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AcordeónLa brecha de la desigualdad. A modo de homenaje a Pilar Luna

La brecha de la desigualdad. A modo de homenaje a Pilar Luna

Pilar Luna, abogada y jueza ejemplar, falleció el pasado 29 de junio en Madrid. Fue abogada de la Coordinadora de Barrios y posteriormente jueza penal en Valencia y Madrid. Desde su ingreso en la judicatura perteneció a Jueces para la Democracia y de ella aprendimos y disfrutamos durante muchos años. Mujer integradora y alejada de las prebendas del poder, siempre destacó por su defesa de los derechos de los excluidos, de las poblaciones “de los márgenes”. Su risa y su buen hacer contribuyeron a deshacer no pocos conflictos que parecían irresolubles. Deja un vacío inmenso en quienes la conocimos.

 

El texto que sigue es una ponencia sobre la “brecha de desigualdad” que preparé para el Comité Permanente de Jueces para la Democracia del pasado mes de febrero y fue escrito a raíz de un correo que nos envió Pilar Luna a todos los asociados, en el que manifestaba su deseo de convertirse en lluvia y recordaba los cinturones pobres de las ciudades que había conocido, en un momento de gran lucidez y entereza a pesar de la enfermedad.

 

Este artículo es un reconocimiento.

 

 

El emocionante mensaje de Pilar Luna

 

El siguiente relato corresponde a la intervención en un panel organizado por la Asociación Jueces para la Democracia, colectivo al que pertenezco desde el momento en el que me incorporé a la carrera judicial, hace ya casi un cuarto de siglo. El título de la convocatoria era La lucha contra la desigualdad. Compartí mesa con Antonio Baylos, catedrático de Derecho del Trabajo y referente indiscutible en la defensa de los derechos de los trabajadores y los excluidos, y Carla Fibla, periodista especializada en derechos humanos y en el mundo árabe, en la actualidad responsable de comunicación de la Fundación Vicente Ferrer.

 

Acepté la propuesta de participar en la mesa cuando me lo propusieron dos compañeras del secretariado, pero dudaba cómo enfocar la intervención en un tema tan amplio y extenso como la propia brecha de desigualdad sobre la que tenía que hablar. En principio se trataba de enmarcar una cantidad ingente de datos sobre desigualdad (datos y estadísticas no faltan) en una exposición que tuviera coherencia con la descripción de una realidad insoportable que tiende a consolidar la tendencia a aumentar las desigualdades.

 

Cuando estaba en esta tarea una compañera entrañable me rompió esta idea. Pilar Luna, en un momento de resistencia y de gran valentía, nos envió a todos los asociados un mensaje emocionante donde nos hablaba de su fusión con la naturaleza y su deseo de convertirse en lluvia, palabras hermosas, honestas y llenas de vida. En el correo no olvidaba su compromiso con los barrios periféricos y excluidos de todas las ciudades que había conocido.

 

Conozco a Pilar desde la juventud, en la época en que ella estaba en la Coordinadora de Barrios de Madrid, y su mensaje ha alterado esencialmente mi exposición. Las emociones también contribuyen a dar cohesión a los grupos y entre ellos una asociación como la nuestra, siempre con tensiones políticas y profesionales, y la emotiva carta de Pilar confirma que hay espacios y rincones para los afectos, para la fraternidad. Por esto, por ese mensaje lleno de vida de Pilar he incorporado a seis reflexiones sobre la desigualdad, que he reducido de tamaño, algún poema de especial recuerdo y algunos de los textos que hice para acompañar a unas imágenes de Juan Vida, excepcional pintor granadino, que corresponden a su exposición El cristal con que se mira y que han sido publicados en la revista digital olvidos.es, que edita el filósofo Mariano Maresca.

 

 

La búsqueda de las fuentes

 

Preparar una intervención, después de las palabras de Pilar Luna, supone buscar en las fuentes más frescas, más transparentes. Son esos autores a los que siempre recurres cuando necesitas algo, más amigos que familia, que el poeta chileno Gonzalo Rojas llama “la parentela imaginaria”.

 

He visitado por tanto a algunos de estos “parientes imaginarios” y con tristeza veo que en enero han muerto dos, John Berger y Zygmunt Bauman. Cito estos dos autores, el primero porque siempre mantuvo una postura radical contra la desigualdad y la exclusión, y el segundo porque lo ha sabido explicar y difundir con mucho acierto desarrollando el concepto de sociedad líquida. Los dos van a ir apareciendo en el texto.

