que surge
al enfrentarme a la realidad actual
de Siria y de todo Oriente Próximo,
no podemos dejar de luchar.
Hablando de España
Camus dijo
que se puede tener razón
y ser derrotado.
Por eso muchos se sintieron
identificados
con lo que ocurrió en España.
Y lo mismo sienten hoy
muchos sirios,
y mucha gente de Oriente Próximo,
y todos los jóvenes
que en las primaveras árabes
lucharon contra las tiranías.
Cómo seguir haciendo teatro
y seguir hablado
de lo inconcebible
que sí tuvo lugar.
El teatro me ayuda
a mantener la esperanza.
Y por eso resistirse a la desesperación
es un acto político.
Driss Ksikkes
habla del teatro
como espacio de discrepancia pública.
Nos permitía saber
lo que sucedía en el mundo
y en el ámbito más cercano.
El teatro es
uno de los lugares
donde romper los muros
del racismo,
del estereotipo,
del prejuicio.
Es un jardín
donde conviven especies distintas.
Un espacio no habitual
que nos permite
romper con el espacio social establecido.
La utopía práctica
que el teatro permite.
Ahí encuentro a Camus.
Uno de los centinelas de la conciencia.

¿Todo es valioso?
No.
Gracias,
Albert Camus.
Gracias a todos los que han hecho posible
estas Trobades
en esta isla
a la que me gustaría volver.

Resumen de las Trobades & Premis Mediterranis Albert Camus.

Menorca, 28 al 30 de abril. Texto leído en Hauser & Wirth, Illa del Rei, la tarde del 30 de abril.

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