Versión actual de la cabeza encantada, de Manu Vera y Ana Tamariz
Una vez en Barcelona, Don Quijote recorre el último tramo hacia la derrota definitiva[i]. Pronto experimentará el sabor amargo de lo que en lenguaje de la época se llamaba el perfecto desengaño[ii]. Las quimeras que habían sustentado su vida se deshacen. Pero resulta curioso que, antes de afrontar al desencantamiento, se enfrente a un juego de magia. Uno de los tres juegos de magia que desempeñan un papel en la novela. Se trata de la cabeza parlante que guarda don Antonio Moreno, su anfitrión, en un apartado aposento. Don Antonio es un lector entusiasta de la primera parte de sus aventuras y le ha invitado a alojarse en su casa durante la fiesta de San Juan.
Los magos han exhibido desde hace siglos la ilusión de la cabeza parlante ejecutada mediante diferentes métodos y con diversas presentaciones. La Esfinge es una de las más enigmáticas[iii]. El coronel Stodare presentaba la ilusión diciendo que en Egipto había encontrado a un mago callejero que le entregó una caja que contenía la cabeza viva de una mujer.
Pedro, la cabeza parlante del Señor Wences
Los decapitados o las cabezas cortadas son su versión más truculenta[iv]. En algún caso, se convirtió en muñeco de ventriloquía como Pedro, la cabeza barbuda parlante del excepcional ventrílocuo Wenceslao Moreno[v]. Conocido como Sr. Wences, desarrolló su carrera en Estados Unidos, donde fue una de las estrellas del Ed Sullivan Show en los años 50 y 60 del siglo pasado. Con el pulgar y el índice formaba los labios de uno de sus personajes: un niño descarado al que llamó Johnny. Pedro era una cabeza sin cuerpo guardada en una caja. Fue el resultado de un accidente de tren, en el que su muñeco habitual se destruyó. Quedó sólo la cabeza.
Pero generalmente la cabeza parlante es un efecto de los denominados de grandes ilusiones o aparatos que suele estar unido a la adivinación y a otras suertes de mentalismo, al estilo de los trucajes de los oráculos, en los antiguos templos, que describe Herón de Alejandría[vi]. Adolphe Blind[vii] al referirse a los autómatas parlantes trucados cita un pasaje de Teodoreto de Ciro en el que cuanta que el obispo Teófilo, cuando destruyó las estatuas de los dioses paganos en Alejandría, encontró huecos en los cuales se podían esconder los sacerdotes y de esta manera hablar a través de las bocas de las estatuas.
La serpiente adivina
Muchos de los procedimientos ingeniosos y fraudulentos empleados por los sacerdotes en la Antigüedad fueron revelados por el pitagórico Celso en su libro Contra los magos[viii], hoy desaparecido. Aun así podemos hacernos una idea aproximada gracias a su amigo y corresponsal Luciano de Samosata que delata, en Alejandro o el falso profeta[ix], el proceder del taumaturgo Alejandro de Abonoteico.
La serpiente Glicón
Este “supuesto profeta” fundó una religión dedicada al dios serpiente Glicón y se hizo inmensamente rico, emitiendo oráculos que vendía al precio de un dracma y dos óbolos. Un paisano y discípulo de Apolonio de Tiana[x] le inició, simultáneamente, en las malas artes de la hechicería y en las más sutiles del ilusionismo y la prestidigitación, que por aquel entonces andaban mezcladas. Luciano lo explica de manera inmejorable cuando describe el alma de Alejandro como una mezcla muy variada, hecha a base de falsedad, engaños, perjuicios y malas artes pero también de inteligencia, sagacidad y sutileza.[xi]
Sin una presentación escénica y un aparato teatral, tal mixtura de conocimientos no hubiera logrado embaucar a los hombres crasos, nombre con el que, según Luciano, los magos designaban a las multitudes susceptibles de ser engañadas. De manera que Alejandro completó su aprendizaje de la mano de un coreógrafo llamado Coconas.
Con él, sedujo a la acaudalada Macetis, que les invitó a visitar su patria de Macedonía. Como hoy sucede en Grecia, aquella región antaño había sido próspera, pero se hallaba empobrecida. Tenían aquellos macedonios costumbre de domesticar a las serpientes y Alejandro se hizo con una de gran tamaño, a la que habían extirpado el veneno.
Naturalmente no daba puntada sin hilo. La serpiente formaba parte de un minucioso plan. Luciano asegura que Alejandro había comprendido que la vida del hombre está gobernada por dos fuerzas. La esperanza y el miedo. ¿Cuál es la mercadería de la que unos y otros tienen necesidad? Nada más codiciado que conocer el futuro. Bastaba echar una ojeada a los oráculos de Delfos o Delos para comprobar que eran negocios muy prósperos.
Asclepio
Antes de regresar a su pueblo de Abonoteico, Alejandro enterró en el templo de Apolo de Calcedón, unas tablillas que auguraban la aparición de Asclepio, dios de la Medicina, cuyos poderes curativos simboliza una serpiente enroscada a su bastón. En cuanto la noticia llegó a Abonoteico, sus habitantes votaron construir un templo para acoger al dios.