 

A Bauman solo le he visto una vez, ya con noventa años en Madrid, y habló precisamente de desigualdad. En un relato estupendo desgranó el contenido de su libro entre interrogaciones: ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos? En él analiza cómo la riqueza que acumulan las clases más ricas ya no se “filtra” hacia abajo ni hace más ricos al resto, ni nos hace sentir más seguros y optimistas respecto de nuestro futuro y el de nuestros hijos. No nos hace tampoco más felices. He leído su último libro, Extraños llamando a la puerta, donde vuelve a tratar ese concepto que provoca escalofríos de “residuo humano”, de “restos”, personas sin ninguna función útil que desempeñar, seres humanos sobrantes, que ya había desarrollado anteriormente en Archipiélago de excepciones (2008).

 

A Berger no le he visto nunca, pero sí he tenido la suerte de conversar un rato con su traductora, Pilar Vázquez, tan reconocida por Berger y al que esta agradece que a través de sus traducciones haya podido viajar tan lejos. No voy a citar De sus fatigas, su celebrada trilogía, donde analiza la tragedia de la desaparición del campesinado. Me voy a referir a otras obras suyas menos conocidas pero que tienen un gran interés. Su libro Ahí nos vemos, una obra radiante, comienza en una plaza de Lisboa en la que hay un cedro impresionante que da sombra para cien personas. Ahí se encuentra con su madre, que había muerto hace quince años, y se ponen a repasar vivencias y hablan sobre si los principios existen y si se tienen o no se tienen o si todo en la vida es una cuestión de límites que uno tiene que decidir por sí mismo donde ponerlos. Interesante reflexión de madre e hijo sobre el poder que se podría trasladar al debate social y a los orígenes de la desigualdad. Las percepciones sobre la edad y el tiempo también aparecen.

 

Un fragmento del poema “Palabras emigrantes”, de Berger:

“En un hoyo en la tierra
enterré todos los acentos
de mi lengua materna
ahí yacen
como agujas de pino
que juntaron las hormigas”

 

 

 

 

 

Flores como cuchillos: “Pequeño orificio de entrada que afectó a partes vitales, a la palpación ‘cráneo en saco de nueces’ por explosión de proyectil. Sudario perfecto, niños envueltos como muñecas de trapo, para que las acune el mundo. Maldita la guerra. Muñecas de trapo para jugar nuestros hijos”.

 

 

Las seis reflexiones

 

Primera. La brecha de la desigualdad. La relación entre la “deriva desigualitaria” y la “deriva punitiva” del siglo XXI

 

En estos momentos todos los informes internacionales sobre pobreza coinciden en que la brecha de desigualdad se está ampliando y que esta tendencia se ha consolidado. Es la deriva desigualitaria que se ha instalado en este siglo, que está creando sociedades fragmentadas, que además de ser despiadadas con los pobres que generan están obsesionadas por la seguridad.

 

Esta deriva desigualitaria se corresponde con la deriva punitiva del siglo XXI que estamos viendo en las sucesivas reformas penales y en la ruptura con los principios educativos en la justicia de menores. Y no solo en los textos legales, sino en el incremento de presos, de internamientos, de pobres, de parados.

 

Se arrincona el principio constitucional español de reinserción, que se sustituye por el de la inhabilitación “de los sobrantes” (del delincuente, del loco, del pobre).

 

La pobreza persiste en el mundo global a pesar del crecimiento económico. Cada vez el abismo que separa a los pobres sin futuro de los ricos optimistas es más profundo, y no es cierto que la riqueza de unos beneficie a todos. Lo dice Bauman cuando habla del “espectáculo de riqueza en un extremo y de miseria en el otro”. Después de lo que denomina los treinta años gloriosos de reconstrucción del periodo de la posguerra se ha dado un peligroso paso de un modelo de “Estado social” y comunidad inclusiva a un Estado excluyente “de justicia criminal”, “penal” de “control del crimen”. El modelo penal se ha vuelto más punitivo, más centrado en la seguridad. Siempre hemos repetido que cuando se hunde el Estado Social se levanta el Estado Penal, y esto ha sido una experiencia histórica repetida.

