Se tira por la cuesta más empinada
del polígono
el aire raspando en la garganta
mientras abre la boca para sacar el grito
Los cardos la contemplan sin moverse ni un milímetro
el calor impide todo, absolutamente todo
excepto la exacerbada velocidad peligrosa
para la niña que lo sabe
y por eso sujeta el manillar con manos grandes de hombre
los pies en los pedales también lo saben
pero no controla el riesgo
eso es lo mejor
el grito es salvaje y alucinado
la parada en seco es perfecta
la ceremonia se repite hasta el agotamiento
no hay final
en realidad es un círculo de fuego