Poco después, Alejandro se presenta ante ellos vestido con una túnica blanca, ribeteada de púrpura. Se ha dejado crecer los cabellos, que ondean al viento cuando empieza a balbucir el oráculo en el que anuncia la inmediata llegada de Asclepios bajo la apariencia de una serpiente. Parece fuera de sí. Su boca rezuma espuma. He ahí otro truco de ilusionista, para el que emplea la raíz de una planta.
Podemos apreciar su dominio de los tiempos. Esa misma noche entierra un huevo de oca entre el barro de los cimientos del templo en construcción. Previamente lo ha vaciado y ha introducido en su interior una pequeña culebra viva.
Al día siguiente se encarama a un altar en el ágora, cubierto tan sólo por un taparrabos de oro. Pronuncia palabras ininteligibles, al tiempo que felicita a la ciudad porque va a recibir a un dios. La multitud se enardece y le sigue hasta el lugar donde se está edificando el templo. Allí actúa de nuevo como un ilusionista. Solicita una copa, la hunde en el barro y extrae el huevo de oca. Nadie se apercibe de las marcas de cera blanca y albayalde que disimulan la fractura por donde anteriormente fue abierta la cáscara para introducir la culebra. A la vista de todos, rompe el huevo. Salta la culebra y se enreda entre sus dedos. Ante la sorprendente aparición, pocos ponen en duda que se trata del mismísimo Asclepios, metamorfoseado en serpiente.
La expectación se convierte en fascinación. Alejandro se dispone a alimentarla pero deja pasar unos días. Esta vez sustituye la diminuta culebra por la imponente aunque inofensiva serpiente que había traído de Macedonia, a la que incorpora una cabeza de tela que ha fabricado. La cabeza es perfectamente verosímil –asegura Luciano-. Para lograrlo utiliza recursos de ilusionista: abría la boca por medio de unas crines de caballo y asomaba por delante una lengua como la de una serpiente, bífida y negra, que se movía bajo la acción de las crines de caballo también.[xii]
Luciano insiste una y otra vez en la alianza de la escenografía con el deseo, la capacidad de alterar la visión de la realidad que posee el deseo. Alejandro sólo se deja ver en su alcoba, tumbado en una litera, con iluminación escasa y sin recibir la luz de plano. La serpiente se enrosca a su cuello, pero oculta la cabeza verdadera bajo el sobaco del taumaturgo. De modo que la larga cola parece terminar en la cabeza de tela. La multitud desfila ante la puerta abierta, atisba un instante, sin poder detenerse, pues los de atrás vienen empujando. En aquella tenue luz la cabeza de la serpiente abría y cerraba la boca –afirma Luciano e, inmediatamente, añade que se necesita una mente dura como el acero frente a este tipo de espectáculos, para no creer lo que era evidente-.
La situación está madura, para anunciar que el dios va a dar un oráculo. Los fieles se hallan ansiosos de formular sus preguntas sobre la salud, materia de la que entendía Asclepios, y así mismo, sobre la fortuna o el amor, que siempre nos inquietan a los hombres. Tras pagar el canon estipulado, escriben sus preguntas en un libro que se guarda en un envoltorio sellado con cera o barro. Para responder Alejandro acude al ilusionismo, una vez más. Sin duda era un hábil escamoteador. Se retiraba a una estancia apartada, abría los sellos, respondía por escrito a las cuestiones formuladas, volvía a sellar el envoltorio y los devolvía con mucho asombro de los que lo recogían pues se preguntaban quién si no un dios puede responder a una pregunta que permanece oculta bajo un sello difícil de imitar.
Según Luciano Alejandro utilizaba tres sistemas diferentes para quitar el sello y reponerle sin que se aprecie manipulación. Sin duda es un proceder habitual en todo buen mago que lejos de hacer nada de una única manera, utiliza una variedad de recursos, en los que cada uno de ellos sirve para desdecir y negar a los demás. En un caso retiraba el sello sin alterarlo, mediante una aguja candente. En otro mediante una pasta, confeccionada con pez de Brescia, betún, piedra transparente molida, cera y goma de lentisco, en la que estampaba una réplica del sello original. Por último sustituía el sello por un molde hecho con yeso encolado.
Como buen ilusionista nunca dejaba de buscar un efecto más contundente. Un día anunció que el propio dios-serpiente respondería a las preguntas en persona y sin intermediarios. Los fieles se quedaron pasmados cuando la serpiente contestó a los más pródigos, sólo a aquellos que contribuían con donativos cuantiosos.
Como veremos más adelante, el procedimiento del que se valía para provocar la ilusión era idéntico al empleado en la cabeza parlante del Quijote.
El planteamiento ilusionista de don Antonio
Pero antes fijémonos en las maneras con las que don Antonio presenta la cabeza a don Quijote. Acaban de terminar de comer y, levantados los manteles, don Antonio toma de la mano a don Quijote. Una costumbre que aún se conserva en lo que queda de Oriente.
El artilugio de Don Antonio tiene el aspecto de los bustos que proliferaron durante el imperio romano para representar a los personajes relevantes, aunque no todos lo fueran.