 

No es cierto que la búsqueda de la riqueza individual sea un mecanismo adecuado para evitar la pobreza. Es un problema de percepción, como tantas cosas (el tiempo, la edad). El filósofo Manuel Reyes Mate lo explica muy acertadamente: La percepción de la pobreza es distinta por parte de los enriquecidos y los empobrecidos. Y esto tiene relación con los objetivos de cada uno, pues para los primeros la solución es la creación de riqueza y para los segundos es reducir o acabar con la pobreza, pues el problema no es la escasez sino el despilfarro, el abuso, dice el autor del Tratado de la injusticia. Es decir, la desigualdad tiene más que ver con la injusticia en el reparto que con la creación lineal de riqueza que no da solución a los empobrecidos.

 

La desigualdad necesita de las vallas, de las demarcaciones de territorios, y crea realidades que no se interrelacionan, se crean mundos con pocos puntos de encuentro entre ellos, “incluso geográficamente cada vez más separados, lo que hace que se sepa menos de los demás”, como dice Bauman.

 

 

  

 

Hambrientos desplegables: “¿Uno o miles? ¿Orquesta o ejército de reserva? Orquesta para concertina. Ahora para parar el hambre, alambre de concertina, nombre musical, material de guerra, de instalación fácil que se extiende como un bandoneón (para tangar el paso, para escuchar la tristeza). África tiene hambre, pues que coma cuchillas. Como las que tapan los ojos de Juan Vida en las primeras imágenes. Para no ver los tendones desgarrados. Cortes, desgarros, punzadas para defender vuestros derechos. La conciencia es una materia difícil de gobernar”.

 

 

Segunda. La idea de la escasez de los derechos como legitimadora de la desigualdad

 

Si seguimos el argumento de Reyes Mate sobre la percepción, se puede concluir que para superar la brecha de desigualdad es preciso relacionar la riqueza de los ricos con la pobreza de los pobres. Decir hoy “derechos humanos significa comida, techo, sanidad y educación básica para todos”.

 

Por lo tanto será preciso para intentar cambiar la tendencia que ensancha la brecha de desigualdad relacionar la pobreza y la desigualdad con la concepción universal de los derechos humanos. Es decir, existe relación directa entre pobreza y desigualdad y una mayor desigualdad tiene como consecuencia el empobrecimiento y la exclusión de importantes sectores sociales, que ven deteriorarse cuando no la disolución de sus derechos.

 

Desde un planteamiento teórico es claro que los derechos humanos son universales, pero hay un discurso dominante que se expande en los periodos de crisis, que parte de la tesis contraria de la universalidad de los derechos. Considera que los derechos son un bien escaso. Frente a la universalidad, la escasez. Como son escasos no puede haber derechos para todos, hay que repartirlos. El reconocimiento como derechos que se hace en época de bonanza económica es fruto de la generosidad de nuestras sociedades, eran concesiones graciosas, pero no derechos. La crisis como pretexto y la antítesis de la concepción universal de los derechos.

 

Esta idea negativa hace que los derechos se vuelvan precarios, el síntoma más preocupante de las democracias actuales. Y la precariedad de los derechos lleva a su enfermedad, a vaciar su contenido, a convertir el derecho a una vida digna en un bien escaso. En definitiva, el choque entre la lógica de un planteamiento economicista con la de la justicia.

 

Por este motivo, porque han enfermado los derechos, porque siempre están en precario, como dice el filósofo del derecho Juan Ramón Capella en El libro de los deberes, vuelven a surgir iconos que deberían estar enterrados, como el concepto de campo, que tan acertadamente describió el también filósofo del derecho Javier de Lucas en las últimas Jornadas Derechos Humanos y Migraciones de Motril (Granada). Son los nuevos campos del siglo XXI, que se multiplican en torno a los escenarios bélicos, y en el interior de los estados amurallados, como una gran metástasis.

 

Reclamar los derechos en serio es fundamental para reclamar la condición humana de todas las personas.

 

 

 

 

El Matorral: Negro sobre blanco: “Fuerteventura, primavera de 2004. Centro de Internamiento de Extranjeros ‘El Matorral’, instalaciones del antiguo cuartel de la legión. Sol de plomo, paredes inmensamente blancas que chocan con las sombras de novecientos negros que quieren pasar inadvertidos. El destino hay que esperarlo en silencio. Si te cruzan la mirada: gesto de reverencia. Al atardecer blanco y negro se desvanecen. Los guardianes hacen la ronda”. 

