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Mientras tantoLa ciudad que amaba al toro

La ciudad que amaba al toro


 

 

La ciudad que ama a los toros no siente el mismo aprecio por los toreros. Si el verdadero espectáculo se vive en las calles durante el encierro, ¿para qué sirven los matadores? ¿para descabezar a un sueño encarnado con cuernos? El pamplonica ama al toro vivo, su vitalidad, su fuerza, su envergadura, tanto que permite a este animal mítico subir a los altares de las iglesias, al menos en efigie.

 

En Pamplona se venera al toro, como en Siena se adora a los caballos. Son las únicas bestias que tienen permitido entrar en el templo, para recibir la bendición en la ceremonia anterior a la histórica carrera del Pallio. Por eso los matarifes vestidos de luces no son respetados en Pamplona. A pesar de la fama internacional de las fiestas de San Fermín, no es plaza que sea plato de buen gusto para los toreros. Los pamplonicas acuden a la plaza cargados de comida, como si fuesen a una romería, con el mismo espíritu festivo. Toda la solemnidad que requiere la liturgia taurina, allí se diluye en un espíritu de bacanal pagana.

 

Y probablemente tenga su lógica, tanto por razones telúricas como político económicas. Que Pamplona ostente el primer puesto de calidad de vida en España, no debe ser sólo por causa de sus cogollos, vinos y espárragos. Los ingresos que generan las fiestas de San Fermín, tanto en el erario público como en el privado, deben ayudar a los pamplonicas  a pasar mejor el invierno.

 

Algunos filólogos sugieren que el misterioso origen de los pueblos vascones puede encontrarse en las riberas del Mar Negro, con cuyas tribus conservan ciertas familiaridades lingüísticas. Como nos cuentan las crónicas antiguas, y en particular las referidas a Medea, Jasón y los Argonautas, en la península de Crimea (al sur de Ucrania) habitaban los Tauridos, pueblos adoradores del toro como divinidad suprema.

 

¿Será esta adoración de Pamplona por los toros vivos, otra prueba que confirme el origen caucásico de sus habitantes? ¿O será que los pamploneses, más que la sangre derramada del toro en la plaza, prefiera saborearlo destilado en sus sabrosas pastillas de café y leche?

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