Presentación de Manu Vera de la cabeza encantada de Ana Tamariz
Todos los gestos de Don Antonio son propios de un mago avezado que trata de demostrar que no existe trampa alguna e intenta desvanecer cualquier posible explicación, aun cuando no sea cierta. Recorre el aposento, rodea la mesa una y otra vez. Se encara con don Quijote y le pide que guarde celosamente el secreto de lo que va a ver. Una vez creados la expectación y el misterio, toma de nuevo la huesuda mano del hidalgo y le hace palpar la cabeza y la mesa, hasta que parece evidente que no hay orificios, ni junturas, ni ningún mecanismo disimulado o encubierto. Tocar las apariencias, llamaría a esta operación Cervantes y en otra parte del libro pone en boca de don Quijote: «Ahora digo que es menester tocar las apariencias con la mano para dar lugar al desengaño«[xiii].
Aunque en esta ocasión, gracias a la maestría de don Antonio, provoca el efecto contrario. No hay desencanto. Don Quijote se queda literalmente pasmado, aguardando ver en que para aquella intriga.
Desacreditar los milagros
¿En qué se diferencian estas prácticas de las que atribuye Luciano a Alejandro de Abonoteico? Pronto observaremos, al referirnos a la intervención de la Inquisición, que no se han quebrado todos los eslabones que relacionan las pericias e industrias de los ilusionistas con las destrezas ejecutadas anteriormente en el ámbito religioso. Persiste la creencia, casi un automatismo, de seguir vinculando a los magos con la esfera de la religión, atribuyéndoles un poder procedente de fuerzas sobrenaturales que les enlaza con el maligno. Pero lo que impulsa a la Inquisición a inmiscuirse no es la convicción de que la cabeza parlante favorece las prácticas de posesión demoníaca. Los inquisidores conocen, yo diría que sin asomo de duda, que el artilugio operaba mediante procedimientos ingeniosos y naturales. No son sus propios prejuicios los que les empujan a exigir la destrucción de la cabeza, sino el temor a que los prejuicios del vulgo, tan arraigados, induzcan a los hombres crasos a atribuir el fenómeno a intervenciones diabólicas.
Michel Cheval
La modernidad vive siempre en tensión con aspectos residuales de la cultura del pasado. A principios del siglo XVII, cuando se publica la segunda parte del Quijote, la desacralización de la magia es un proceso en marcha que tardará en cristalizar en experiencia. Tres siglos después podemos estar seguros de que no ha cristalizado del todo. Hoy mismo, resultaría sencillo comprobar con qué ahínco muchos de los asistentes los espectáculos de mentalismo atribuyen al mago poderes sobrenaturales.
Ciertamente, en la época, la comunidad científica se hallaba en formación y las personas con conocimientos de esta clase eran una minoría que se sentía fascinada ante la posibilidad de hallar una explicación para la complejidad del mundo natural. Desde el XVI nos topamos con magos que se convierten en matemáticos y matemáticos que se transforman en magos. La mayor parte de la población carecía de oportunidades de acceso a estos conocimientos. Para ellos, los espectáculos de ilusionismo se convirtieron en una ventana, a menudo la única, para vislumbrar los nuevos avances de la física y de la química y las nuevas concepciones de la naturaleza, la vida y el universo. El proceso culmina en el siglo XVIII. Por entonces los magos se despojarán del esotérico sombrero cónico y estrellado de Merlín, para presentarse como profesores de física. Llamarán a su arte Recreaciones científicas. El nombre sugiere el papel de la diversión y el entretenimiento en la difusión de la ciencia que generalizará el proyecto ilustrado.
El episodio de la cabeza parlante del Quijote se puede considerar un precedente renacentista. Se relaciona con lo que Paula Findler denomina Scientiae Lusus y Cory A. Reed [xiv]desarrolla con amplitud, una broma científica mediante la cual la observación de la naturaleza revela sus paradojas, los nuevos conocimientos científicos desafían las viejas creencias y la capacidad tecnológica permite reproducir y, en consecuencia, esclarecer los misterios.
Evocación de Girolamo Scotto
Al día siguiente, cuando don Quijote y Sancho se entrevistan con la estatua asistimos a un juego de salón que agrega la ilusión a la ciencia[xv], con la finalidad de desacreditar los milagros y demostrar que el ingenio humano es capaz de realizar prodigios asimismo maravillosos.
Scotto
Don Antonio atribuye la autoría de la cabeza a uno de los mayores encantadores y hechiceros que ha tenido el mundo, del que dice que posiblemente era polaco de nación y discípulo del famoso Escotillo[xvi]. La mención a Escotillo, en el habla y en la literatura española, llegó a designar a todo aquel que mediante el ingenio y la habilidad es capaz de embaucar los sentidos y el entendimiento. Es decir el proceder de un ilusionista o prestidigitador, que no el de un nigromante o astrólogo. De hecho el personaje de Escotillo es un remedo o caricatura de Girolamo Scotto[xvii] , el eco de los mil portentos que de él se contaban cuando como prestidigitador recorría las cortes de Europa[xviii]. Prodigios asombrosos que le convirtieron en uno de los iniciadores del mentalismo. Señala así mismo don Antonio que el artificio era consecuencia de cálculos precisos en los que conviven mal la astrología y las matemáticas, pero que son congruentes con las presentaciones de los ilusionistas que no acaban de romper del todo el hilo con la magia legendaria del pasado que conservaba su poder como acicate para la imaginación. Guardó rumbos, pintó caracteres, observó astros, miró puntos y, finalmente, la sacó con la perfección que veremos mañana, porque los viernes está muda, y hoy, que lo es, nos ha de hacer esperar hasta mañana.