 

 

Tercera. Desigualdad y pobreza

 

Ya se ha apuntado en la primera reflexión que existe una relación directa entre pobreza y desigualdad y que estas se perciben de forma diferente por los enriquecidos y los empobrecidos.

 

La pobreza es “la enfermedad de la miseria”, que se hereda, al igual que la riqueza, y que marca y mutila a los sectores sociales excluidos. Ya en el Renacimiento se consideraba que el pobre tenía la condición de “gente sin calidad”, eran quienes desarrollaban actividades manuales que apenas daban para la supervivencia. La escritora italiana Rosa Rossi se refiere a esta condición de pobre para explicar la poesía de Juan de la Cruz, que vivió su infancia en la indigencia con su madre Catalina, en los márgenes de ese gran ejército de mendigos que entonces atravesaba Europa, mientras estaban convencidos de que estaban entrando en la modernidad. Ambientes muy pobres e islamizados a los que nunca renunció el poeta de Fontiveros. 

 

El hecho de que hoy existan declaraciones de derechos ha creado esa especie de cuerpo de doctrina aplicable globalmente que sirve de base para analizar el problema de la pobreza, en un momento en el que ya se ha reconocido el derecho a la subsistencia o a la atención médica.

 

En su libro La idea de justicia Amartya Sen sostiene que la inclusión de los derechos de la segunda generación en las Declaraciones de Derechos (derecho al trabajo, a la educación, a la protección contra el desempleo, a la salud, entre otros) hace posible integrar las cuestiones éticas que subyacen a las ideas generales sobre desarrollo global con las exigencias de la democracia deliberativa. Para este premio Nobel de Economía la inclusión de estos derechos obliga a modificar la agenda de las reformas institucionales, pues conectar la pobreza con los derechos humanos, entendidos como reivindicaciones éticas constitutivamente vinculadas a la importancia de la libertad humana, tiene un efecto beneficioso en la lucha contra la pobreza.

 

En Entrada en la barbarie Juan Ramón Capella se atreve a hacer una graduación entre desigualdad y pobreza. Sostiene que la injusticia y la desigualdad son peores que la pobreza. Sostiene que la búsqueda de otro mundo posible es el que proscribe la desigualdad socialmente reproducida porque se está materializando un mundo de desigualdad, donde se están incrementando “las diferencias entre las sociedades opulentas y las dejadas de lado, las poblaciones en las que predominan la pobreza y la miseria”. Espacios de miseria que son tan bien descritos, porque los había sufrido, por el escritor marroquí Mohamed Chukri en El pan desnudo, su autobiografía de miseria.

 

Se hereda la riqueza, pero también la pobreza, como repite Javier Baeza, persona imprescindible para los excluidos del cinturón de pobreza de Madrid, un cura que ha vinculado su suerte a la de los pobres que conviven con la miseria, compromiso que estuvo a punto de costarle el cierre de la parroquia que atiende. Su compromiso y presencia no era soportable para los enriquecidos de la Iglesia.

 

 

 

 

Negra bonita: “Que trampa la del pintor. De lejos ojos hermosos, cara redonda apenas incomodada por tres moscas, que se pueden espantar fácilmente. De cerca pestañas de moscas, tristeza profunda. Es la pobreza, hermosa de lejos, terrible de cerca (de lejos colores vistosos, de cerca los sabañones). No pienses que solo en tu país anidó la moscarda”.

 

 

Cuarta. Desigualdad y fronteras

 

Las fronteras, las externas y las internas, protegen la brecha inmensa de desigualdad. 

 

Personas que se estrellan contra los muros o se ahogan en ellos. ¿Migrantes o refugiados? Distintos estatutos, lo sé. La misma condición humana. El debate entre la huida de la persecución o del hambre es estéril. Los seres humanos escapan de las grandes plagas de la humanidad.

 

Además, el tratamiento es el mismo: Hoy la condición de refugiado no garantiza ninguna protección internacional. ¿Hay alguna diferencia de tratamiento entre los hambrientos que esperan en campamentos a saltar las vallas de Ceuta o Melilla y los refugiados de Grecia, Macedonia o Libia? No se me ocurre ninguna, quizá que una realidad sea más clandestina que la otra. Todos reciben el mismo maltrato, concertinas, alambre y exclusión.

