
Tiene alrededor de veinticuatro o veinticinco años. Usa pantalones vaqueros muy ajustados, baratos o de imitación; pechonalidad exhuberante, voluptuosa pero sin ser excesiva, todavía manejable. Una figura muy digna de ser contemplada, admirada e incluso silbada por la calle. Lleva la cara bastante pintada, pendientes grandes y horteras, zapatos de tacón de aguja comprados en el mercadillo matinal de fin de semana. Trabaja de cajera en un supermercado y la que ha llegado más lejos ha conseguido un puesto de venderora en el Hipercor o Tiendas Corty más próximo. Pero lo más normal es que estudie algún módulo de Formación Profesional para convertirse en peluquera o esteticién. Viaja siempre en transporte público, masca chicle sin pudor, mira discretamente a los tíos y consume los viernes y sábados por la noche en los polígones industriales que han convertido sus naves vacias en bares de copas con un ambiente cargado, mezcla deliciosa de humo y ambientador cutre de los años ochenta. Hace el amor de vez en cuando en una furgoneta de reparto, casi siempre blanca.
Este es el perfil de la choni poligonera. La auténtica princesa del pueblo, la que mueve el país y nos tiene a todos en vilo. La que consigue que se me acelere el corazón cuando la veo por la calle y me dan ganas de mandar todo a tomar por el culo y peseguirla hasta el fin del mundo. Quiero ser uno de sus amigos, besarla en la esquina de su casa, ir a recogerla cuando sale de la «pelu», echar una partida de futbolín con sus vecinos, liarnos unos porros en el banco de la esquina, criticar al cabrón del jefe de la carnicería en la que trabajo para poder invitarla al cine. Quiero tunear mi coche con sus tetas y comerle coño en las escaleras de su edificio hasta que consiga un orgasmo en escorzo.
Pero he aquí que no, que nada de esto ya va conmigo. Camino solo bajo la lluvia por la calle Gran Vía y no se fija en mí ni el tato, ni la tata, claro. Estoy jodido, mi tiempo para ese tipo de cosas ya se ha acabado. En cualquier caso, un día de estos voy a cambiar mi itinerario y me daré un paseo por la Gran Vía de Hortaleza. Por si acaso.