El sábado tiene lugar el acto de prestidigitación propiamente dicho. El público está compuesto por don Quijote, Sancho y las mujeres de dos amigos de don Antonio. No cuento entre el público a los dos amigos, porque están en el secreto. Don Antonio les había revelado previamente lo que Cervantes llama el busilis del encanto, es decir el secreto funcionamiento de la estatua. Esta distinción nos revela a quien iba destinado el juego o recreación científica y las condiciones en las que ha de ser realizado. El efecto engaña a quien no conoce la causa, en este caso artificio, que lo produce. El planteamiento de don Antonio coincide con la visión de Cervantes que había puesto una clara advertencia en boca de Mauricio, uno de los personajes del Persiles, al criticar las veleidades de la astrología: Ninguna ciencia, en cuanto a ciencia, engaña; el engaño está en quien no la sabe[xix]–
La cabeza habla por fin
Cuando don Antonio realiza la primera pregunta y la cabeza responde, podemos extraer una inmediata conclusión. No se trata de una cabeza oracular. Lo que sorprende no son sus poderes proféticos, ni su capacidad de adivinación, sino el hecho mismo de que sea capaz de hablar y de articular un discurso coherente. La cabeza encantada responderá a la primera pregunta con un rotundo «yo no Juzgo de Pensamientos» [xx], Cortará de cuajo las apreciaciones de uno de los dos compinches de don Antonio sobre su capacidad de saberlo todo con un «yo no Juzgo de Deseos»[xxi]. En sus respuestas la cabeza recurre al sentido común, las generalizaciones, las tautologías y el razonamiento abductivo que extrae conclusiones no probadas de premisas evidentes.
Cabeza parlante
Don Quijote anda preocupado con lo que pasó en la Cueva de Montesinos, los azotes que Sancho ha de infringirse a sí mismo para desencantar a Dulcinea y el desenlace del encantamiento de su amada. La cabeza responde con frases ambiguas que valen igual para un roto que para un descosido. “–A lo de la cueva –respondió-, hay mucho que decir: de todo tiene; los azotes de Sancho irán de espacio; el desencanto de Dulcinea llegará a debida ejecución[xxii] “. A don Quijote le basta la ambigüedad pues le permite imaginar una feliz resolución de sus amores.
Sancho pretende que la cabeza prediga su futuro y recibe en respuesta una buena andanada de generalizaciones sin substancia que provocan su insatisfacción y desprecio. “–¡Bueno por Dios! –dijo Sancho Panza-. Esto yo me lo dijera: no dijera más el profeta Perogrullo[xxiii]”.
Y es que la realidad, para don Quijote, está jalonada de profundas simas, cuevas –como la de Montesinos- que le introducen en un mundo de encantamientos. Un mundo que es distinto al que le muestran los sentidos, trasunto de la visión platónica, en el que los encantamientos son proyecciones de la mente humana capaz de rehacer y reconstruir la realidad.
El juego de magia de la cabeza parlante provocará una visión distinta de la ilusión y empezará a modificar los términos del mundo caballeresco, el mundo encantado que sustentaba la existencia del personaje don Quijote. El juego de magia no recurre a la concepción platónica, ni se vale del ilimitado poder de la palabra para producir fenómenos imposibles. El juego de magia adopta el método científico por el que el ingenio humano intenta no engañarse a sí mismo. El ilusionismo, como arte escénico, es capaz de crear y reproducir los engaños y, en consecuencia, de desengañarse.
Tras asistir a la representación de magia don Quijote penetra en un universo distinto, en el que dejará de ser don Quijote, para reencontrarse con Alonso Quijano.
Cide Hamete Berengueli explica un juego de magia
El artilugio de la cabeza parlante se desprende y aleja de otras cabezas parlantes reales o legendarias que hablaban mediante supuestas intervenciones sobrenaturales como la atribuida al monje Gerbert de Aurillac, el papa Silvestre IIº, eminente científico que tuvo que lidiar con los proféticos disparates que suscitó el fin del primer milenio. O la cabeza femenina supuestamente construida por Alberto Magno que destruyera su discípulo Tomás de Aquino, por considerarla obra del maligno. O la cabeza de latón creada por Robert Bacón, destinada a husmear en los recónditos secretos de las ciencias ocultas y de la que se dice que sólo fue capaz de pronunciar una frase: El tiempo pasa. Dicho lo cual se hizo añicos. Estas cabezas, aunque funcionaban por medio de algún secreto artificio, requieren de un cerebro aliñado por concepciones espiritualistas y mágicas desprovistas de razón. Alguna de ella, como la de Tábara, hija del antisemitismo de la época, denunciaba la proximidad de cualquier judío con un categórico «judaeus est»[xxiv]. Las cabezas parlantes no gozaban de libertad de expresión. Las que no se acomodaban a las ideas del poder eran destruidas como la que construyera el marqués Enrique de Villena que ordenó quemar el rey,
Cabeza parlante
La cabeza parlante del Quijote está más próxima a la cabeza políglota concebida por Valentín Morbito, de quien se sospechaba se valía de un ventrílocuo. O a la «calavera parlante» del médico boloñés Andrés Albido que empleaba un mecanismo parecido a la de don Antonio y que se convierte en cuento de terror en la relación que nos da de ella el erudito cisterciense Don Juan de Caramuel con noticias extraídas de Girolamo Cardano: Albio quiso atemorizar a un mancebo prendado de una doncella, dándole a entender que el mismo demonio trataba y hablaba de sus amores. Para esto mandó colocar en el extremo de una mesa una calavera, y alrededor de ella algunas velas encendidas. La mesa descansaba sobre cuatro columnas que la servían de pies, y estaba agujereada por donde se puso la calavera, pero cubierta toda con un tapete muy delgado para que no se descubriese el agujero.