 

Si analizamos la nacionalidad de los subsaharianos que están en campamentos esperando entrar en Europa por Italia o España nos sale un mapa exacto de los países que tienen conflictos armados en África: República Centroafricana, Sudán del Sur, República Democrática de Congo, Nigeria, Mali o Somalia. Supuestamente son migrantes económicos.

 

Hasta tal punto la diferenciación ha perdido sentido que el Acuerdo de la Unión Europea con Turquía de 18 de marzo pasado, cuyo objetivo era intentar detener ilegítimamente la llegada de refugiados a Europa, no habla de refugiados sino de migrantes. Tampoco garantiza el principio de no devolución ni de erradicación de las expulsiones colectivas y ha convertido los centros de acogida y estancia temporal de refugiados en centros de detención en los que las personas pasan a estar privados de libertad, una metamorfosis que no es solo nominal sino que afecta al derecho a la libertad. Es el lenguaje como mentira.

 

El contenido del Acuerdo supone un peligroso discurso en abierta vulneración de exigencias básicas del derecho de asilo y de la protección internacional recogidas además en la propia Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea. Su artículo 19 recoge la prohibición de expulsiones colectivas y la garantía de no devolución, expulsión o extradición (non refoulement) de una persona a un Estado no seguro, en el que corriese grave riesgo de ser sometida a pena de muerte u otras penas o tratos inhumanos o degradantes.

 

Como dice Marco Aparicio, profesor de Derecho Constitucional, “una afrenta de tal calibre que contradice el sentido mismo de los derechos, que deberíamos concebir fundamentalmente como mecanismos de resistencia, herramientas de protección de quienes se hallan en condiciones de mayor vulnerabilidad”. Existe para todo Estado un deber jurídico de acogida y de protección de los derechos de quienes potencialmente puedan ser solicitantes de asilo y, en general, hacia toda persona que se halle en tránsito migratorio en condiciones precarias, vulnerables.

 

La tendencia de frenar a cualquier precio la llegada de los flujos migratorios está sirviendo de cobertura para legalizar en nuestro país las denominadas “devoluciones en caliente”, una forma chusca de utilizar ilegalmente la vía de hecho para hurtar el procedimiento legal de devolución con garantías.

 

La desigualdad sustenta fronteras, y los empobrecidos perciben su injusticia. Cualquiera de nosotros puede viajar a Tánger o a Casablanca sin más requisito que presentar el pasaporte. Para un marroquí eso no es posible. Es el modelo de fronteras que Hedeftoft llama de “membranas asimétricas” que permiten la salida, pero no la entrada de los no deseados.

 

Pareciera que está venciendo la cultura de la frontera a la cultura de los derechos humanos. La característica fundamental de las migraciones actuales es que se están dando en un contexto de violación sistemática de los derechos humanos a lo largo de toda la ruta migratoria.

 

 

 

 

Otro infierno era posible: “Silencio, angustia, la barca vacía. Reflejo de luna, pasó la guadaña y se llevó el añil. Quedó azul infierno detrás del cristal. ¿Cuál era su oficio? ¿Cómo se llamaban? ¿Qué dicen sus madres? ¿Sabían leer? ¿Qué es lo que querían? ¿Sabían nadar? Otra vez lo mismo, a cubrirnos la cara con tierra blanca. Autopsia para los muertos, psicólogos para los vivos.

 

 

Quinta. Los desaparecidos y los fusilados como margen de la historia. Los residuos de la historia

 

Siguiendo la idea de “residuo humano” de Bauman creo que es importante reflexionar sobre la idea de “residuo histórico”. Estos serían aquellas personas a las que se pretende arrojar al contenedor de la historia. Son los sujetos históricos a los que se quiere hacer desaparecer.

 

Son estas “memorias desobedientes” que aparecen constantemente cuando ya estaban muertas, se vuelven a matar y vuelven a aparecer a pesar de la desigualdad de armas entre ellos y el Estado. Son muy importantes porque desaparecieron de forma ilegítima. Fueron fusilados o hechos desaparecer, están en fosas comunes y son “víctimas” por la forma en la que se produjo su desaparición o ejecución extrajudicial con una desproporcionada asimetría entre ellos y los aparatos militares que les victimizaron. Y siguen siendo sujetos políticos a los que “se les ha negado el derecho a la justicia a la vez que sus memorias han sido expulsadas radicalmente de la esfera pública”, como dice el escritor Luis Martín Cabrera en su libro Justicia radical, donde de forma muy interesante asimila con variantes la desprotección del Estado a la memoria de los desaparecidos y ejecutados arbitrariamente con los refugiados. Los desaparecidos, como expresa muy descriptivamente el autor, quedan radicalmente suspendidos entre la vida y la muerte, sin origen o finalidad. Gentes que han perdido la protección del Estado incluso después de muertos.

