Tiene toda la lógica que la sala Réplika esté al margen de los circuitos vistosos. Obliga a que ir al teatro sea un acto consciente. Como el arte que practican: esencial, arriesgado, y va más allá de la mera representación. Este Combate de negro y de perros, de Bernard-Marie Koltès, puesto en escena por Mikolaj Bielski y Borja Manero (que además de la dirección firman el espacio escénico y la traducción) e interpretado con despojamiento y verdad por Manuel Tiedra, Malcolm Sité, Lorena Roncero y Raúl Chacón, es la prueba: interpela y conmueve al mismo tiempo. Es un acierto encerrar a los blancos en una jaula: como si hubieran encontrado la horma de su zapato en esa noche africana, circo que les rodea por todas partes, les deja en evidencia y les atemoriza. Los animales son ellos. Somos nosotros. Habla Koltès y uno comprueba de qué manera sus palabras siguen siendo útiles, turbadoras. Réplika le proporciona un depurado, áspero, intenso altavoz ideológico, donde la poética y la política se dan la mano, encuentran un guante de seda y lija en estos actores capaces de encarnar a personajes verosímiles que con ese puño golpean: una pared, un rostro, unas sombras.