La columna o pie que correspondía a éste, estaba hueca y tenía en su interior un tubo o cañón que pasaba o penetraba en otra pieza o cuarto bajo, porque el suelo del de arriba estaba agujereado por donde estribaba el pie de la mesa, de modo que aplicando el oído el que estaba abajo a la boca del cañón o cerbatana, oía fácilmente a los que hablaban desde arriba, los cuales hicieron varias preguntas a la calavera, por cuya boca respondía el de abajo y oportunamente porque se habían convenido de antemano en lo que se había de preguntar y responder.
Algunos de los circunstantes que sabían el secreto estaban muy divertidos y regocijados; bien al contrario de los que lo ignoraban, creyendo que algún espíritu infernal hablaba en ella, especialmente el enamorado, que ya le parecía se le llevaba por los aires[xxv]«.
Cabezas que dialogan del Abate Mical
La del Quijote anticipa las cabezas parlantes, activadas por mecanismos de diferentes tipos, que construirían a lo largo del siglo XVIII científicos, técnicos y artesanos ilustrados. Como las dos cabezas enfrentadas del Abate Mical que conversaban entre sí. O la Friedrich von Knauss que era capaz de pronunciar las cinco vocales.
Sin embargo el sistema empleado tanto por la cabeza de don Antonio, como por la de Albio se conoce desde la antigüedad. Sorprende hasta qué punto es idéntico al utilizado por Alejandro de Abonoteico para difundir los oráculos de su serpiente divina y adivina. La explicación de Luciano[xxvi] es similar a la de Cide Hamete Berengeli. En el caso de la serpiente parlante de Alejandro de Abonoteico quien respondía era un ayudante que se encontraba en una habitación aneja, utilizando un tubo acústico solapado en la pared. ¿Con qué ojos contemplarían los fieles la irrupción de aquellas palabras en la boca de una serpiente a la que ellos consideraban un dios? Naturalmente con los ojos de la credulidad suspendida. Las palabras estaban destinadas a aliviar su zozobra y sufrimiento. La cabeza de la serpiente se situaba justamente delante del orificio, para ocultarlo a los ojos del público e inducir la impresión de que era la serpiente quien hablaba.
Athanasius Kircher
¿Cervantes pudo tener noticia de este procedimiento a través de Luciano? Cabe la posibilidad: el profesor Jones [xxvii] considera probable que accediera a la misma información que empleó Kircher, varias décadas después, para crear su statua citofónica. Se la conocía también como Oráculo de Delfos y era una cabeza parlante que el hermético jesuita exponía en su enciclopédico museo del Collegio Romano[xxviii]. Para Jones estas fuentes son además del romance medieval Valentín et Orson[xxix], la Disquisitionum magicarum de Martín del Río [xxx] y diversas obras que se hacen eco de esta clase de estatuas de Cardano, Las Casas – que se refiere a Luciano y Thomas.
Statua citofónica de Kircher
No es improbable que Kircher hubiera conocido de primera mano la invectiva de Luciano contra el falso oráculo de Alejandro de Abonoteico. El método empleado para fabricar statua citofónica es similar al de la cabeza parlante del Quijote y al de la serpiente adivina del bribón de Abonoteico. Athanasius Kircher había estudiado con minuciosidad los procedimientos empleados en los antiguos templos para dar voz a las estatuas. Los dos artilugios reales, el de don Antonio y el de Kircher, son también dos broma científicas, dos juegos recreativos. Coinciden con el panfleto de Luciano en la intención de denunciar los fraudes de los viejos oráculos.