 

Quizá por eso entre los juristas se da tantas vueltas a la prescripción, una institución “inter vivos”, que no sirve para aquellos casos en los que las víctimas quedaron en esa franja difícil de definir. Por eso también se ha llegado a la conclusión de que los delitos de lesa humanidad son imprescriptibles.

 

Heródoto decía que la paz son los periodos en los que los hijos entierran a los padres, la guerra aquellos en los que los padres entierran a los hijos. Y aquí faltan muchos entierros por hacer. Ellos, los fusilados, son los que mantienen vivos los derechos esenciales a la verdad, a la justicia y a la reparación

La historia hay que sufrirla, sufrirla con orgullo, como dice Berger.

 

 

 Foto publicada en UCAR (Granada)

 

Dedicado a Lucrecio Rodríguez: “En la tapia del cementerio de Brieva los fusilados echan una partida de cartas. El que parece el jefe tiene unos treinta años, alto y cara agradable aunque un poco desfigurada. La bala le entró por el pómulo izquierdo. El niño que les visita las tardes de los viernes y les lleva información está preocupado. Deja el cabás y les cuenta que está seguro de que en la suprema segunda sala se dice que son trozos de historia, que ya no se puede hacer justicia, solo historia. Los fusilados sonríen. De sobra saben ellos que son historia y que tendrán que seguir asomando su espectro para que se haga justicia. Sin prisa, al fin y al cabo mejor se está en la tapia que dentro del cementerio. Entrarán por su propio pie cuando haya justicia”.

 

 

Sexta. Degradación ecológica, desigualdad y pobreza

 

La tensión desatada por el control de los recursos naturales en el planeta está llevando a una degradación ecológica sin precedentes que está contribuyendo a incrementar la brecha de desigualdad. La minería a cielo abierto, las grandes represas, la desforestación de zonas de selva para agricultura y ganadería intensiva y tantas intervenciones agresivas en el medio natural está provocando el desplazamiento de las poblaciones locales que son empujadas a abandonar los territorios que venían ocupando desde tiempo inmemorial. Estos sectores campesinos, indígenas, con una vinculación afectiva muy fuerte con la tierra, están siendo desplazados y destruidos como comunidad con derechos. En definitiva, son tratados como “excedentes”, como “sobrantes”, y son arrojados de sus tierras para así cambiar el uso del territorio. Las tierras y los ríos no están siendo abandonados por los pobladores sino que los poderes políticos y económicos deciden su expulsión para cambiar su uso por modelos agresivos que dejan una huella ecológica profunda.

 

La degradación del territorio supone también la destrucción de su tejido comunitario y la desaparición de los bienes comunales y, muy importante desde su cosmovisión, se degradan sus fuentes de agua, como explica el dirigente ecologista Pedro Costa Morata en su trabajo ‘Destrucción e injusticia ecológica: El caso de América Latina’ en Justicia ecológica en la era del antropoceno, publicado por Trotta. Y provocan la militarización del territorio mediante la expulsión de indígenas y campesinos.

 

Y todo esto a pesar de la Declaración de Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas (2007) y el Convenio 169 de la OIT (1989), donde se consagra la preexistencia de derechos sobre los territorios, tierras y recursos naturales.

 

Estas prácticas agresivas con el medio ambiente y el paisaje contribuyen a la consolidación de la pobreza en las áreas rurales de predominio campesino o indígena. Pobreza que se desplaza con estas poblaciones cuando tienen que abandonar sus territorios y se instalan en los cinturones de las ciudades, en villas miseria, sin servicios, sin agua potable, ni centros escolares, ni de salud.

 

Y vuelve a aparecer John Berger. En su libro El tamaño de una bolsa hay un capítulo que se titula ‘Las garzas y las águilas’, donde establece una correspondencia ficticia con el subcomandante Marcos y reflexiona sobre como en diciembre de 1994 los indígenas del sureste mexicano habían escenificado su resistencia a desaparecer, su rebeldía frente a la consigna neoliberal que dice “morid como grupo social, como cultura y, sobre todo, como resistencia, entonces podréis ser parte de la modernidad”.

