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Mientras tantoLa casa celeste

La casa celeste


 

Ver a Rajoy en China (mientras Gallardón pasa por la quilla) no es lo mismo que ver a Rappel (qué será de Rappel) en tanga y, sin embargo, muchos españoles lo ven igual. Uno recuerda como el presidente se fue una vez al fútbol, como Zapatero pudo irse entonces, por ejemplo, a un concierto de Melendi, al debut de España en la pasada Eurocopa y fue como si el mismo vidente hubiera prescindido directamente de cualquier tela sobre sus partes honestas, como las llamaba Erasmo. A Mariano le preguntaron y respondió en gallego: “pues mire usted, si voy porque voy, y si no voy porque no voy, así que voy”, lo cual es una cosa sencilla, de esas que con el tiempo alguien termina diciendo que son geniales, como en la intimidad es posible que diga del ex ministro: “pues mire usted, si le defenestro porque le defenestro, y si no le defenestro porque no le defenestro, así que le defenestro”, lo cual también ha de ser un poco cosa de afectos, sentimientos mayormente vehiculares en el cesante, como la amistad en Hemingway, o debilidades del jefe como Mato, con la que aún no ha podido ni Soraya, quizá porque no molesta, de momento. Aquella frase galaica en boca de su predecesor sin embargo, y sin el mire usted, en lugar de mofa hubiera provocado desmayos como los que provocaba Rodolfo Valentino  en sus admiradoras (o como los que provoca Sánchez en las señoras), y se atreve uno a decir que hasta suicidios como provocó su peritonitis, pero, al contrario, en este caso, da la impresión de que era Torrente contándole a Esther Cañadas lo de las cinco muñecas. Al partido del Gobierno nunca le funcionaron los voceros, aunque precisamente hoy no le son tan necesarios (al revés que a usted y a un servidor) con esa gresca que tienen montada extramuros y, en cambio, le sobran los chismosos. Ridiculizar es el mecanismo de defensa de los españoles, su respuesta histórica a la injusticia dejando a un lado las guerras, el chisme como guerrilla y de paso unas risas, aunque éstas no surgen siempre, para sobrellevar el trance eterno; el caso es que uno, llámenle español, ha visto al presidente alejándose de Madrid y del ajusticiado para pasar unos días en aquel burdel de Onetti, de quien se celebra ahora aniversario, y vender una recuperación de la crisis tan insensible para oídos tan delicados como el sueño de Juntacadáveres, un lupanar a las afueras contra el que Santa María clama escandalizada.

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