Athanasius Kircher, en su obra vastísima, pretendía cobijar no sólo la totalidad de lo existente sino también de lo imaginable. Compila y relaciona mediante un ars combinatoria [xxxi] conocimientos diversos sobre magnetismo, zoología, astronomía, medicina, arquitectura, lingüística, arqueología, óptica, geología, aritmética, sinología y egiptología. Dos de sus obras afectan directamente a nuestro tema. Su fascinante tratado Musurgia Universalis [xxxii] está dedicado a la música y acústica. Son siete libros que abordan la naturaleza del sonido y la voz y tratan de la música y de los instrumentos hebreos y romanos, de la armonía, de los componentes de todo género de melodías, de la música instrumental, de la música antigua y moderna y de la llamada Musurfia mirifica. Creó un sistema de comunicación que permitía traspasar los muros y propagar la voz por todo el edificio mediante grandes tubos de metal. Un grabado perteneciente a su Musurgia Universalis muestra lo que podemos denominar arquitectura parlante. En un salón, colocó un busto que denominó statua citofonica. Empleaba idéntico sistema al de la cabeza parlante del Quijote. Adaptó un tubo cónico, de hierro, a un orificio situado en la parte posterior del cráneo, que comunicaba con el sistema de tubos del edificio, de forma que los sonidos parecían brotar de la boca de la estatua.
Construcción de Kircher
En un volumen posterior, en la Phonurgia Nova de 1673 [xxxiii], desarrolló un método de producción de sonido. La primera parte trata de la influencia de la música en los seres humanos. La segunda estudia le propagación del sonido. Dedica especial atención a un sistema de espionaje o escucha de las conversaciones y al desarrollo de la «statua citofonica«.
Reproducción de la voz
Propósitos distintos, realizados mediante sistemas diferentes que provocan sensaciones variadas. La statua citofónica de Kircher, su empeño en estudiar la voz y el sonido, se encuentra a caballo entre las denuncias de las simulaciones y engaños en el pasado y el desarrollo de las nuevas posibilidades científicas. Kircher muere en 1680. Un siglo más tarde los constructores de cabezas lograrían desarrollar tecnologías capaces de reproducir la voz o el sonido. No voy a penetrar en el universo maravilloso de los autómatas musicales. Me limitaré a citar algunos constructores de cabezas parlantes que lograron reproducir la voz humana mediante diferentes sistemas. El primero de ellos parecer ser que fue el profesor Kratzenstein que creó unas cavidades resonantes, una especie de órganos, que mediante las vibraciones de una lámina pronunciaba las cinco vocales. Wolfrang von Kempelen, el inventor del Turco ajedrecista, fabricó un artilugio que mediante un fuelle podía pronunciar frases breves. Del Abate Mical y de Friedrich von Knauss ya he hablado.
Eufonía, de Joseph Faber
En el XIX Joseph Faber, un astrónomo alemán, que había estado asociado en Estados Unidos con el empresario de variedades PT Barnum, perfeccionó esta clase de ingenios. Trabajó durante 17 años en una máquina, a la que llamó Euphonia, que presentó en 1846 en el Egipcian Hall. La recreación de la fisiología de la voz: los pulmones, laringe, labios y lengua era realmente sorprendente. Las cuerdas vocales estaban hechas con vástagos de marfil huecos, Mediante un teclado podía cambiar el tamaño y la forma de la cavidad bucal. La lengua era de caucho. Un pequeño molinillo giraba en el cuello para producir el sonido de las consonantes. Un tubo en la nariz facilitaba la pronunciación en francés. Todo ello requería de un fuelle que insuflaba el aire y producía un tono espectral. Era capaz de reír, cantar, hablar, silbar, siempre con acento alemán. Euphonia era un híbrido de espectáculo y ciencia. Fue PT Barnum quien terminó explotando la invención. A una de las sesiones asistió un jovencísimo Alexander Graham Bell que se hizo con la patente del primer teléfono inventado por el italiano Meucci. Por aquel entonces Thomas Alva Edison patentó una muñeca parlante, la muñeca fonógrafo. Su rostro era cerámico y su torso metálico encerraba un mecanismo de reproducción de voz. En sus orígenes fue un juguete. Las niñas graban canciones que sus muñecas reproducían.
La creación de la industria del espectáculo
En 1615 Miguel de Cervantes muestra la cabeza parlante como un juego y sólo juego, perteneciente a una de las artes escénicas más antiguas y, a la vez, más recientes, pues se encuentra inmersa en un proceso de desacralización que cambiará por completo la percepción con la que hasta entonces había sido apreciada. Pero el proceso no se encuentra del todo cumplido. Don Antonio se asusta ante la intervención de la Inquisición: no llegase el caso a los oídos de los despiertos nuestra fe, habiendo declarado el caso a los señores inquisidores, le mandaron que la deshiciese y no pasase más adelante. Hoy se nos antoja que lo más sencillo para evitar que el vulgo “ignorante se escandalice” es ofrecer una explicación del truco. Quizá no es del todo cierto pues la conclusión adolece de falta de perspectiva histórica. El artilugio había sido concebido para ser incomprensible y lo era. Es decir era mágico para la generalidad. Por otra parte, los códigos de la magia como arte escénico no estaban establecidos y mucho menos interiorizados por el público. Lo que el ojo humano es capaz de ver depende en gran medida de cómo está equipado su pensamiento, de cuáles son sus creencias, intereses y deseos. Quien cree en la magia sobrenatural verá magia sobrenatural aunque se quiebre la cobertura del truco, se difunda el secreto y la presentación incluya una referencia a que aquello es hijo del ingenio humano.
