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Mientras tantoLa canción del silencio

La canción del silencio


 

«Sí, callad de una vez, todo está hecho y, item más, está todo muy bien, y dad gracias a Dios que podría ser peor». Así es la contradicción de los que viven y quieren hablar de las cosas de Guinea Ecuatorial. ¿Han encontrado la contradicción? Que todo está muy bien, pero que podría estar peor, y que todo el mundo mantuviera cerradas sus bocas.

 

Me afiancé en esta convicción por tres hechos cercanos en el tiempo: mi regreso a la capital de Guinea, la escandalosa cumbre del Movimiento Amigos de Obiang, el general dictador de leyes, y este hecho de que una mujer resultó herida porque unos militares dieron el alto al conductor que la llevaba a casa y el conductor, cansado de los abusos, no atendió a sus requerimientos y dispararon con balas de verdad. Ocurrió hace tres días, o uno más, y cerca de las embajadas de Francia, España, China, las tres juntitas.

 

Y mientras digería estos hechos, un amigo de mi colega Nse Ramón le escribió en términos tajantes, conminándole a buscar su camino, el del regreso a la normalidad. Alrededor de estos hechos está la digestión de los resultados de la cumbre de los amigos íntimos y desconocidos de Obiang, el general. Resulta que ayer mismo viví la segunda escenificación de la indignación ciudadana, o de cierto sector de la misma, por la escandalosa cuantía depositada por unas empresas multimillonarias, según las tres personas que se lamentaban golpeándose el pecho. La primera vez que supe que a los guineanos, unos pobres mentales según el general que les permite la vida, les dolió mucho que ciertas empresas dieran poco dinero en la sesión de ofrenda del MAO fue dentro de un establecimiento bancario. Y la bronca la sufrió un empleado de SGBGE, y de parte de dos mujeres jóvenes. Para ellas había sido un escándalo que este banco, dirigido por mafiosos, dijeron, hubiera dado tan poco a Obiang, y para su causa, en la cosa esa celebrada en Baney, con asistencia de Moratinos, gran amigo suyo, dicen.

 

La segunda bronca fue en el interior de un coche que pasaba cerca de los inflamercados Martínez Hermanos. Mis compañeros de ruta, dos mujeres y un hombre, creían que lo de MH había sido una burla, pues ganando tanto, decían, no podía haber depositado a los pies de Obiang la ridícula cantidad que depositó. Y por aquella tacañería atrevida habían sido fichados, dijeron, por Teodoro Nguema Obiang, quien en el momento de aquel escarnio percutía sobre la mesa con un bolígrafo, cosa que era una gran señal de reprobación. Se merecían, añadían, ser expulsados de su república peculiar.

 

Entonces llego a Malabo y todos se prepararon para leer que me había muerto a manos de los que mandan, y simplemente porque saben que siempre les diré que no vamos bien. Ahí entran las reflexiones de Ramón y de su amigo que le animaba a dejar de jugar a nada en el desierto que se había creado. Bien. ¿Alguien se da cuenta de que nunca ningún guineano firmó que la gestión de Guinea Ecuatorial se confiaría a una familia de una determinada región de la misma, familia que gozaría de la infalibilidad en todas las ramas del saber, y aunque los miembros de la misma no hubieran pasado nunca por la escuela? ¿Y que el incumplimiento de este contrato inexistente supondría la muerte, y   a veces, muerte atroz?

 

Hay gente que no se da cuenta, muchísima gente, tanta que podría haber dos tercios de guineanos que se creen súbditos de Obiang, quien dicta las leyes a su antojo y por ello puede hacer lo que quiera con estos súbditos que a veces llama pobres mentales. Estos sí ven indignante que SGBGE y Martínez Hermanos hayan dado poco dinero para una cosa que nunca entenderé. En otro enésimo intento por entender algo, colijo que los indignados por la racanería antes mencionada serían meros súbditos que se alegrarían porque las cosas del general conozcan el éxito mientras las suyas sigan como están. Entonces se entiende que constantemente nos recuerden la canción esa de que callados estamos mejor, y que hagamos exactamente lo que hacen ellos, súbditos del general que a veces reciben el apelativo de pobres mentales. ¿Pero esto es lo que debemos hacer? Es la única pregunta que deben responder todos los guineanos, incluidos los amigos íntimos de mi colega Ramón.

 

Ah, no ha salido, o no fue con suficiente claridad, pero se debe recordar todos los días: Guinea es una nada, y por todo lo que hemos dicho. Habimálati Unkung, cero patatero y hasta que alguien me demuestre lo contrario.

 

Malabo, 19 de marzo de 2013

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