 

El neoliberalismo descubre que para su proyecto económico, dice Berger, le estorban todos los pobres, todos los opositores, es decir, la mayoría de la población, “estos indios no deberían existir hoy, dicen, se trata de un lamentable error de la historia moderna”.

 

Ante estas prácticas depredadoras ha crecido la conciencia reivindicativa indígena, que en general cuenta con el apoyo del movimiento ecologista internacional, al oponerse a las economías dependientes y a las políticas subordinadas, insiste Costa Morata. De esta conciencia están surgiendo los líderes medioambientalistas, que tienen su referente en la lucha que Chico Méndez llevó a cabo en el Estado de Acre en Brasil en los años ochenta.

 

El asesinato de estos líderes es moneda corriente en muchos países del mundo. Algunos datos: El año 2015 fue el peor desde que se tiene registro (2002): un total de 185 activistas fueron asesinados por sicarios. En Brasil, 50; en Filipinas, 33; en Colombia, 26; en Perú y Nicaragua, 12 en cada uno. Pero la mayoría son desconocidos, porque los crímenes se cometen en lugares alejados en pequeñas comunidades del interior de la selva o el bosque y se suelen disfrazar de delincuencia común.

 

El año 2016 ha sido terrible para los defensores del medio ambiente y los derechos humanos en Honduras, país donde han sido asesinados sus principales líderes. La más conocida internacionalmente y que gozaba de un gran carisma es Berta Cáceres, asesinada el 3 de marzo de 2016.

 

 

Final. Unas palabras para Berta Cáceres

 

Termino con unas palabras para Berta Cáceres, con la que compartí amigos, alguna charla y compromiso con los derechos humanos frente al golpe de Estado de Honduras de junio de 2009, tan silenciado en Europa.

 

Había recibido el prestigioso galardón, el Goldman Environmental Prize, por su defensa de los recursos naturales y del medioambiente. Era dirigente del Consejo Cívico de Organizaciones Indígenas y Populares de Honduras (COPINH), y persona muy querida en los sectores populares y en las comunidades indígenas hondureñas. Se opuso con todas sus fuerzas al golpe de Estado que derrocó al presidente Manuel Zelaya en 2009.

 

Conocí a Berta Cáceres en el otoño del 2010 en la ciudad de Comayagua, mientras recogía testimonios de violaciones de derechos humanos con la Comisión de Verdad de Honduras como consecuencia del golpe de Estado. Era la dirigente lenca que defendía los derechos de su pueblo con un discurso y unos principios muy sólidos y había liderado una lucha desigual que frenó la construcción de una gran represa en Agua Zarca, enfrentándose a la empresa hidroeléctrica china Sinohydro y al Banco Mundial, que retiró la financiación del proyecto como consecuencia de la resistencia de las comunidades indígenas en la defensa del río Gualcarque, de vital importancia para su supervivencia y cosmovisión. El pueblo lenca, decía, tiene una relación especial con el agua y se considera el “guardián de los ríos”. Como indígena lenca defendía la relación de los seres humanos con la naturaleza y de esta convicción surgieron sus principios. “Me lo dijo el río”, era una frase que gustaba decir para expresar un convencimiento.

 

Ella era consciente de que libraba batallas contra los más poderosos de la tierra y del riesgo que corría por ello. Sabía lo que hacía y temía por su vida en un país que es el exponente de la impunidad en América Latina.

 

Su recuerdo queda en los bosques y en los ríos llenos de vida.

 

Por casualidad estas navidades encontré en un disco externo que tenía olvidado una fotografía que hice a Berta Cáceres en Comayagua (Honduras) en una asamblea para denunciar las violaciones de los derechos humanos cometidas por las autoridades golpistas en el año 2010. Disfrutad con la imagen de esta persona irrepetible.

 

 

 

 

 

Luis Carlos Nieto es magistrado, miembro investigador de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), dirige las Jornadas de Derechos Humanos y Migraciones de Motril. En FronteraD ha publicado, entre otros artículos, Las nuevas colonias penitenciarias. CIE, espacios oscuros en tiempos de derechos precarios, Las máscaras de un golpe de Estado. El caso de los cuatro jueces represaliados en HondurasLo que aprendí de mi padre entre los cerros, cuando España estaba a oscuras.

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