Tomás de Aquino destruye la cabeza parlante de Alberto Magno
Al final don Antonio destruye la cabeza, como hizo Tomás de Aquino con la que construyera su maestro Alberto Magno. Lo que en unos sitios se destruía en otros se construía. Dos siglos más tarde el profesor Liebholz crearía en Hamburgo toda una industria dedicada a la fabricación de cabezas parlantes y otros aparatos de magia. Una verdadera industria que ha dado fama mundial a Hamburgo –afirma Javier Areny de Plandolit[xxxiv]-. Son muchísimos los artistas que suministra y miles los operarios que en esta nueva industria han encontrado trabajo. Sirva la cita para mostrar la envergadura que alcanzaría la magia entre las artes del entretenimiento.
La cabeza parlante no sólo se emplea en el ámbito de la prestidigitación y el ilusionismo. Se adapta al teatro como efecto especial. Un efecto especial es un truco explicado. Algún día habrá que valorar la contribución de la magia a las tecnologías teatrales como ya se ha valorado su contribución al cine. Vicente Carducho [xxxv] describe las características de la cabeza de sátiro que presentó el escenógrafo Cosme Loti en su teatro de Comedia de Máquinas establecido en el Buen Retiro: La califica de “valiente escultura que con movimiento feroz mueve los ojos, orejas y cabellos y abre la boca con tanta fuerza y ronquido que espanta y asombra a cualquiera que no esté sobre aviso, como pasó en mi presencia con un hombre que, sobresaltado por este no pensado alarido, dio, turbado y casi fuera de sí, dio un brinco de más de cuatro pasos.
El prestidigitador Bellachini descabezado
También se convertirá en una atracción de feria. Hacia 1780 se hizo muy popular con el nombre de La voz invisible. Se trataba de una enorme arca de madera, protegida por una celosía, que contenía un aparato dotado de una doble trompa acústica. Uno de los extremos se utilizaba para formular preguntas. El otro para escuchar las respuestas de una grata voz femenina. Pero será su versión antropomórfica la que triunfará en las barracas. A menudo provoca equívocos, confusión o situaciones cómicas que denunció el gran mago Robert-Houdin[xxxvi]. La cabeza se colocaba sobre una mesa y respondía a las preguntas de los espectadores. Estos llegaban hasta ella tras atravesar un decorado gótico, lóbrego y tenebroso. El tono era lúgubre. El lugar húmedo y desapacible como una mazmorra. Robert-Houdin señala que los feriantes se aprovecharon de la expectación provocada, cobrando una entra muy elevado. El ingenuo público popular fue sustituido por jóvenes ricos, ociosos y resabiados, que empezaron a jugar con la cabeza al pin pan pun, arrojando toda clase de objetos, alguno de los cuales al rebotar puso en evidencia el truco empleado. El cómico Enrique Chicote[xxxvii] escribió un relato narrando las vicisitudes de una de estas desdichas cabezas parlantes.
Las cabezas parlantes tuvieron, así mismo, su versión en el universo de los llamados fenómenos. Charles Grandemange nació en 1835 sin cuerpo, sin brazos ni piernas. Se convirtió en un gran calculista. Vivía en una caja de madera. Y en ella se presentaba ante los públicos cultos que le proponían intrincados problemas matemáticos.
El capitán Stodare
El efecto en manos de los grandes artistas de la ilusión produce otras sensaciones y emociones. Se convierte en un prodigio. La Esfinge de la que he hablado al principio de este escrito, se basaba en el mismo sistema que La cabina de Proteo. Jim Steinmeyer[xxxviii] ha señalado que la primera presentada por un artista genial, como el coronel Stodare, producía una genuina emoción emparentada con el misterio. La segunda que presentaba su propio inventor como conferenciante, provocaba curiosidad científica.
Si abrimos de nuevo el telón, en el escenario podemos apreciar que no hay nada entre el filo de una espada y la impresionante cabeza que flota. Fue inventada por Jacob Michael Hartz.
Cabeza flotante de Hartz
Ese espacio donde no hay nada está reservado a la supresión voluntaria de la credulidad. Recordemos cuando niños que jugábamos al como si… Como si fuésemos héroes o heroínas, policías o ladrones, princesas o mendigos, pero pudiendo saltar en un instante de la ficción nuevamente a la realidad. Cervantes se dirige a un lector muy próximo. Un lector flexible, desprejuiciado, que es capaz de mantener su capacidad crítica y abandonarse al mismo tiempo al sortilegio de la ficción. No es extraño que su formulación de la novela moderna coincida con el proceso de desacralización de la magia que se convierte en entretenimiento y espectáculo. Comparten un mismo espacio, el espacio vacío de la ficción, de un inmenso poder creador, donde todo es posible porque es posible creer y no creer casi simultáneamente. Con su cabeza parlante, Cervantes propone un artilugio para librarse de la creencia, de lo inexorable, de la fatalidad. Implica un engaño. Desde luego. Pero un engaño que desengaña.
Versión actual de la cabeza encantada de Manu Vera y Ana Tamariz
Notas
[i] Don Quijote II, 62.
[ii] Para precisar este concepto ver la obra de Francisco González de Andía, Marqués de Valparaíso, quien narró la abdicación de Carlos Vº y sus últimos días en Yuste con el título de El perfecto desengaño; edición, introducción, notas y selección de grabados, de María Dolores Cabra Loredo, Madrid : El Museo Universal, 1983 .
[iii] Efecto inventado por M.Tolbin y realizado por el Coronel Stodare. Requería el concurso de un ventrílocuo.
[iv] Ver http://www.ramonmayrata.com/2012/12/dumas-comus-y-las-cabezas-cortadas.html
[v] Sobre Wences ver: Jorge San Román Villalón, ; “ La extraordinaria vida del señor Wences”,San Rafaél, Segovia : J. San Román, 2009.
[vi] Marie Boas, «Hero’s Pneumatica: A Study of Its Transmission and Influence· Isis 119 (Feb. 1990): 38–48. 87.
[vii] Adolphe Blind, Les Automates truques , Geneva: Eggiman, 1927.
[viii] Celso (siglo II d.C.) defendió la cultura y tradición paganas frente al cristianismo.
[ix] Alejandro o el falso profeta en Obras [V.2] / Luciano de Samosata ; introducción general de Carlos García Gual ; traducción y notas de Andrés Espinosa Alarcón. Ver también “Jesús Rodriguez Morales: Alejandro de Abutinico; Las razones de un falso profeta” en Aspectos modernos de la antigüedad y su aprovechamiento didáctico / Antonio Guzman, Fco. Javier Gómez Espelosín, Joaquín Gómez Pantoja (eds.) Madrid : Ediciones Clásicas, 1992.
[x] Por su sabiduría y milagros Apolonio de Tiana llegó a ser considerado equivalente a Jesucristo.
[xi] Alejandro o el falso profeta, 394.
[xii] Alejandro o el falso profeta, 400.
[xiii] Don Quijote, (II, 11;).
[xiv] Paula Finder. “Jokes of Nature and Jokes of Knowledge: The Playfulness of Scientific Discourse in Early Modern Europe.”Renaissance Quarterly 43 (1990): 292–331.
[xv] Ver Saffar, Ruth. “Cervantes and the Games of Illusion.” Cervantes and the Renaissance. Ed. Michael D. McGaha. Easton, PA: Juan de la Cuesta, 1980.
[xvi] Don Quijote II, 62;
[xvii] Riccardo Rampini (Zadig ha realizado una biografía de Hieronimo Scotto, prestidigitador italiano de finales del 500 con la que obtuvo el premio Roxy..
[xviii] .
[xix] Miguel de Cervantes: Los trabajos de Persiles y Segismunda , Libro 1, capñitulo XIII.
[xx] Don Quijote II, 62;
[xxi] Don Quijote II, 62;
[xxii] Don Quijote II, 62;
[xxiii] Don Quijote II, 62;
[xxiv]
Madrid : en la Imprenta de la Administracion del Real Arbitrio de Beneficencia : se hallará en la Libreria de Ranz …, 1804.
[xxv] Juan Caramuel Lobkowitz (Madrid, 23 de mayo de 1606 — Vigevano, Lombardía, septiembre de 1682) fue un filósofo, matemático, lógico, lingüista t monje cisterciense.
[xxvi] Alejandro o el falso profeta.
[xxvii] Joseph R.: «Historical Materials for the Study of the Cabeza encantada episode in Don Quijote, II, 62″. HR, 47 (1977), 87- 103. Hispanic review: The University of Pensylvania Press 1933.
[xxviii] Fundado por Ignacio de Loyola en 1550, con objeto de formar académicamente a los futuros miembros de la Compañía de Jesús, desde los estudios elementales a los universitarios. Albergó el Museo Kircheriano, parte de cuyas colecciones aún custodia.
[xxix] Que había señalado VALLE- AVARCE, Juan Bautista del : “La cabeza encantada” Homenaje a Luis Alberto Sánchez Insula :[1983].
[xxx] Martín del Rio Disquisitionum magicarum de Martín del Río , 1599.
[xxxi] Athanasius .Kircher, «Ars magna sciendi», Amsterdam 1669.
[xxxii] Athanasius Kircher “Musurgia universalis sive ars magna consoni et dissoni in X libros digesta.
[xxxiii] Lamberto Tronchin: The ‘Phonurgia Nova’ of Athanasius Kircher: The Marvellous sound world of 17th century, POMA Volume 4, 2008; http://asadl.org/poma/resource/1/pmarcw/v4/i1/p015002_s1?bypassSSO=1.
[xxxiv] Dr. Javier Areny de Plandolit: Las maravillas de la magia moderna. Barcelona : Alta Fulla, 1997.
[xxxv] Carducho, Vicente: Diálogos de la pintura su defensa, origen, esencia, definición, modos y diferencias; edición, prólogo y notas de Francisco Calvo Serraller Madrid : Turner D.L., 1979 .
[xxxvi] J.E. Robert-Houdin, Magia y física recreativa , traducción de M. A. Tanir] , Alta Fulla. Barcelona, 1998.
[xxxvii] Enrique Chicote; El misterio de la cabeza parlante] : Relato retrospectivo folletinesco
1870-1958 Madrid : Instituto Editorial Reus, 1954.
[xxxviii] Jim Steinmeyer: .Hiding the elephant. Da Capo Press, Cambridge, 2003.